No sabía
Nora nada de Gibraltar, y estos días al salir en los medios el problema de los
bloques de cemento y a continuación las colas de la verja y luego todos los
rifirrafes que la clásica chulería gibraltareña, refugio secular de golfos
produce con las autoridades y gentes de la zona
se muestra muy interesada. De pronto ve como España tiene un espolón en
el pie y ha vivido con él durante varios siglos. Y se pregunta por qué. Por qué
no hemos puesto solución a estos problemas.
En fin
Nora, ya sabes aquella historia de si son galgos o podencos. España siempre
está así. No sabemos si vamos o venimos, así que lo mejor es no moverse.
Le vengo a
explicar a Nora el origen de la situación. Allá por los 1700… hasta el 1713 en
que se firma el tratado de Utrecht España vive una Guerra de Sucesión, como
causa de la muerte sin descendencia de Carlos II de España, ultimo descendiente
de los Habsburgo. Después de él se instaura en España la dinastía de los
Borbones. España se dividió entonces en borbónicos y austracistas (Borbones y
Austrias) por la disputa del trono. Sucedió a este rey el Borbón Felipe V. Este
produjo en España y Europa una serie de cambios territoriales y de privilegios.
Por ejemplo desapareció la corona de Aragón y los fueros catalanes por haber
sido chicos malos que apoyaron a los Austrias. O eso dicen. Aunque otros
cuentan que no fue así, y que esa es una tergiversación histórica que ha
convenido al victimismo catalán para su causa independentista. El caso es que donde Felipe V ganó la sucesión fue en la
llamada Batalla de Almansa, de ahí que en valenciano, cuando se quiere recordar
la “pérdida de los fueros” se diga aquello de… “quan el mal ve d'Almansa a tots
alcança.”
Sin
complicar más las cosas, el Borbón, que fue proclamado rey de España en Francia
(vaya tela, además en el Palacio de Versalles, donde nació) quiso establecer
una relación importante entre ambos países, pero los ingleses, que no acaban de
integrarse en Europa pero siempre han querido manejarla, se presentó como
adversaria ante esta política. Así que Nora, aquí tenemos lo que tantas veces ha
ocurrido en la historia: Inglaterra de una parte, Francia de otra y en medio de
ambas España, como una piel de toro
desgarrada a tirones por ambas partes.
Comenzaron
las rebajas en las colonias del imperio español en Europa, es decir, las
guerras, las políticas y de las otras, disputándose las tierras y colonias
españolas allá donde estuvieren. La consecuencia de estas disputas fue el
famoso tratado de Utrecht, por el cual, unos y otros despojaron a España de sus
posesiones en Europa a cambio de reconocimientos, tierras y cosas así. Y una de
las consecuencias fue la entrega de Gibraltar a los ingleses. También la isla
de Menorca, que fue conquistada en 1708
por los ingleses (época de Master and Commander, la película, según las
historias de Patrick O’Brian) y, después de pasar a lo largo del tiempo por
manos francesas e inglesas, acabó de nuevo en manos españolas por el tratado de
Amiens en 1802. A los reyes les importaba más su papel de rey que sus tierras.
Qué hay de lo mío, decimos ahora.
En fin,
que les tocó la lotería a los inglesitos.
Así que ya
ves, Nora, que Europa vive todavía las consecuencias de guerras y disputas dinásticas
de hace siglos. Los reyes y sus afanes sucesorios nos han dejado en esta orilla
de la historia, cansados y maltrechos, cautivos y desarmados. Es un anacronismo más.
―Y con esas cosas no solucionadas ¿cómo se va a
hacer una Europa Unida? Imposible ―dice ella candorosa.
―Efectivamente
Nora, en la mente de los europeos hay mucho odio, muchos rescoldos, mucha mala
leche históricamente concentrada. Hemos estado “demasiado juntos” en la
historia, y aun en la historia reciente, como es el caso.
―Pero las
gentes evolucionan, los países cambian, y quien más quien menos entra, o quiere
entrar, con otros aires en el siglo XXI.
―Pero
España no es así, Nora.
Fíjate en
los partidos políticos. En estos países de primera fila europea, puedes ser del
sentir político que quieras, pero siempre prevalece el afecto por tu país.
Podrás ser de izquierda, pero francés, o inglés, o alemán, o… Y lo mismo con la
derecha. Pero en España no, Nora. En España hay ideas políticas basadas en el
odio a España hasta el punto de que los peores enemigos de España no están fuera,
sino dentro. Nuestros enemigos están todos aquí. No nos hace falta un ejército
porque nuestros enemigos más acérrimos están dentro y cobran del Estado, para
más inri. Esta falta de unión en las cuestiones fundamentales, y entre ellas la
política exterior, es lo que ha producido la leyenda negra española, el atraso
de España, el odio a España de muchos españoles y el aprovechamiento de ese
odio para los separatismos, terrorismos y el ninguneo internacional. Estos
males perduran en el tiempo porque no hay unión entre los partidos políticos
importantes en las cuestiones fundamentales. Otra historia es, Nora, saber de dónde
vienen estos males. Es otra historia. Pero fíjate bien, terrorismo, por
ejemplo, ha habido en Alemania, en Francia, en Italia, en Inglaterra… De todos
desapareció, menos de aquí. ¿Por qué será?
Así que el
poco peso que tenemos en el mundo lo debemos a que no creemos en nosotros
mismos. Basta que uno diga galgos, para que el otro diga podencos, y así la
historia nos va comiendo el tiempo. De modo que es comprensible que los gibraltareños
no quieran ser españoles, sino ingleses, porque allí son. Y aquí no sabemos quiénes
somos. Y ser o no ser es importante, como dijo el señorito Hamlet.
Fíjate en
Hong Kong. Los chinos son chinos. Un bloque. Y con un par… les dijeron a los
ingleses que fueran preparando el terreno, que ya tocaba. Pero con un par.
Nosotros no podemos hacer eso porque siempre estamos divididos. La oposición es
la primera que pone el grito en el cielo en cuanto el gobierno de turno intenta
corregir el rumbo de la historia. Representamos permanentemente el divorcio
entre nosotros y eso es un enorme signo de debilidad.
Gibraltar
será español cuando los españoles seamos todos españoles antes que otra cosa. Y
los separatismos quedarán desfasados y los terrorismos serán parte de lo que
son: la prehistoria.
Tal vez
deberíamos hacernos todos gibraltareños. Al menos ellos saben donde están y lo
que quieren.
―Casi
preferiría que nos hiciéramos americanos ―dice Nora.
―Me gusta
tu idea.
FIN