viernes, 20 de diciembre de 2013
jueves, 19 de diciembre de 2013
SABER, SABER SER, SABER ESTAR
Nora, motivada por el informe PISA y las historias que en España nos acompañan cada día, está empapándose de cuestiones sociales, de sistemas educativos, de sociedades, maneras y formas. Me coge por banda y me explica según ella ve el asunto, qué tal es la cosa.
—Parece ser que en esto de la educación, que no sé a estas alturas si realmente os preocupa mucho, poco o nada, hay dos modelos a seguir. Por una parte están los países de lo que llamáis Oriente, que basan buena parte de su éxito en una disciplina férrea. Estudiar es como hacer la mili, pero en serio —ya me contabas tú lo que holgazaneaste en ella—, es decir hay que esforzarse mucho, está mal visto socialmente ser una rémora para los demás, así que todo el mundo uniformado, todo el mundo con seriedad, todo el mundo a trabajar con ahínco, todo el mundo a asistir a academias y refuerzos después de las clases... Las familias, digo yo, deben vivir esto como una agobiante presión de la que socialmente no se pueden salir.
—Sí, así creo que debe ser.
— Además —prosigue—, es el estado quién vigila y se encarga de que ese sentido casi militar de la existencia se inculque desde la escuela y que nadie se libre de él. Ya sabemos todos, porque se ve, cuál es el lado negativo de la cosa. No obstante el despertar de la inteligencia, la capacidad de trabajo y por consiguiente los éxitos académicos están asegurados. Es aquello que decíais antes: la letra con sangre entra.
—Efectivamente.
—Pues bien, el otro modelo es el nórdico, basado en una asimilación social generalizada de la importancia de la educación para ser personas y darles a los niños los tiempos adecuados para aprender las cosas cuando realmente están maduros para hacerlo. Tanto en uno como el otro la aceptación social del valor de la educación es notable, tanto por imposición como por convencimiento general. Educación para todo: para saber ser personas y saber ser ciudadanos responsables. Honrados, por ejemplo. Saber, saber ser y saber estar, son las conductas humanas de más elevado sentido ético de la humanidad, sea cual fuere el país, la religión (con o sin), la raza, la clase social...
—También lo creo yo. ¿Y?
—Pues que la solución salomónica sería tomar lo suyo de cada una de las dos. Es necesaria una cierta disciplina en la escuela porque hay niños que no entienden que ni en el cole ni en ninguna parte se puede hacer lo que uno quiera y cuando uno quiera. El autocontrol es necesario, por respeto a sí mismo y a los demás. Cuantísimo daño han hecho ya a muchas de vuestras generaciones —no hay más que ver la tele, los periódicos, salir a la calle…— esa forma lúdica de entender la escuela. Y la vida toda. El contradictorio Rousseau, que tuvo con una mujer cinco hijos y la convenció de que los mandara a un hospicio según iban naciendo y luego se dedicó a escribir sobre pedagogía, tiene buena parte de la culpa, al considerar que el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad quien le pervierte.
—Hay gente mala. Yo no lo dudo por los motivos que has dicho antes. No hay más que mirar.
—Pero según dice la progresía pedagógica romántica, tan rusoniana ella, el ser humano ha nacido para ser feliz. Y está muy bien, pero no la felicidad a través del salvajismo, la indolencia y la incultura, sino la felicidad que da el conocimiento, el buen gusto, los ideales nobles y la sociedad honrada y cabal. Claro que en la escuela se debe estar a gusto, y divertirse a veces, pero sin olvidar que es un centro de educación y saber, y por tanto hay que saber, saber ser y saber estar, todo a la vez, y eso es incompatible con la falta de esfuerzo, de respeto y seriedad precisos. Disciplina pues —continúa—, la necesaria, la que ayuda a mentalizarse de que el tiempo hay que aprovecharlo, y que hay mucha gente a tu alrededor, niño o niña, chico o chica, que dedican su tiempo y esfuerzo a que te prepares para ser una persona adulta sana y sabia. Esas personas, todas ellas, merecen respeto y consideración porque sobre sus espaldas recae la gravísima responsabilidad de asegurar que la sociedad se perpetúe de forma sana, sabia, justa y noble en todo lo posible. La sociedad es como un organismo pluricelular que quiere perpetuar su especie en las mejores condiciones y triunfar en la existencia equilibrándose con el mundo que le rodea. Esto es incluso darwiniano. No nadéis pues contra corriente, no seáis ingenuamente felices o vuestra sociedad se verá en apuros graves, cuando menos, en unas cuantas generaciones. La evolución es para triunfar, para sobrevivir, para seguir siendo, seguir estando. No importa que haya buenos médicos, pintores, políticos, taxistas, mecánicos o vendedores ambulantes si no se sabe, no se sabe ser y no se sabe estar Con estos mimbres —termina—, la salud social está asegurada y sin traumas, y los di-chosos informes de PISA serán un trámite que refleje la salud social de un país y no tanto quienes saben más matemáticas, quienes leen más o se expresan mejor, porque estas cosas se darán por añadidura…
—Magnífico. ¡Nora for president!
No será más que president de su familia humana, que la adora, pero viene a mí con esa loca decisión de besarme las manos hasta que se derritan, satisfecha de cuanto dice.
Nora, mi dulce y querida Nora, si aprendiéramos de ti…
lunes, 9 de diciembre de 2013
NORA Y EL INFORME PISA
—Estremecedor —me dice Nora—,
el nuevo informe de PISA sobre la enseñanza en España. Una vez más te doy la
razón. El gran fracaso de la sociedad española desde el comienzo de la
“democracia” es la educación. La democracia entre comillas lleva su mensaje.
