Ya no tenemos patria, si acaso la
tuvimos alguna vez. Resulta chocante, y cansina, esa expresión generalizada en
nuestro políticos: «en este país…»
No creo que esa expresión la diga un
francés, o un alemán, o un italiano, o un británico, o… Cuando los políticos
hablan de su país dicen su nombre propio: Francia, Alemania, Italia… etc.
¿De dónde nos viene a nosotros esta expresión? Indudablemente es una forma de evitar decir el nombre, conscientemente,
por tanto debemos contar para la respuesta con los dos pilares que han conformado
nuestro desaguisado interior: la izquierda, que es quien propone palabras y conceptos y les da marcha, y
la derecha que es quien las asume. Pero la voz cantante en estas cuestiones,
como en casi todo, la lleva la izquierda. La izquierda, en España, crea escuela
para todo. La derecha ni crea ni se destruye, solo se transforma… en una
izquierda pequeñita, con miedos y rubores infantiles.
Que todos somos hijos de la historia,
desde luego es una perogrullada, pero, incluso aquellos países cuya historia es
infinitamente más intrincada que la nuestra asumen su nombre y por tanto su
historia. Lo contrario sería perder la memoria, y sin pasado no hay presente
claro ni futuro predecible. Así sabremos que vamos del punto A al C, pero que
no debemos pasar por B, porque la vez que lo hicimos nos salió mal y pasaron
muchas y malas cosas. El pasado es una lección permanente que, bien asumido,
sirve para corregir el rumbo y enmendar errores. Hay que mirar al frente,
apechugar con lo que hay y seguir escribiendo la historia sin borrar nada,
porque queda ahí como referente histórico. Pero en España, en “este país”, no
sucede así. Ahora queremos borrar nombres del pasado en las calles y cosas por
el estilo. Es un intento constante de borrar de nuestra memoria sucesos que no
gustaron o no fueron provechosos para un determinado sector político. Eso es
algo muy de la izquierda, que entiende que el único mundo posible y permitido es
el suyo. Es el maniqueísmo puro y duro que les es tan propio. Ellos son los
buenos y todo lo demás es malo por sí mismo. Porque de la maldad no puede salir
más que el mal. En cambio de la bondad… La bondad les pertenece, la justicia y
el amor al prójimo les pertenece desde el origen. En la escenita de Adán, Eva y
la serpiente, adivinen a qué grupo político pertenecía cada uno de ellos.
¿Quién creen ustedes que hizo el paraíso? No sean ingenuos, por Dios.
En este afán por borrar la memoria de
los españoles, de “resetearla”, como se dice ahora, suceden cosas verdaderamente
repugnantes. En tiempos de Aznar, por ejemplo, aún con sus enormes fallos, España vivió tiempos de bonanza económica y
también en política internacional como no los había vivido desde hacía… uf, ni
se sabe. Eso, naturalmente, no podía quedar en la memoria colectiva. De ninguna manera. Hay que destruirlo como
sea. Y ahí llevan, desde entonces, sacudiéndole por todas partes, y así
seguirán hasta que se muera, y entonces le harán un epitafio poniéndolo de
fascista y nazi a tope, para enterrarlo bien enterrado y si quedara algún
recuerdo, que sea bañado en el odio suficiente. El muerto enterrado boca abajo
y una enorme losa de piedra encima. Por si acaso. Aún recuerdo los chistes en
las series de TV más populares: “eres más feo que el bigotillo de Aznar”, y
cosas por el estilo. A nadie se le ocurrió jamás decir…”eres más mentiroso que
Felipe González”, pongo por caso.
Es un empecinamiento que siempre ha
llamado la atención. Es una querencia del tiempo pasado y una negación del
tiempo presente. Ningún avance es posible, más que por el camino que ellos
marquen. Y así es, así hemos vivido muchos años y así continuamos, de modo que
las puertas del siglo XXI siguen cerradas para nosotros, que queremos cerrar
todavía el XX pero… «de otra manera». De
modo que estrenado ya el siglo, continuamos en muchos aspectos, influidos por
nuestros dirigentes políticos, caminando con las zapatillas de esparto atadas
con cintas de otras épocas. Y resulta ya ridículo. La gente en general, y la
gente joven en particular, desea ya una España
moderna, que mire al frente. Necesitamos como el comer un proyecto claro
de futuro, basado en una relación entre los españoles y España, con otros
aires.
Pero esto no sucederá mientras la
izquierda no asuma la historia, buena y/o mala. Incluso se advierte un deseo en
volver atrás, a determinados momentos. Como si el tiempo no hubiese pasado. Y
la derecha, vacía de ideas e ideales, asume esas posturas y no aporta nada.
Habla floja, cayéndosele las palabras de la boca, como muertas y sin ánimo. Con
semejante actitud no convencen a nadie. Un líder debe creer en sí mismo y en lo
que dice. Eso la izquierda lo sabe y aprende muy bien en la primera lección.
Otra cosa es que la creencia sea correcta.
¿Se imaginan un programa de Televisión
como el del pequeño Wyoming, pero dedicado a sacudirle a la izquierda y levantarle todas
las falsedades e hipocresías? Yo no.
De modo que entre la cobardía, falta
de espíritu e ideas de la derecha, la izquierda juega sola todos los partidos y
lleva la voz cantante en tantas y tantas cosas…
Y entre tanto, el gallego que sonríe
sin dientes, ocupado, y hace bien, en la economía, y sólo en la economía. Pero… ¿no hay nadie más para hacer política? ¿No hay nadie que diga algo más de tantas
y tantas cosas?
Están acohonaditos, porque saben que
cualquier batalla que se plantee, por insignificante que parezca, se verá
sometida a un bombardeo intensivo de las fuerzas armadas de la izquierda, desde
todos los frentes, que son muchos, y entre su fiel infantería y la artillería
que viene detrás (piensen y verán periodistas y grupos de comunicación), asegura que ninguna batalla sea perdida, por pequeña que sea.
Ellos no desechan nada. Todas las ideas les pertenecen, de modo que cualquier
idea, plan educativo, económico o de lo que sea que salga de la derecha, debe
ser atacado, ridiculizado y destruido. Y claro, el mundo se llenó de cobardes,
aunque de vez en cuando algún héroe se deja ver, aun a sabiendas que será
vapuleado y vilipendiado diaria y constantemente. Ministro Wert, por ejemplo.
Así que los demás andan escondidos.
En política, las izquierdas se pasaron
tres pueblos, y la derecha no llegó a ninguno. Y así estamos. Está claro que
una revisión de los ideales, las maneras y las formas de los partidos políticos
sería muy beneficiosa para todos. Nuestra entrada en el siglo XXI pasa por ahí.
De modo que cada uno haga su concilio, por favor.