No confundamos. Una cosa es Cataluña, otra cosa es eso que
llaman «el
pueblo catalán» y
otra cosa los ciudadanos que viven en Cataluña.
Cataluña está ahí, tal cual hace siglos, perteneciendo a la
cosa hispánica, que al correr de los tiempos se llamó España, con la región
catalana pegada a sus riñones. Jamás fue independiente y jamás fue un reino,
como sí lo fueron Navarra, León, Aragón, Castilla o Valencia.
Y otra cosa es el pueblo catalán. Si se entiende por las
gentes que viven en Cataluña, bien está; pero si se entiende como los súbditos
del Estado Independiente de Cataluña, es una idea tendenciosa y aberrante.
Lo que sí es cierto es hablar de los ciudadanos de Cataluña.
Esto se entiende muy bien por la teoría de conjuntos. Sea E, el conjunto mayor,
y C un subconjunto dentro de aquel. Todo el que pertenezca a E no tiene por qué
pertenecer a C, pero sí todo el que pertenece a C pertenece a E, por ser eso,
un subconjunto. Fácil. Un niño lo hubiera entendido.
Pero fuera coñas. Una vez entendido esto, resulta antipático
escuchar una y otra vez hablar de Cataluña como si fuera un país, con sus ciudadanos
secuestrados por otro imperialista. Y todos los partidos españoles (ayyyy… qué
miedo da la expresión) deben desmontar constantemente estas expresiones que pudieran
llevar a la confusión. No se debiera bajar la guardia en esto porque ya sabemos
todos que los independentistas de Cataluña insisten en este lenguaje,
arropándose en esa bandera tan parecida a la de Cuba. Tal vez quieran un
régimen como el cubano. Tal vez dentro de un tiempo aquello se llame Cubaluña.
Oigan, por buen camino iban. Por cierto, y no deben llamar sus presidentes el
“molt honorable”. No es muy honorable precisamente.
Estamos realmente cansados de esta gente. Con un PP timorato
y un PSOE esquizofrénico hemos llegado hasta aquí, mal, pero hemos llegado.
Ahora conviene que cada uno, PP y PSOE, adquieran su auténtica personalidad y
no transijan más ni busquen jamás la ayuda de los independentistas. Pero… ese es el problema.
Ya estamos cansado de que el PSOE, cada vez que llega al poder, destroce el
país y vuelva la gente a elegir a los serios del PP para reencauzar la
cuestión, para luego volver, gracias a la demagogia y la esquizofrenia a elegir
al PSOE para volver… Y así una y otra vez,
dejándonos exhaustos para avanzar en el camino de la evolución de las especies
y las naciones. Una y otra vez volvemos al punto de partida. Por dios, salgamos
de este círculo vicioso de una vez.
Creo sinceramente que el pueblo español (ahora sí) está muy
por encima de estos dos partidos. Les hemos pasado. Sentimos que son una rémora
para nuestro camino hacia el estrellato. Tal vez por eso estos partidillos
nuevos que aparecen nos parezca una solución para muchos: salir del poder entre
los dos grandes que una y otra vez nos meten en el lío del que no acabamos de
salir.
Creo que ha llegado el momento de, efectivamente, volver a
dar otro empujón (por favor, que sea el “refinitivo”) a la transición y que de
una vez por todas salgamos de las aguas turbias y tengamos cien años, como
mínimo, de auténtica paz y progreso, que es lo que queremos.
Claro que Cataluña tiene rasgos diferenciales. En España
todas las regiones tenemos esos rasgos. Valencia, digan lo que digan los
esquizofrénicos de la izquierda, es diferente a Cataluña, en todo. Nada de País
Valenciano. Valencia ha tenido siempre su propia personalidad, incluida las
lenguas que en ella se hablan. Todas las regiones españolas tienen su propia
personalidad. Esa ha sido nuestra diferencia y nuestra riqueza con respecto a
otros países. Recuérdese que también en los países próximos había distintas
lenguas y culturas y que una política enérgica acabó con esas diferencias
logrando unificar esos países, todos ellos punteros en el conjunto de las
naciones. En España no se supo o no se pudo o no se quiso, pero hemos llegado
hasta aquí con esas variantes, que son una riqueza si… fuésemos inteligentes.
España es un mosaico, un pequeño continente en el paisaje y paisanaje y eso
debe satisfacernos. Ya saben, viva la diferencia.
Los socialistas españoles (¡Oh!), que tanto han bebido de
Francia, deben recordar que allá se hablaban varias lenguas y que hoy todo el
mundo habla francés. Lo demás queda para el estudio y museo etnográfico.
Francia es un gran país, así considerado por todo el mundo. ¿Por qué los
socialistas españoles no se fijaron en eso?
En cualquier país de Europa, se puede ser de izquierdas, derechas,
centros, liberales, conservadores, democratacristianos o ranitas de san Antón,
pero… todo el mundo es de su país. Un alemán es alemán, un francés es francés,
un italiano es italiano…Independientemente de lo que les separa está lo que les
une. De modo que, por favor, no nos tuerzan la convivencia, sean responsables y
déjennos avanzar en la historia. Hoy todos tenemos familiares y amigos en
cualquier rincón de España. No existe el pueblo catalán, sí el pueblo de
Cataluña, formado por los que allí viven, pero eso no es una entidad política.
No juguemos con los sentimientos. ¡Aaah… la inteligencia emocional, que gran
traidora!
Urge pues poner las cartas boca arriba, dejar el juego bien
claro y renovarse definitivamente. Hagamos la segunda y definitiva transición y
luego, referéndum nacional.
Que las autonomías han sido lo peor que nos ha ocurrido en
la historia es un hecho. Es costosísima y es un lastre para nuestra
recuperación política y económica y nido de todo tipo de sinvergüenzas y
traidores. Hemos creado un monstruo que nos supera. Se han multiplicado increíblemente
los funcionarios, en cada gobiernito, con todos sus ministritos y sus coches
oficiales. Los poderes del Estado se han repartido entre irresponsables
codiciosos política y económicamente y nos dejan secos, con hambre de bienestar
y libertad. Nos han secuestrado. Es hora de volver a la normalidad. Pido un
referéndum para saber si queremos o no autonomías. Si es que sí, que se ponga
bien a las claras el juego político, si es que no, borrón y cuenta nueva. Como
Francia, Alemania, Inglaterra, Italia…
La vida nos espera, vayamos a ella con el baúl de nuestra
variedad dentro de una unidad nacional.
¿Autonomías? No, gracias. Debes dejarlas crecer.