jueves, 19 de diciembre de 2013

SABER, SABER SER, SABER ESTAR


             


            Nora, motivada por el informe PISA y las historias que en España nos acompañan cada día, está empapándose de cuestiones sociales, de sistemas educativos, de sociedades, maneras y formas. Me coge por banda y me explica según ella ve el asunto, qué tal es la cosa.
          —Parece ser que en esto de la educación, que no sé a estas alturas si realmente os preocupa mucho, poco o nada, hay dos modelos a seguir. Por una parte están los países de lo que llamáis Oriente, que basan buena parte de su éxito en una disciplina férrea. Estudiar es como hacer la mili, pero en serio —ya me contabas tú lo que holgazaneaste en ella—, es decir hay que esforzarse mucho, está mal visto socialmente ser una rémora para los demás, así que todo el mundo uniformado, todo el mundo con seriedad, todo el mundo a trabajar con ahínco, todo el mundo a asistir a academias y refuerzos después de las clases... Las familias, digo yo, deben vivir esto como una agobiante presión de la que socialmente no se pueden salir.
        —Sí, así creo que debe ser.
        — Además —prosigue—, es el estado quién vigila y se encarga de que ese sentido casi militar de la existencia se inculque desde la escuela y que nadie se libre de él. Ya sabemos todos, porque se ve, cuál es el lado negativo de la cosa. No obstante el despertar de la inteligencia, la capacidad de trabajo y por consiguiente los éxitos académicos están asegurados. Es aquello que decíais antes: la letra con sangre entra.
       —Efectivamente.
       —Pues bien, el otro modelo es el nórdico, basado en una asimilación social generalizada de la importancia de la educación para ser personas y darles a los niños los tiempos adecuados para aprender las cosas cuando realmente están maduros para hacerlo. Tanto en uno como el otro la aceptación social del valor de la educación es notable, tanto por imposición como por convencimiento general. Educación para todo: para saber ser personas y saber ser ciudadanos responsables. Honrados, por ejemplo. Saber, saber ser y saber estar, son las conductas humanas de más elevado sentido ético de la humanidad, sea cual fuere el país, la religión (con o sin), la raza, la clase social...
        —También lo creo yo. ¿Y?
        —Pues que la solución salomónica sería tomar lo suyo de cada una de las dos. Es necesaria una cierta disciplina en la escuela porque hay niños que no entienden que ni en el cole ni en ninguna parte se puede hacer lo que uno quiera y cuando uno quiera. El autocontrol es necesario, por respeto a sí mismo y a los demás. Cuantísimo daño han hecho ya a muchas de vuestras generaciones —no hay más que ver la tele, los periódicos, salir a la calle…— esa forma lúdica de entender la escuela. Y la vida toda. El contradictorio Rousseau, que tuvo con una mujer cinco hijos y la convenció de que los mandara a un hospicio según iban naciendo y luego se dedicó a escribir sobre pedagogía, tiene buena parte de la culpa, al considerar que el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad quien le pervierte.
       —Hay gente mala. Yo no lo dudo por los motivos que has dicho antes. No hay más que mirar.
       —Pero según dice la progresía pedagógica romántica, tan rusoniana ella, el ser humano ha nacido para ser feliz. Y está muy bien, pero no la felicidad a través del salvajismo, la indolencia y la incultura, sino la felicidad que da el conocimiento, el buen gusto, los ideales nobles y la sociedad honrada y cabal. Claro que en la escuela se debe estar a gusto, y divertirse a veces, pero sin olvidar que es un centro de educación y saber, y por tanto hay que saber, saber ser y saber estar, todo a la vez, y eso es incompatible con la falta de esfuerzo, de respeto y seriedad precisos. Disciplina pues —continúa—, la necesaria, la que ayuda a mentalizarse de que el tiempo hay que aprovecharlo, y que hay mucha gente a tu alrededor, niño o niña, chico o chica, que dedican su tiempo y esfuerzo a que te prepares para ser una persona adulta sana y sabia. Esas personas, todas ellas, merecen respeto y consideración porque sobre sus espaldas recae la gravísima responsabilidad de asegurar que la sociedad se perpetúe de forma sana, sabia, justa y noble en todo lo posible. La sociedad es como un organismo pluricelular que quiere perpetuar su especie en las mejores condiciones y triunfar en la existencia equilibrándose con el mundo que le rodea. Esto es incluso darwiniano. No nadéis pues contra corriente, no seáis ingenuamente felices o vuestra sociedad se verá en apuros graves, cuando menos, en unas cuantas generaciones. La evolución es para triunfar, para sobrevivir, para seguir siendo, seguir estando. No importa que haya buenos médicos, pintores, políticos, taxistas, mecánicos o vendedores ambulantes si no se sabe, no se sabe ser y no se sabe estar Con estos mimbres —termina—, la salud social está asegurada y sin traumas, y los di-chosos informes de PISA serán un trámite que refleje la salud social de un país y no tanto quienes saben más matemáticas, quienes leen más o se expresan mejor, porque estas  cosas se darán por añadidura…
          —Magnífico. ¡Nora for president!
          No será más que president de su familia humana, que la adora, pero viene a mí con esa loca decisión de besarme las manos hasta que se derritan, satisfecha de cuanto dice.
          Nora, mi dulce y querida Nora, si aprendiéramos de ti…

