Con más de treinta años en el poder, los andaluces han vuelto a
dar el mando a los socialistas. Con la inmensa red de clientelismos,
favorecidos y choriceo en general, a ver quién es el guapo que no les vota. Es
votar sus habichuelas. Cada votación en Andalucía es la continuación de un
sistema podrido del que no quieren, unos, y no pueden, otros, salir. Tal es la
cosa que el PSOE, y su clientela, se han convertido en la sección conservadora
de la sociedad andaluza. Conservadora de sus mamandurrias y su sistema de
corruptelas.
Los libros sobre los movimientos sociales que antes manejaba la
izquierda lo decían muy claramente. A mí
me examinó el correspondiente profesor de historia, —socialista,
naturalmente—, con esa misma pregunta para el examen final, oral. Cómo hacen los de arriba para que los de abajo
no les quiten el poder. Porque los de arriba hacen algo para mantenerse en el
poder, y los demás hacen otras cosas para quitárselo. Esa, decían, es la
dinámica de la historia. Es decir, que todos los partidos son pues progresistas
y/o conservadores según donde se encuentren. ¿En el poder? Conservador. ¿En la
oposición? Progresista. Vale. Respetemos ese juego. Pero…que después de más de
treinta años en el poder, y con todo lo que sabemos que pasa por ahí, más lo
que sospechamos que pasa, que siga existiendo tanto paro y que Andalucía siga
estando a la cola de España y Europa… es muy fuerte. El PSOE es, como decían las
viejas pero vigentes teorías socialistas, el partido conservador andaluz. Mira
tú por dónde.
Un conocido y sesudo comentarista político señalaba que la famosa
“franja de Gaza” tiene el mismo porcentaje de parados que Andalucía. Y oigan
ustedes, Andalucía está en Europa, no en medio de países en tensión
permanente. Disfruta Andalucía de una posición aventajadísima para que la vida
mejore significativamente. Pero treinta años, y sonrisas, y frases, y palabras,
y que malo es el PP, y que ladrones, y
Gürtel, y el otro y el de mas allá…Y la casa sin barrer. A la izquierda, como a
los nacionalistas, se le da muy bien desviar balones para que la atención se
ponga en otras cosas. La cosa mediática la bordan. Un diez. Igual que en Cataluña
ocultan sus trampas tras la cortina de la independencia, los socialistas
andaluces ocultan las suyas con el palabreo habitual: los señoritos, la
libertad, las tierras, los obreros, la gente que pasa hambre, la infelicidad de
los pueblos oprimidos, la tiranía de los otros, los que se quedan sin casa, etc. etc. etc. Los
que no creen en eso pero saben que ahí le van las habichuelas pues… no tienen empacho en repetirlo y hacerlo
suyo, y los demás… pues son gente que se deja convencer por las palabras fáciles,
los gestos, los mensajes simples —me recuerdan los mítines
enfadados de Hitler, con sus gestos, sus gritos y sus puñetazos al aire que
hipnotizaban a la gente—,
el puño cerrado, el grito, la convicción de enfado
ante tantísima injusticia, y piensan realmente que estos les van a salvar. Pero
en más de treinta años no les ha dado tiempo todavía. Pobres andaluces en una
Andalucía rica en tantas cosas.
Cuando uno habla con nacionalistas catalanes o vascos, el tema
andaluz les escuece mucho e incluso se justifican en él para sus reivindicaciones
separatistas. Esa Andalucía que recibe tanto —y que luego lo
dedica a eso que sabemos ya, dicen— , y que aporta tan poco, es algo
que, justamente, no lo pueden asimilar. Les escuece. Y razón no les falta.
¿Es que acaso el PSOE es incapaz de crear riqueza —para unos sí, evidentemente—,
de hacer avanzar a la sociedad andaluza hacia la modernidad y el verdadero
progreso? No hay progreso si no hay trabajo. Nada. Cero patatero de progreso.
Parece ser que no, que no es capaz, porque pocas izquierdas son tan “especiales”
como la izquierda española, todavía con la revancha de la Guerra Civil,
encantados de abrir una y otra vez las heridas, porque viven de lamerlas. Y más aún la andaluza, donde hay
tanto millonario de izquierda que habla de repartir, de justicia social, de
tantas y tantas palabras de acusación pero… A eso se le llama hipocresía. Y a
los que les votan, apesebrados o
ingenuos, que de todo hay.
Así que no nos extrañemos que haya gente que piensa que la
verdadera carrera de España hacia el autentico progreso y bienestar, pasa por
liberarnos de una Andalucía acomodada en
el derroche, la corrupción y la falsedad.
Tal vez el invento de las comunidades haya sido el más perverso de
la transición. Al tener un solo gobierno, un solo poder, es mucho más
controlable. Pero cuando se tienen diecisiete nacioncitas, con todos sus
gobiernitos, ministerios y ministritos, con todos sus funcionarios, con su
política particular en tantas y tantas cosas y que además cada una tira para lo
suyo sin querer aceptar muchas veces las reglas de juego generales… ese barro
en las ruedas del carro, y no otra cosa, es lo que nos impide avanzar. No estábamos
hechos para esto. La transición no fue más que un apaño de políticos ente
políticos para llegar hasta aquí. Nacionalismos, derroches, golfería, mentiras…
Felipe González les decía entonces a los vascos… “tranquilos, eso es vuestro”.
Supongo que también les diría lo mismo a los catalanes, por eso apenas hicieron
oposición en Cataluña como en el País Vasco, y de ahí viene la radicalización
de unos y otros. Y pensaría lo mismo de Andalucía. Aquello es lo suyo, lo de
ellos. Y tan es así que ahí van, a la cola de la cola.
Y no era tan difícil si se pensara con generosidad y honestidad,
valores ambos sobradamente demostrados en estos años de su total ausencia. Algunas
condiciones indispensables sin ser más listo que nadie: justicia independiente
de partidos; favorecer la creación de pequeñas industrias, que son las que
contratan; bajar los impuestos a los autónomos. No más enchufados, no más funcionarios, no más trampas ni tramposos,
justicia rápida e inflexible, cumplir las reglas del juego de todo el país… Y
Andalucía subirá. Lentamente, pero subirá. Pero… no es esa la idea del PSOE, y
yo diría que de ningún partido político. Se piensa en clave de poder, no en
clave de bienestar, de libertad, de auténtico progreso. No se piensa en el
ciudadano, ni en el país. Los partidos piensan… si hago este movimiento… ¿nos
beneficia como partido?
O bien nos separamos todos de Andalucía, o bien nos quitamos de
encima las autonomías, que, como ya decía la película de Rafael Gil, se
convirtieron muy rápidamente en “autonosuyas.” Y Andalucía, a la vista está, después de más
de treinta años en la cabeza del paro, es el resultado de esa manera de hacer
política.
Quédensela pues. Déjennos libres.