En casa tenemos una habitación convertida en zona “chill out”. Allí,
Nora me sorprende escuchando música; concretamente polifonías de diversos coros
europeos, americanos y africanos. Le sorprende el silencioso y necesario recogimiento
con que escucho. A veces cierro los ojos para ser todo oído, nada más que oído,
y sentir el mensaje y las caricias de la música a través de aquellas voces
formidables. ¿Qué mensajes y qué caricias? Ante todo el mensaje de la cultura.
Todos los pueblos cantan, todas las razas necesitan cantar de la misma forma
que necesitan el lenguaje; y la música es un lenguaje. Cada raza y cada pueblo
conforman las voces a su manera, siendo todas válidas, y cantan, cuentan, la
historia de su cultura. En este punto son muy interesantes los coros
americanos, porque son un crisol de razas y culturas y también las africanas,
tan distintas a nuestras voces y con historias musicales tan distintas a las
nuestras.
Viéndome tan abstraído, Nora esperó pacientemente, acostada a mi lado y
en silencio, a que acabara de escuchar. Luego me miró fijamente y me dijo que se
había sentido sorprendida por aquellas voces y que había sentido cosas
agradables mientras escuchaba. A veces le compungían el corazón, otras la
alegraban hasta el punto de necesitar bailar, saltar o correr de pura alegría.
Me dijo que la música le había transmitido muchos y variados sentimientos y que
le había contado historias. Ha sido un viaje interesante, me comentó.
― ¿Cómo y cuándo se inventó la música? ―fue la pregunta inmediata.
―Veras, Nora; la música es una necesidad. Es un lenguaje universal tan
maravilloso y sugerente, tan directo y sutil, que solo cabe una explicación,
que Dios la hiciera directamente. Así creo yo que sucedió:
En el principio creó Dios la música. Esta, y no otra, fue la verdadera
creación. A Dios nada le hacía falta: ni el espacio, ni el tiempo, ni la energía,
ni materia alguna… Nada. Pero creó la música como expresión de su propia voz. Y
le gustó oírse. Dios era melómano. Pensó luego que tal vez su voz necesitase de
otros sonidos de acompañamiento, y así comenzó a experimentar creando los ecos lejanos
y sonidos extraños provenientes del espacio profundo, graves y agudos,
percusión en forma de explosiones estelares y silencios sobrecogedores… Y de
ahí viene la posterior “orquesta” creada para hacer estos efectos especiales. Esa
“orquesta “es la creación de la que habla la Biblia. Pero ya ves que omite el
origen del origen. La necesidad primigenia fue la música.
Pero no acaba ahí la cosa. Según se le fue complicando la orquesta
llegó al final a la conclusión de que debería someter los sonidos a su
voluntad, producir sonidos nuevos e incluso componerlos, y así siguió
experimentando Dios con la naturaleza. Y creo el sonido del viento y de la
lluvia, del relámpago y el trueno, el grave profundo del temblor de tierra, el
murmullo del agua en los ríos, de la estrepitosa cascada, el batir de las olas
del mar, el zumbido de la abeja, el eco lejano… Y le gustó tanto la innovación
que siguió experimentando con la voz de los animales. Y creó el rugido del
león, el cantar del grillo, el balido de la oveja, el mugido de los rumiantes,
el piar de los pájaros y de todas las aves y animales acuáticos y terrestres. Cada
uno con su sonido los creó. Y aquella orgía de sonidos le pareció fantástica.
La más impresionante orquesta jamás creada.
Pero le faltó algo más. Quería que la orquesta tocase por sí misma. Que
alguien se encargase de ella, de hacerla sonar, de inventar nuevos sonidos, de
unirlos entre ellos y construir lenguajes musicales que contaran la maravilla
de la creación. Y así surgió la necesidad de crear al hombre. Por eso su última
obra fue el humano, al que Dios le concedió la inteligencia para cantar y componer
y el más maravilloso don: su voz.
Recordarás Nora que la Biblia nos dice, y nos dice bien, que Dios hizo
al hombre a su imagen y semejanza. ¿A qué semejanza crees tú que se refiere?
¿Al aspecto físico? A la música, Nora.
Dios dio al humano la inteligencia, la sensibilidad y la voz para que
creara la más versátil, la más expresiva, la más colorista, la más enérgica o
la más dulce expresión de sonidos que pudieran inventarse. Y le dio la
inteligencia para que construyera con esos sonidos lenguajes que pudieran
contar historias. Dios hizo al hombre cantante y compositor. Y el hombre aprendió
a controlar su voz; al principio imitando a los propios animales y a la
naturaleza, pero luego el hombre se decidió a experimentar por sí mismo los
infinitos caminos de la música. Así que Dios se hizo música para habitar entre
nosotros.
Nada hay nada más estremecedor, o más terrible, o más conmovedor, o más
sublime, o más placentero que una polifonía de voces humanas. No hay sonido más
expresivo, ni instrumentos musical más completo y complejo. La voz humana lo
puede decir todo, expresar todo. No tiene límites.
Esto viene a cuento Nora, porque hace unos días tuve la oportunidad de
escuchar a uno de estos coros en Ávila. Ágora, se llama. Su origen, Segovia. Cerré los ojos para ser todo música, y dejarme
atravesar el cuerpo y el alma por aquella maravilla de voces que me contaron de
todo. Voces que me estremecieron al cantar alabanzas a Dios o la Virgen (no
importa ser creyente o no). Voces que me elevaron por encima de mi humanidad
tan a nivel de suelo. Me estremecí con los silencios, con los prolongados y
disminuyentes sonidos, tan pianísimos que quedaban suspendidos en el aire como
un eco persistente y cada vez más lejano, atrapados en las manos de su
directora hasta que esta se decidía a hacerlos desaparecer como átomos de aire
en el aire. Porque es una mujer quien domina los hilos de ese coro y lo lleva a
expresar los sentimientos más dispares, pero siempre hermosos e intensos. ¿No serán los
directores de coro los auténticos sacerdotes de Dios?
En la primera parte la música religiosa te acercaba a Dios o… al
misterio del mismo y culminó con un maravilloso “O magnum mysterium”, donde no
tuve más remedio que cerrar los ojos y, no sé por qué pero me introdujo en el
universo, y contemplé las estrellas, las nebulosas, los planetas, los cúmulos y
galaxias… La creación. Realmente un
magno misterio.
En la segunda parte, una serie de tangos, versionados todos ellos en
polifonía, resultaron un maravilloso baño de ritmos, de harmonías (me gusta con
h), de palabras de alegría, tristeza, amor… Un acercamiento al sentir más humano,
pues la música llega a todas partes.
Fue una magnífica sesión, en la que el espíritu hizo un recorrido por
todas las sensaciones, las emociones humanas y, a modo de catarsis, al cabo de
ellas, uno se encuentra en paz consigo mismo y da gracias por haberlo podido
sentir.
Nora me sonrió como ella sabe hacer, moviendo el rabo, y me dijo que
estaba conmigo y creía en cuanto le había dicho. Y repitió:
“Al principio del principio, Dios creó la música.”
Fin