lunes, 9 de diciembre de 2013

NORA Y EL INFORME PISA




—Estremecedor —me dice Nora—, el nuevo informe de PISA sobre la enseñanza en España. Una vez más te doy la razón. El gran fracaso de la sociedad española desde el comienzo de la “democracia” es la educación. La democracia entre comillas lleva su mensaje.
—Ya te lo digo una y otra vez, Nora, pero vuelves a errar en el análisis. No ha sido un fracaso. No es en absoluto un fracaso. Es un éxito total. Está clarísimo que los que hicieron los diferentes planes de estudios, el sistema educativo en su conjunto, no querían hacer más que lo que ha salido. Como decía un famoso periodista, cada niño es un Peter Pan en un mundo feliz donde siempre se es niño y no se asumen responsabilidades ni esfuerzos porque son frustrantes, y ser feliz es lo primero y único en la vida. El cielo aquí y ahora. El paraíso ya. Para qué esperar más, como dice la iglesia católica. El sistema de estudios español lleva por título: En Busca De La Felicidad. Los padres, que también fueron adoctrinados en este sentido, no hacen más que repetir cuando los críos entran al cole: ¡Pásatelo bien! Esa es la consigna, el lema, el motivo de la escuela y la existencia toda.
Y claro que lo pasan bien. Como nunca. Teatros, excursiones, festivales, talleres, viajes en avión, tren, autobús, barco… Nunca ha habido tanta actividad en el cole, nunca tanto dinero, ni tampoco tanta burocracia. Apenas queda tiempo para estudiar y aprender cositas. ¡Estamos tan ocupados! Dicen lo maestros con toda razón.
Y entre tanta ocupación los niños no tienen tiempo de aprender las tablas (para qué, si hay calculadoras), o escribir (está el Word), o saber nada, ya está la Wikipedia.  ¿Y el esfuerzo? Es frustrante e impide gozar de la niñez. Jajaja.
Me comentaba un profe el otro día que puso un trabajo de música que consistía en averiguar y contar algo de músicos que hubieran sido ciegos. Los niños que participaron lo hicieron copiando páginas enteras y fotos de la Wikipedia o similares de Internet. Nadie se informó y luego escribió, a su estilo, un resumen aportando algo personal. Tan solo copia y pega. Odio al esfuerzo, premio a la abulia, la apatía el desinterés. Todo tiene que ser a base de juegos, y la cultura, el saber, es cosa muy seria —me decía otro profe desencantado con la profesión—. Son millares los profesionales de la enseñanza que están hartos de todo y de todos.
Y como siempre si los unos convierten la escuela en una fábrica de hacer Peter Panes, los otros la quieren convertir en una fábrica de fontaneros, electricistas, carpinteros…
No estaría mal, si el dinamismo social absorbiera luego a esos profesionales. Pero tampoco hay trabajo, no existe tal dinamismo. Así que a la educación entre unos y otros la mataron y ella sola se murió.
Todos los males vienen de ahí, efectivamente, Nora. El saber, el saber ser y el saber estar no forman parte de nuestros objetivos. Los que manejan el asunto tienen ahí, repetidamente, un suspenso mayúsculo. Además llevan repitiendo curso ni se sabe ya cuántos años. La cosa no es que esos políticos no sepan, que seguro que no saben, es que además no quieren. Por eso Nora, lo primero que hay que hacer, con toda urgencia, es arrebatar a los políticos la educación y la cultura. Que no sean ellos quienes la modifiquen a su antojo cada vez que uno sube al poder. Hay que sacar el sistema educativo de los vaivenes y codicias de la política.
Hay gente buena, honrada, eficaz, capaz de hacer un plan de estudios para resucitar a la sociedad española y ponerla en el siglo XXI. Y que dure muchos años el plan. Porque tiene que ser un plan que modifique la conducta de los españoles, que le haga ver cuáles son los auténticos valores y que se conviertan en parte sustancial de nuestro ADN social. Y cuando hablamos de valores no tiene nada que ver con meapilas. El esfuerzo, el valorar la cultura y la honradez, son tres ejemplos. Y que para cambiar la ley, dentro de muchos años,  tenga que haber un consenso súper entre todos los componentes de ese grupo. Se hizo cuando la constitución y se puede y se debe hacer ahora. Si no lo hacen están descalificados como dirigentes sociales ante los ciudadanos.
—¿Y eso que dicen unos que cuando lleguen al poder derogarán la nueva ley del señor Wert? —dice espantada Nora.
—Bueno, eso es de una desfachatez, sinvergonzonería y falta de todo, pero de todo, que tira de espaldas. Hay que tener pelendengues para decir eso. Un político no puede jamás reaccionar así. Eso no es un político. Eso es levantar con desespero la bandera de su mamandurria y gritar… ¡que me quitan lo mío…! Y claro les entra el terror y con él la venganza.
Ellos, los políticos, son una de las gravísimas consecuencias del sistema educativo español, creado por ellos mismos. Si consiguieran verse en el espejo se verían como lo que han sido y son para nosotros, frustrantes, castrantes, embusteros, hipócritas, demagogos, palabreros, vividores… y alguna cosilla más que tiene que ver con la economía. ¿De dónde viene esa falta de honradez y de escrúpulos? De la falta de educación. De la falta de estudio de ética, moral, filosofía, amén de las ciencias y letras debidas. Ellos son la consecuencia.
Más cultura y menos política señores.
—Y menos políticos —dice Nora.


