Ya se ha escrito en este blog. El problema de los
independentistas catalanes (no confundir con los “catalanes”, ni con
“Cataluña”, aunque ellos tienden a apoderarse de todo), son los celos de
Madrid. Los independentistas catalanes quieren ser Madrid, en Cataluña. Es
decir, Cataluñizar España. Porque ellos son tan maravillosos, son tan de
primera línea, tan glamurosos, europeos y avanzados, tan la “locomotora que
tira de España”, que no comprenden que tantos méritos y honores no se vean
recompensados políticamente con más poder. Si fuera posible todo el poder. Que
es inconcebible que la capital de España no sea Barcelona. Esa, y no otra, es
la cuestión. Y por ahí van los tiros. Si el gobierno estuviera en Barcelona, si
la capital de España fuera Barcelona, si el rey viviera en Barcelona, los
independentistas catalanes serían más españoles que nadie, como lo han sido
desde siempre. Y con ardor guerrero, además.
Hay un problema de celos, porque las cuentas no les salen. Eso de
ser la locomotora y luego una segundona en política… no mola. Quieren poder
político. Por eso últimamente ya hablan de cocapitalidad, y que incluso alguna de las dos cámaras
resida en Barcelona. Además, esa cocapitalidad con Madrid, les reportaría una
confianza en los mercados, les daría un marchamo de calité, de segurité y
fraternité, que les haría subir como la espuma en los rankings de aceptación y
seguridad por los analistas económicos. O sea, dinero. El poder atrae el dinero
y el dinero atrae al poder. Y ambas cosas van juntas. Por eso lo quieren ellos y
por eso actúan así, los llamados independentistas, que pasean por aquellas tierras con la impunidad de los nobles y reyes
antiguos.
El siguiente paso no sería la independencia, sino la capitalidad
absoluta y cataluñizar España. Porque no se quieren marchar. Quieren gobernar. Porque
España es su mercado natural. ¿Cómo van ellos a querer perder ese mercado? ¡La
pela es la pela! ¿Cómo van a hacerse un hueco a estas alturas en el mundo
económico? Es más fácil hacerse aquí con el poder político. Y ahí van.
Han aprovechado que el gobierno de Madrit es poco político y está
afanado en otras cosas… Los impuestos, la economía, el paro… Y que sobre estas
cosas ni sabe ni quiere saber. Parece que no hay políticos en el PP, y sin
embargo todo es política. Qué extraños son.
¿Y cómo hemos llegado a esto en España? Pues los que entienden
dicen, y no les falta razón, que, entre otras cosas, España no tiene cultura nacional. Lo dice el escritor gallego Suso de Toro. Y es
cierto. La que hubo la destruyeron en la transición en ese empeño de destruir
la “España de Franco”, considerado el mal de todos los males. Nos hemos
preocupado muy mucho desde entonces en alabar y destacar las diferencias. Las
lenguas, las costumbres, la televisiones regionales, etc. y no de aquello más
general que nos une desde hace siglos. Nos hemos visto por la tele las fiestas
de todos los pueblos, hasta las más simplonas. Y somos una de las naciones más
antiguas de Europa. En los colegios, por ejemplo, se llega a estudiar el río que
pasa por tu pueblo, aunque sea el Sequillo, en vez de estudiar las tres
vertientes de la Península. Ya nadie sabe cuál es el rio más largo de España, o
el más caudaloso, o los afluentes del Tajo. Solo sabemos que el Sequillo no lleva agua
pero se desborda cuando llueve mucho, porque en realidad es una rambla. Rambla
que ha sustituido en la mente y el corazón al Duero, al Tajo, al Guadiana, Ebro, Guadalquivir…
La cultura nacional es cosa que sí tienen el resto de países europeos.
Francia, Alemania, Gran Bretaña, Suecia etc. Cualquier político, del partido
que sea, desde la más izquierdosa de las izquierdas a la más derechosa de las
derechas, es alemán, francés, sueco, italiano… y luego de la ideología que
quieras. Allí, aunque con ideas diferentes, todo el mundo rema en la misma
dirección. Y todos saben que son una comunidad, un país, una nación, una
patria, una cultura. Aunque tenga diferencias, que siempre las hay, como en
todas partes.
En cambio en España se ha favorecido mucho el conocimiento propio
y el desconocimiento de los demás. Nos hemos ido convirtiendo en islas. España
es ya un archipiélago. Una vez más nuestros políticos no han estado a la
altura. Bueno sí, a su altura. A la que ellos querían. Por la torpeza de unos y
el odio e insidia de otros. Ya decía Alfonso Guerra: «a España no la va a
conocer ni la madre que la parió». Y
como ellos consideraban que Franco inventó España… pues había que destruir los
cimientos. Europa, por ejemplo, ha sido es y será una buena excusa. Diluirse en Europa es la mejor
forma de que España vaya deshaciéndose poco a poco, como un azucarillo en el
café. A eso añadimos los cambios culturales, alejados de la tradición, que se
abrazan con pretexto de modernidad. Ejemplo la fiesta de Halloween. Y al mismo
tiempo destruyendo las fiestas que nos definían tradicionalmente como pueblo
ante los demás: los toros. En toda Sudamérica se celebran corridas de toros y
en Francia también. Pero…
Todos estos cambios van produciéndose lenta pero inexorablemente,
con pretexto de sustituir historias caducas, modernizar pensamientos
retrógrados… Lo que hay detrás de todo eso ya sabemos lo que es.
Y naturalmente esto no quiere decir que no hay que cambiar. Claro
que sí. Pero los cambios deben venir de forma natural. Como ha hecho siempre la vida. El turismo y el
bikini han hecho más por modernizar España que otras muchas novedades
artificiosas, que no buscan cambios, sino borrar la historia.
No nos extrañe pues que tengamos independentistas de todos los
tamaños, colores y formas. Estaba previsto. Teníamos la ecuación X+ Y+ Z = E.
Es decir: historia común, más costumbres comunes, más cultura común igual a
España. Y ahora tenemos la ecuación X – Y – Z = 0. Es decir: historia común,
menos costumbres comunes, menos cultura común igual a cero. Se veía venir y
veremos más, mucho más.