Qué hastío, qué cansancio, cuánta gente hipnotizada e
idiotizada por los nuevos hechiceros. Qué ansia y qué necesidad de creer en
algo en estos tiempos de crisis. De crisis total. Cuántas horas y esfuerzos
dedicados a la independencia mientras aquella Cataluña emprendedora se viene
abajo. Qué empeño en destruir lo que tanto nos costó a todos. Es indudable que
la crisis ha agudizado esa necesidad de salir de un sitio y entrar en otro,
aunque sea desconocido. A eso se le llama huir. Y qué astutos estos mediadores
de las almas perdidas que enseguida ofrecen el cielo de sus remedios. Fuera de
España todo será maravilloso. Es simple pero efectivo. La mentira es la única
verdad que hay en la boca del necio.
Si yo fuera Presidente, haría ya un referéndum nacional.
Por supuesto, dijera lo que dijera ese referéndum se la refanfinflaría a los
independentistas. Es evidente. Por eso la pregunta del referéndum no debería
ser si los españoles quieren una España federal, rota, remendada, confederal o
lo que quieran decir. La pregunta debería ser si los españoles todos deseamos
que Cataluña siga en España o no. Si es que no, fuera y cerrad la puerta. Y si
es que sí, pues tomen nota y sigamos con la vida.
Pero claro, eso sería hacerle el juego a los independentistas,
que seguirían con la cantinela sin descanso alguno. A ellos todo lo que no sea
la independencia les importa un pito. Sostenella y no enmendalla. ¿Qué cierran fábricas? Qué más da. ¿Qué hay
gente que se marcha? Qué nos importa. ¿Qué deja de llover? Bueno, y qué. No hay
más que verles la cara y se descubre que nada les importa. A los
independentistas, los ciudadanos que viven en Cataluña les importan un
pimiento. Quieren la independencia a toda costa. A toda costa. Y la
independencia son ellos y para ellos. Aquel
rey francés, Luis XIV, que decía el Estado soy yo, pues ellos dicen Cataluña
somos nosotros. Nadie más. Aquello se llamó absolutismo y esto otro… ¿cómo
habría que llamarle? Para eso se han apropiado y modificado a su capricho la
historia, la bandera y la lengua catalana, con tal de hacer del asunto una
cuestión mística, que lo místico siempre conmueve, tiene su clientela, es atractivo y arrastra. Tiene su aquel. Y
debe ser que «conmover» es mover con… ellos, naturalmente. Así han buscado todo
lo que nos puede hacer diferentes, para agrandarlo y hacerlo irreconciliable.
Qué afán, el suyo, oiga. Ya saben: la supuesta cultura catalana, que, oh
dioses, debe ser muy diferente del resto de España. Allí el pan no es pan ni el
vino es vino. Recuerden: es pa y vi. Ya ven que enorme diferencia. Tiene razón
Junqueras, ya no es cuestión de hablar. Es hora de actuar.
Así que si yo fuera Presidente, habría mandado ya a unos
cuantos que se hicieran cargo de la administración autonómica y juzgaría por
sedición y todo lo que hiciera falta a todos los engañabobos. Porque Cataluña
no es de los independentistas. Es de los ciudadanos que viven en Cataluña, que,
oh sorpresa, son también, y por eso mismo, ciudadanos españoles. Ya saben
aquello de la teoría de conjuntos y subconjuntos. Y comenzaría a limpiar, descubrir
y hacer público todas las redes de mamandurrias y engañabobos que hay. Que son
muchas. Un tribunal para eso. Solo para eso. Por supuesto la cosa llevaría su
tiempo. Hay mucho tinglado montado en Cataluña, y eso debe ser uno de los
motivos de desear la independencia. Porque lo cierto es que están de podridos
hasta las cejas pero no se habla de ello. Hay un pacto de silencio. La omertà
de la mafia siciliana, la ley del silencio, a su lado es cosa de monaguillos. Han
muerto estos días 10 personas por el virus ese de los aires acondicionados y
apenas se ha dicho nada. ¡Diez! Si llega a ser en Madrid se comen en todos los
programas de TV, las radios y la prensa a todo el PP sin freírlos siquiera.
Pero en Cataluña nada de nada. De modo que desmontar todo el tinglado golfo,
liberar a una sociedad secuestrada por estos manipuladores de la historia, que
llevan ya años, varias generaciones, décadas de manipulación es lo primero. Hay
que emplear técnicas de desmanipulación, y eso consiste en escarbar y sacar a
la luz los innumerables trapos sucios y la pésima administración de todos
ellos. Pero no solo el gobierno debe ser sustituido, sino cerrar y limpiar todos
los medios de comunicación manipulados, comprados o rendidos al poder. Mucha
pasta debe haber de por medio. Mucha. La familia, el jefe de «La cosa nostra»
que ya saben ustedes quién es, alma máter y páter del tinglado es una muy buena
muestra de ello. De ahí el enorme interés por la independencia. «Dehamme zolo» dicen los toreros. Claro.
Dejadnos solos que nos forremos más y más sin dar cuentas a nadie. Lo de los
Eres en Andalucía debe ser una bagatela con lo de Cataluña.
Pero tenemos otro problema. ¿Están los partidos políticos
de acuerdo a la hora de actuar? Pues no. Los grandes no. El PSOE es parte
importante en la España de hoy de todos los nacionalismos. Cosa curiosa, pues
los nacionalismos suelen ser de derechas. Y mira tú por dónde… La lastimosa historia de la España moderna no
se entendería, ni se entenderá, sin la asombrosa, sorprendente, esquizofrénica
y camaleónica actuación de esa cosa que llaman Partido Socialista Obrero
Español, caso singularísimo en toda la izquierda europea. Que no es nada socialista,
ni obrero ni español, lo viene demostrando desde hace años. Y no vayan ustedes a pensar que criticar a
esta llamada «izquierda» es alabar a la llamada «derecha», cosa muy propia del
maniqueísmo de la izquierda. Nada de eso. La derecha no juega ningún partido. No tiene ideales ni política. Solo aspira a la
economía. Que España funcione… Dicen ellos. Económicamente, claro. Ni se les
espera. Vean, si no, al Presidente. A la derecha le sucede lo mismo que a los
independentistas, que no les importa nada porque con ellos no va la cosa. Si
esa cosa funcionara bien económicamente… ¿qué más daría llamar a esto España,
que Finca los Rosales? Si a esa dejadez
unimos que de natural la derecha es cobarde, igual que el dinero, pues… ya
tenemos un panorama político complejo. ¿Quién tiene pelendengues para ponerle el
cascabel al gato? «Naide, ni denguno», dirían mis buenos amigos murcianos.
¿Y las gentes? ¿Qué decir de las buenas gentes de aquella
tierra? ¿Podrían ponerle el cascabel al gato las gentes de Cataluña? La respuesta nos la da nada más y nada menos
que el ministro de la propaganda nacionalsocialista de la Alemania nazi y amigo
de Hitler: el señor Goebbels. «Una mentira repetida mil veces se convierte en
una verdad». Y ha calado, vaya si ha calado: «España nos roba, luego estamos en
crisis por culpa de España». Un silogismo perfecto.
Ah, Cataluña, Cataluña, quién te ha visto y quién te ve.
¿No habrán oído alguna vez los ciudadanos catalanes aquel proverbio chino… «La
primera vez que me engañes la culpa será tuya, la segunda será mía»? ¿Ni
siquiera que la mentira es la
única verdad que hay en la boca del necio?
Qué extraño virus hay allá.