miércoles, 30 de septiembre de 2015

DE CUBALUÑA Y OTROS LASTRES



No confundamos. Una cosa es Cataluña, otra cosa es eso que llaman  «el pueblo catalán» y otra cosa los ciudadanos que viven en Cataluña.

Cataluña está ahí, tal cual hace siglos, perteneciendo a la cosa hispánica, que al correr de los tiempos se llamó España, con la región catalana pegada a sus riñones. Jamás fue independiente y jamás fue un reino, como sí lo fueron Navarra, León, Aragón, Castilla  o Valencia.

Y otra cosa es el pueblo catalán. Si se entiende por las gentes que viven en Cataluña, bien está; pero si se entiende como los súbditos del Estado Independiente de Cataluña, es una idea tendenciosa y aberrante.

Lo que sí es cierto es hablar de los ciudadanos de Cataluña. Esto se entiende muy bien por la teoría de conjuntos. Sea E, el conjunto mayor, y C un subconjunto dentro de aquel. Todo el que pertenezca a E no tiene por qué pertenecer a C, pero sí todo el que pertenece a C pertenece a E, por ser eso, un subconjunto. Fácil. Un niño lo hubiera entendido.

Pero fuera coñas. Una vez entendido esto, resulta antipático escuchar una y otra vez hablar de Cataluña como si fuera un país, con sus ciudadanos secuestrados por otro imperialista. Y todos los partidos españoles (ayyyy… qué miedo da la expresión) deben desmontar constantemente estas expresiones que pudieran llevar a la confusión. No se debiera bajar la guardia en esto porque ya sabemos todos que los independentistas de Cataluña insisten en este lenguaje, arropándose en esa bandera tan parecida a la de Cuba. Tal vez quieran un régimen como el cubano. Tal vez dentro de un tiempo aquello se llame Cubaluña. Oigan, por buen camino iban. Por cierto, y no deben llamar sus presidentes el “molt honorable”. No es muy honorable precisamente.

Estamos realmente cansados de esta gente. Con un PP timorato y un PSOE esquizofrénico hemos llegado hasta aquí, mal, pero hemos llegado. Ahora conviene que cada uno, PP y PSOE, adquieran su auténtica personalidad y no transijan más ni busquen jamás la ayuda de los  independentistas. Pero… ese es el problema. Ya estamos cansado de que el PSOE, cada vez que llega al poder, destroce el país y vuelva la gente a elegir a los serios del PP para reencauzar la cuestión, para luego volver, gracias a la demagogia y la esquizofrenia a elegir al PSOE para volver…  Y así una y otra vez, dejándonos exhaustos para avanzar en el camino de la evolución de las especies y las naciones. Una y otra vez volvemos al punto de partida. Por dios, salgamos de este círculo vicioso de una vez.

Creo sinceramente que el pueblo español (ahora sí) está muy por encima de estos dos partidos. Les hemos pasado. Sentimos que son una rémora para nuestro camino hacia el estrellato. Tal vez por eso estos partidillos nuevos que aparecen nos parezca una solución para muchos: salir del poder entre los dos grandes que una y otra vez nos meten en el lío del que no acabamos de salir.

Creo que ha llegado el momento de, efectivamente, volver a dar otro empujón (por favor, que sea el “refinitivo”) a la transición y que de una vez por todas salgamos de las aguas turbias y tengamos cien años, como mínimo, de auténtica paz y progreso, que es lo que queremos.

Claro que Cataluña tiene rasgos diferenciales. En España todas las regiones tenemos esos rasgos. Valencia, digan lo que digan los esquizofrénicos de la izquierda, es diferente a Cataluña, en todo. Nada de País Valenciano. Valencia ha tenido siempre su propia personalidad, incluida las lenguas que en ella se hablan. Todas las regiones españolas tienen su propia personalidad. Esa ha sido nuestra diferencia y nuestra riqueza con respecto a otros países. Recuérdese que también en los países próximos había distintas lenguas y culturas y que una política enérgica acabó con esas diferencias logrando unificar esos países, todos ellos punteros en el conjunto de las naciones. En España no se supo o no se pudo o no se quiso, pero hemos llegado hasta aquí con esas variantes, que son una riqueza si… fuésemos inteligentes. España es un mosaico, un pequeño continente en el paisaje y paisanaje y eso debe satisfacernos. Ya saben, viva la diferencia.

Los socialistas españoles (¡Oh!), que tanto han bebido de Francia, deben recordar que allá se hablaban varias lenguas y que hoy todo el mundo habla francés. Lo demás queda para el estudio y museo etnográfico. Francia es un gran país, así considerado por todo el mundo. ¿Por qué los socialistas españoles no se fijaron en eso?

