miércoles, 18 de noviembre de 2015

EL CANSANCIO DE SER ESPAÑOL



Una vez más, todos los enemigos dentro. Hablamos de España, claro. Los franceses nos acaban de dar un ejemplo magnífico de respuesta a la barbarie cantando su himno por las calles. Incluso en el fútbol en la GB lo han cantado. Ha sido emocionante ver a toda la clase política francesa reunida  y unida, cantando juntos su himno. Y allí, como aquí, en el parlamento hay desde la extrema izquierda a la extrema derecha. Aquí, en cambio, además de silbar el nuestro  y de que no tenemos un himno cantable (fallo garrafal), siempre hay elementos internos dispuestos a mostrar la perversión de España y lo buenos que son los criminales. Ya han salido en los medios estos pacifistas extraños, siempre atentos al sufrir de los que matan y a sentir a España como un monstruo sin alma ni cabeza, capaz de comerse a los niños en las mismas entrañas de la madre. Somos malos malasombra, somos malos de verdad... etc. Recuerden los que puedan recordar.
Los españoles lo tenemos realmente difícil. ¿Cómo unirnos contra un enemigo si hay españoles que odian a España? Siempre hay mensajeros de la paz, jipis tardíos, que no comprenden, porque tienen  ya revenida la mente de tanto odio a sus propia historia, que nosotros, con nuestras cosas  buenas y malas, como todo el mundo, estamos en Europa, y tenemos una tradición cultural que es la que nos ha traído hasta aquí y  nos ha protegido de la barbarie medieval. A pesar de los pesares de guerras, hemos llegado a la paz y concordia entre nuestras naciones. Véase la Comunidad Europea.Y que otros, de fuera, desearían que esa hegemonía que Europa ha tenido en el mundo (con su bueno y su malo) acabe para siempre y retornemos a la edad media.
Qué envidia esos países que discuten sus cosas sin discutir al país. Que difieren en el modo de hacer, o de entender determinadas políticas, pero no cuestionan su país. Que cantan su himno en momentos de gloria y lo mismo hacen cuando arrecian las balas y caen herido y muertos. Saber que uno es francés, alemán, inglés, griego, italiano, danés, noruego, sueco... Saber que perteneces a una historia y una cultura... Saber que nada ni nadie es perfecto pero que ahí seguimos... cabalgando juntos...
Qué hermosa lección aquí jamás aprendida. Y lo más extraño es que se renuevan las generaciones pero siguen pensando igual. Es una tradición que se pasa de padres a hijos o... vaya usted a saber, pero desde luego hay una escuela de aprendizaje de odio a España y lo español que funciona sin cesar y con éxito. Por lo visto el odio se transmite mucho mejor que el amor.
Eso, entre otras cosas, nos pasa por ese invento del demonio que han sido las autonomías. Autonosuyas. Cada uno de los partidos ha visto la oportunidad de hacer su propia España, o  mejor su propio país, con su propia lengua, sus propios ideales, su propio himno... España se rompió con las autonomías. Si el abuelito lo dejó todo atado y bien atado, los cordones que nos unían se rompieron cuando las autonosuyas. Mientras que alemanes y británicos se han unido, nosotros estamos siempre intentando la fragmentación y que no exista la unidad española.
La izquierda, la verdadera transmisora cultural en España desde la juventud, transmite ese odio, con la indiferencia de la derecha ocupada en sus negocios. Porque no se ven gentes de letras, filósofos o científicos que dediquen parte de su vida a hacer pedagogía en los medios de comunicación. Dominados además por eso que se llama "progresía", que es el no va más de la razón, el bien pensar y la rectitud moral. Son dueños hasta del lenguaje, y por tanto  nadie les da réplica, y los pocos que hay, los medios se encargan de presentarlos como ultras locos de atar, característicos, gente sin alma que, fíjate tú, que cosas dice este de la derechona. Y si son de la "cadena de los obispos", como se encargan muy bien de explicar, son todos unos meapilas trasnochados partidarios de la inquisición hasta cuando van a comer pipas.
Qué suerte tiene Europa de unirse y comprender cuando algo grave sucede a alguno de sus miembros. En cambio aquí, qué comprensivos, que atentos, que amorosa acogida a todo aquello que nos reviente como país.
Ser español cansa, es una lucha diaria. La próxima vez que nazca...