sábado, 3 de mayo de 2014

EN MAYO LLEGÓ LA NAVIDAD

          




Tú no puedes verles, Nora, porque no aprendiste a convivir con gatitos, pero son cinco preciosidades, a veces como cinco cerditos, a veces como cinco tigrecillos, pero siempre como cinco ternuras. Con los ojos apretadamente cerrados, como no queriendo ver, como no queriendo contagiarse de lo que inevitablemente se contagiarán, la mala leche de todos los demás.
No se puede ver a un gatito recién nacido sin que a uno se le esponje el corazón y se plantee, de pronto, la dureza de la vida ante unos seres indefensos. Igual que los humanos. Menos mal que a nosotros, esos que tú llamas humanos y que a veces creo que ya no lo somos, de vez en cuando nos nace una inocencia, una sangre limpia, toda virtud y sin mancha, y nos hace recordar que pese a todo, la Vida sigue. Pero la Vida con mayúsculas. Inexplicablemente, pero sigue, insistente y testaruda.
A nosotros, que hemos convertido la vida en una lucha en la que nosotros somos nuestros peores enemigos, a falta de otros; a nosotros que convertimos la vida por el odio, la envidia, el egoísmo y la violencia en el mismo infierno, de vez en cuando nos llega un misterioso regalo lleno de bondad, ternura, sin mancha alguna, que es capaz de hacernos sacar desde dentro —allí donde lo guardamos entre las telarañas del egoísmo, porque no tiene cabida en nuestra vida y en la lucha diaria—, lo mejor de nosotros, cuando los humanos éramos humanos de verdad, es decir, llenos de humanidad. Y cada nacimiento, de bebé humano, de cada cachorrito animal, nos recuerda lo que fuimos, lo que perdimos y lo hp que somos ahora.  Ese cambio sustancial de la humanidad lo cuenta la Biblia, a su manera, en la bonita historia de Adán, Eva y el Paraíso. De cuando perdimos  la inocencia, como los bebés y cachorritos, y convertimos la vida en una batalla por la supervivencia y la dominación. Esa es la historia, lo que  pasa es que está convertida en literatura, pero si se la quitas, lo que queda es esa transformación. Paraíso e infierno estaban aquí, dentro de nosotros. No existen fuera, como espacios reales, ni el infierno ni el paraíso. Son dos estados... ¿del alma? ¿de la evolución? Llámale como quieras, pero son estados bien distintos, como ya sabes.
De modo que menos mal que la vida, a pesar de todo, nos sigue recompensando con una ración enorme de ternura, de bondad, de paciencia, de amor... Es como un permanente recuerdo de lo que fuimos en contraste con lo que somos, y puede que incluso una invitación a volver... si acaso... quizás... tal vez... si tu quisieras…
Nosotros, que estamos empeñados en la destrucción de todo y de todos, recibimos una y otra vez, con santa paciencia de madre, el regalo de una bondad absoluta, para hacernos sentir, para hacernos pensar, para hacernos cambiar. Para que seamos. «Yo soy el que Soy» cuenta la Biblia, a su manera, que decía aquel Jesús. Tal vez lo que quería decir el personaje fuera esto. Ser, en la bondad. Porque en la no bondad, no se es, aunque se está. Pero...
Por cierto. La madre de los cinco gatitos es primeriza. En su primer celo, además. Ya sabes, los gatos gamberros del barrio. La pobre, que era, y en cierto modo lo sigue siendo, gata callejera, no pudo luchar contra aquello y... aquí están los resultados. Pues a pesar de ser mamá por primera vez, que nunca lo había visto, a pesar de su juventud, a pesar de todo, hay que ver qué paciencia, que entrega tan inmensamente amorosa para sus cachorritos. Cuando les recogí en mi terraza, Nora -que por eso tú ahora no puedes venir- les puse una casita en medio de mi jardincillo, a modo del antiguo Edén. Mala copia, por cierto, pero es lo que había. Y yo le alimento y le cuido a ella, y ella hay que ver con qué entrega se dedica a cuidar de sus cachorritos. Ella necesitaba paz, seguridad, intimidad, recogimiento... Yo se lo di y me siento feliz por haberlo hecho. En realidad... ¿quien ayudó a quién?
Cualquier oportunidad de sacar la bondad es eso, una oportunidad para volver al estado inicial, cuando los humanos teníamos humanidad y la vida toda era un paraíso.
Estos días de Mayo, Nora, en casa es Navidad. ¿Comprendes ahora esa fiesta?



2 comentarios:

  1. Que regalo tan bonito te ha deajdo la Navidad de Mayo...a veces lo seres humanos damos todo lo bueno que tenemos...muy pocas veces es verdad, pero cuando lo hacemos nos convertimos en el más hermoso de los animales. Darle tu amor y cuidados a la mamá gatita seguro que hace que te sientas genial contigo mismo...

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    1. Hola Amparo, qué gusto saludarte. Espero verte pronto. Gracias por tu comentario tan cariñoso. La verdad es que es algo tan bonito de ver que estremece. Qué bonitos e indefensos son y qué madre tan atenta es. Todo un ejemplo.

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