En cualquier país de Europa, se puede ser de izquierdas, derechas, centros, liberales, conservadores, democratacristianos o ranitas de san Antón, pero… todo el mundo es de su país. Un alemán es alemán, un francés es francés, un italiano es italiano…Independientemente de lo que les separa está lo que les une. De modo que, por favor, no nos tuerzan la convivencia, sean responsables y déjennos avanzar en la historia. Hoy todos tenemos familiares y amigos en cualquier rincón de España. No existe el pueblo catalán, sí el pueblo de Cataluña, formado por los que allí viven, pero eso no es una entidad política. No juguemos con los sentimientos. ¡Aaah… la inteligencia emocional, que gran traidora!

Urge pues poner las cartas boca arriba, dejar el juego bien claro y renovarse definitivamente. Hagamos la segunda y definitiva transición y luego, referéndum nacional.

Que las autonomías han sido lo peor que nos ha ocurrido en la historia es un hecho. Es costosísima y es un lastre para nuestra recuperación política y económica y nido de todo tipo de sinvergüenzas y traidores. Hemos creado un monstruo que nos supera. Se han multiplicado increíblemente los funcionarios, en cada gobiernito, con todos sus ministritos y sus coches oficiales. Los poderes del Estado se han repartido entre irresponsables codiciosos política y económicamente y nos dejan secos, con hambre de bienestar y libertad. Nos han secuestrado. Es hora de volver a la normalidad. Pido un referéndum para saber si queremos o no autonomías. Si es que sí, que se ponga bien a las claras el juego político, si es que no, borrón y cuenta nueva. Como Francia, Alemania, Inglaterra, Italia…

La vida nos espera, vayamos a ella con el baúl de nuestra variedad dentro de una unidad nacional.

¿Autonomías? No, gracias. Debes dejarlas crecer.

martes, 8 de septiembre de 2015

ESTO DEGENERA


Islam, yihadismo, guerras de religión,  religión sí o no, laicismo,  ricos cada vez más ricos, pobres cada vez más pobres, desaparición paulatina de la clase media, desaparición del trabajo humano por robots y máquinas, guerras, armas, amenazas, abandono de animales, de niños, muerte de niños a manos de sus madres o padres,  de madres por sus parejas, desaparición del matrimonio, avance inusitado de divorcios y “matrimonios” gays,  huida de decenas de miles de personas por causa de hambres, de guerras, de persecución religiosa, gente sin escrúpulos que vacía las arcas públicas sin ninguna conciencia… Algo serio está pasando cuando se dan en el mundo tantas cosas a la vez. Y entretanto Europa deshojando la margarita de su propia existencia.
Está claro que el siglo XXI ha comenzado  convulso, y no ha hecho más que comenzar. A la crisis económica general se une la crisis moral de occidente, cuestión que está aprovechando el Islam para introducirse mediante una invasión pacífica primero, a propósito de las guerras. Y como no, el Papa Francisco, elevando el “buenísmo” por encima de todo y de todos, decide esos gestos que quieren sacar a la Iglesia del olvido de la gente para hacerla protagonista de la agonía… de Europa. Ella, que fue baluarte contra la barbarie y el medievalismo persistente en esos países que todos sabemos. Se lo acaba de decir el obispo húngaro Kiss-Rigo que se encuentra al frente de esa avalancha. No todos son refugiados. Hay mucha gente joven, que llega con descaro, con el grito de Alá es grande, y con todo el odio hacia occidente, y que en cuanto puedan comenzarán a destruir los cimientos de la sociedad que conocemos. Al tiempo.
El bueno de Chesterton lo decía ya en su tiempo: «el mundo se ha dividido entre progresistas y conservadores; los primeros juegan a cometer errores y los segundos a no corregirlos».
Y así , efectivamente está la cosa. Durante años, por iniciativa de unos y dejadez de los otros, se ha ido socavando la idiosincrasia europea con la música de la libertad (hermosa palabra, tan corrompida y sobada), la puesta en duda de toda autoridad (véase hoy padres y escuela) y se ha instalado como consecuencia la dejadez, la desidia, el pasotismo, la falta de creencias éticas y morales o la sustitución de las antiguas por otras nuevas. Como los valores de la bolsa, unos suben y otros bajan. Y nos creíamos que éramos modernos y avanzábamos en la libertad del individuo, y pasamos de matar a dios a inventar, por necesidad de creer en algo, mil diosecillos vestidos de tecnologías que deseamos alcanzar afanosamente para estar a la última, o a endiosar a los famosillos, o buscando la fama sin sentido etc.  He ahí los programas de la tele en mente de todos que tanto ayudan a mejorar el mundo convirtiendo en zoquetes a millones de personas (incluidos universitarios) opinando del matrimonio de este, los cuernos de aquel, las operaciones de la otra… Año tras año.
Las fotos en primera página de la primera boda gay, la primera boda gay entre policías, la primera boda gay entre guardias civiles, la primera boda gay entre… No hay día en que no festejemos las miradas dulces y los besos apasionados entre el sargento y el cabo, entre la cantante y su novia, entre el embajador y su marido o entre el presentador y su esposo. La homosexualidad  es uno de los “nuevos valores” que  han pasado de ser una excepción a ser regla.  Tal es el ansia de reconocimiento social a la legión de aparecidos del fondo del armario que son un lobby. Lo antinatural es ya ser heterosexual. Con qué alegría se vive la cosa, oiga.
Además, la aceptación social de estos valores tiene tanta y tan buena propaganda (vean series de televisión) que incluso está acabando con profesiones que antaño eran sólo de mujeres. Una amiga del oficio de peluquería me cuenta que si no eres hombre y gay, no encuentras ni trabajo ni reconocimiento por muy artista que seas. A las mujeres les fascina que las peine un hombre.  Aunque sea gay.
De pronto nos da un temblor y nos volvemos al hombre mono. Decenas de miles de años de evolución para nada. Gracias, televisiones por ayudar  en la educación de la gente.
 También en el derrumbe tiene que ver el capitalismo a ultranza, donde sólo la ganancia cuenta, y no importa nada más.  Caramba, si eso ya lo inventaron los antiguos. La mejor economía (para los ricos) es la esclavista.
De modo que vimos el desmorone de los países de la órbita socialista, y ahora vamos a ver (ya comenzó) el declive paulatino del capitalismo, incapaz de asegurarse una clase media próspera (económica y moralmente), que es la que sostiene todo el sistema por el afán de la ganancia a toda costa. Como si no tuviesen que contribuir al bien común. Pero nos han ido descafeinando culturalmente poco a poco  (recuerden a Chesterton) y apenas quedan armas para luchar contra tanta catástrofe. Europa, sin su tradición, sin su historia, con el fracaso del socialismo y la traición del capitalismo feroz, está vendida.
Cierta vez asistí a una cena a ciegas. Se nos ofreció un vaso, o sea, vaso, con un potingue líquido que sabía a todo y a nada. Los comensales comenzamos a decir qué es lo que saboreábamos, en un intento de descubrir por el olor y el sabor lo que comíamos. Nadie acertó. Hasta que el sagaz Metre nos sorprendió a todos con su “tortilla de patatas deconstruida”. Un fiasco, oigan. Con lo sabia que es esa mezcla tan gustosamente paladeada por todos nosotros.