—Ya te lo digo una y otra vez,
Nora, pero vuelves a errar en el análisis. No ha sido un fracaso. No es en absoluto un
fracaso. Es un éxito total. Está clarísimo que los que hicieron los diferentes
planes de estudios, el sistema educativo en su conjunto, no querían hacer más
que lo que ha salido. Como decía un famoso periodista, cada niño es un Peter
Pan en un mundo feliz donde siempre se es niño y no se asumen responsabilidades
ni esfuerzos porque son frustrantes, y ser feliz es lo primero y único en la
vida. El cielo aquí y ahora. El paraíso ya. Para qué esperar más, como dice la
iglesia católica. El sistema de estudios español lleva por título: En Busca De
La Felicidad. Los padres, que también fueron adoctrinados en este sentido, no
hacen más que repetir cuando los críos entran al cole: ¡Pásatelo bien! Esa es
la consigna, el lema, el motivo de la escuela y la existencia toda.
Y claro que lo pasan bien. Como nunca. Teatros, excursiones, festivales, talleres, viajes en avión, tren, autobús,
barco… Nunca ha habido tanta actividad en el cole, nunca tanto dinero, ni
tampoco tanta burocracia. Apenas queda tiempo para estudiar y aprender cositas.
¡Estamos tan ocupados! Dicen lo maestros con toda razón.
Y entre tanta ocupación los
niños no tienen tiempo de aprender las tablas (para qué, si hay calculadoras),
o escribir (está el Word), o saber nada, ya está la Wikipedia. ¿Y el esfuerzo? Es frustrante e impide gozar de la niñez. Jajaja.
Me comentaba un profe el otro
día que puso un trabajo de música que consistía en averiguar y contar algo de
músicos que hubieran sido ciegos. Los niños que participaron lo hicieron
copiando páginas enteras y fotos de la Wikipedia o similares de Internet. Nadie
se informó y luego escribió, a su estilo, un resumen aportando algo personal.
Tan solo copia y pega. Odio al esfuerzo, premio a la abulia, la apatía el
desinterés. Todo tiene que ser a base de juegos, y la cultura, el saber, es
cosa muy seria —me decía otro profe desencantado con la profesión—. Son
millares los profesionales de la enseñanza que están hartos de todo y de todos.
Y como siempre si los unos
convierten la escuela en una fábrica de hacer Peter Panes, los otros la quieren
convertir en una fábrica de fontaneros, electricistas, carpinteros…
No estaría mal, si el dinamismo
social absorbiera luego a esos profesionales. Pero tampoco hay trabajo, no
existe tal dinamismo. Así que a la educación entre unos y otros la mataron y ella sola se
murió.
Todos los males vienen de ahí,
efectivamente, Nora. El saber, el saber ser y el saber estar no forman parte de
nuestros objetivos. Los que manejan el asunto tienen ahí, repetidamente, un
suspenso mayúsculo. Además llevan repitiendo curso ni se sabe ya cuántos años.
La cosa no es que esos políticos no sepan, que seguro que no saben, es que
además no quieren. Por eso Nora, lo primero que hay que hacer, con toda
urgencia, es arrebatar a los políticos la educación y la cultura. Que no sean
ellos quienes la modifiquen a su antojo cada vez que uno sube al poder. Hay que
sacar el sistema educativo de los vaivenes y codicias de la política.
Hay gente buena, honrada,
eficaz, capaz de hacer un plan de estudios para resucitar a la sociedad española
y ponerla en el siglo XXI. Y que dure muchos años el plan. Porque tiene que ser
un plan que modifique la conducta de los españoles, que le haga ver cuáles son
los auténticos valores y que se conviertan en parte sustancial de nuestro ADN
social. Y cuando hablamos de valores no tiene nada que ver con meapilas. El
esfuerzo, el valorar la cultura y la honradez, son tres ejemplos. Y que para
cambiar la ley, dentro de muchos años, tenga que haber un consenso súper entre todos
los componentes de ese grupo. Se hizo cuando la constitución y se puede y se
debe hacer ahora. Si no lo hacen están descalificados como dirigentes sociales ante
los ciudadanos.
—¿Y eso que dicen unos que
cuando lleguen al poder derogarán la nueva ley del señor Wert? —dice espantada
Nora.
—Bueno, eso es de una
desfachatez, sinvergonzonería y falta de todo, pero de todo, que tira de
espaldas. Hay que tener pelendengues para decir eso. Un político no puede jamás
reaccionar así. Eso no es un político. Eso es levantar con desespero la bandera
de su mamandurria y gritar… ¡que me quitan lo mío…! Y claro les entra el terror
y con él la venganza.
Ellos, los políticos, son una
de las gravísimas consecuencias del sistema educativo español, creado por ellos
mismos. Si consiguieran verse en el espejo se verían como lo que han sido y son
para nosotros, frustrantes, castrantes, embusteros, hipócritas, demagogos, palabreros,
vividores… y alguna cosilla más que tiene que ver con la economía. ¿De dónde
viene esa falta de honradez y de escrúpulos? De la falta de educación. De la
falta de estudio de ética, moral, filosofía, amén de las ciencias y letras
debidas. Ellos son la consecuencia.
Más cultura y menos política
señores.
—Y menos políticos —dice Nora.
Eso. También eso.
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