Pues como en la cocina moderna, el ”homo europeo” ha sufrido una  “deconstrucción” hasta quedar en una sustancia que no se sabe qué es, con sabor a nada, que ha perdido sus orígenes, su sabor y su cultura. Y ese es el problema. Nos hemos pasado de modernos e inventado un progreso con el que no progresamos (los ricos sí), sin darnos cuenta de que los cimientos de un edificio no se pueden tocar, los muros maestros son intocables y en Europa todos sabemos cuáles han sido esos muros… que se desintegran lentamente.
Sólo así se explica, ante el vacío de los paraísos religiosos (en nuestra cultura, no en el Islam) y la disolución de la moral individual y social,  la abundancia de sinvergüenzas, la sensación de vacío y desamparo y por tanto, fíjate tú qué cosas, la vuelta a la creencia religiosa. Aunque etérea, para muchos es la más solida tabla de salvación de principios y moralidades. Se está produciendo un retorno a las raíces, ansiando la seguridad de un mundo que, aunque confuso, resultaba más firme y era una muralla defensiva frente a otras culturas menos condescendientes. El cristianismo, con sus más y sus menos, ha sido la única y efectiva frontera contra la barbarie medieval. Si dios murió, parece que está resucitando. Pura necesidad.
Y si éramos poco parió la abuela. Como no tenemos problemas nos vienen a salvar los señoritos de Cataluña. Y digo señoritos. Precisamente (de nuevo Chesterton), se debe su pujanza a los años en que unos y otros le han obsequiado con poderes que el estado no debiera haber dejado jamás. Educación, por ejemplo. Pero también hay otros. El gobierno catalán ha facilitado la entrada del mundo islámico con la promesa de una gran mezquita (la más de lo más) nada menos que en la plaza de toros de Barcelona si a cambio votan independencia. No venden a Cataluña, nos venden a todos. Incluyendo Europa.
Las autonomías, las malditas autonomías han sido el fiasco más grande que en España se ha cometido jamás. Si se suponía una  buena intención, la cosa era, y es,  que no estábamos preparados para esto. Ni nuestra tradición, ni  nuestra historia ni nuestro carácter van con esto de las autonomías. Y resulta extraño, pues la izquierda española siempre ha copiado de la izquierda francesa, y Francia es una, grande y libre, y todo el mundo habla francés.  Como decía el humorista Forges, hemos pasado de ser una, grande y libre a ser muchas pequeñas y cabreadas. A ver quien le pone el cascabel al gato ahora.
Y encima, algunos de los protagonistas de esta situación (F.G), (Z) alimentan el disparate siguiendo con ese afán tan  de la izquierda española de destrozarlo todo para volver a edificar… a su imagen y semejanza. O sea, recuerden, la tortilla de patatas “deconstruida”, o lo que es lo mismo, los países socialistas.

Así que estamos sumidos en una gran crisis. Doble crisis, la de Europa y la nuestra. Nosotros. Ellos no.