Eso. También eso.

viernes, 15 de noviembre de 2013

LA SOMBRA


Llega el fresco, que no el frío. Adiós, por el momento, a sandalias, mangas cortas y pantalones de lo mismo, y bienvenidos calcetines, zapatos, camisas y cazadoras. De todas formas esto durará poco y dentro de unos días esta tierra volverá a ser lo que es: la casa de la primavera.
Mientras sale algo de sol Nora y yo aprovechamos para pasear. Es  bueno pasear junto al mar. Serán su infinitud y color lo que relaja y hace pensar, dándole a todo una perspectiva diferente. El mar es  bueno para la salud física y mental, facilita el pensamiento, el sosiego del espíritu y nos deja pequeños, como lo que somos, al lado de la inmensidad azul. A Nora y a mí  nos gusta sentarnos en uno de los banquitos de madera junto al mar, en los acantilados de las calas, y allí, recibiendo el aire y el yodo, y dejando descansar la mirada en el horizonte, nos quedamos quietos un buen rato.
Después de tres paseos y dos buenas comidas, Nora y yo nos recogemos al acabar la tarde. Ella, cansada, se relaja en su cama mientras yo peleo con el Encore intentando escribir en un pentagrama la música de “Sin Ti”. La oigo roncar. Me da pena que se duerma allí, porque luego la tengo que despertar y subir al dormitorio donde dormimos juntos. Su camita junto a la mía. Ella y su artrosis. Mecachis.
Pasadas las horas, a todo roncar, se despierta una vez a beber agua y aprovecho para recoger su cama y subirla. Ella ya sabe, y después de mentalizarse del esfuerzo que debe hacer sube los peldaños con decisión de sufrido montañero para que el sacrificio acabe cuanto antes. Al fin la paz de la cama, la oscuridad y silencio del dormitorio que invita a descansar.
Como sé que se levanta si yo no estoy, decido acostarme también. Ella me oye respirar y moverme y eso la tranquiliza y la lleva al sueño profundo.
No sé cuánto tiempo pasó pero, en mi duerme vela, abrí los ojos en la oscuridad por un frío repentino. Me incorporé y cogí la cubierta retirada a los pies cuando observé, delante de la cama,  una extraña y oscura sombra dentro de la ya oscura habitación. Me quedé  fascinado. Una negritud tan intensa, dentro de la oscuridad… Mi cabeza, confusa, no acababa de entender el fenómeno. Todo era frío y silencio, un silencio como pocas veces y un frío más que intenso, helado. Poco a poco fui siendo consciente de la situación y pregunté:
—¿Eres la muerte?
No hubo respuesta, así que volví a preguntar:
—¿Vienes por mí?
La angustia se apoderó de mi mente. Muerto yo, allí, ¿qué sería de Nora al despertar? Entonces vi que la oscura sombra se  hacía más grande, y como una capa negra se disponía a cubrir a Nora.
Tuve un gesto desesperado.
—¡Espera! ¡Ella no!
La sombra se detuvo, se irguió de nuevo, muda, plantándose ante mi cama y yo seguí diciéndole:
—Hay mucha gente que depende de ella. Hace mucho bien. Despierta sonrisas, abre corazones, provoca la ternura, da besos interminables. A su alrededor no hay más que felices y agradecidos rostros… Déjala aún, tiene mucho que dar y recibir. Llévame a mí.
Tras unos instantes la sombra se ensanchó y trató de cubrirnos a los dos y volví a decir.
—¡Espera, no, así no!
Me levanté  a por Nora. Estaba rígida y fría y supuse que había muerto. La cogí en brazos y la puse en mi cama, con su cabeza apoyada en la almohada. Yo me costé a su lado, la abracé, sentí su cuerpo y me apreté a ella. Entonces la sombra se hizo enorme, nos cubrió a los dos y se hizo la nada.
Un dolor en las caderas me decía que era hora de cambiar de postura. Pero caramba, ¿cómo puedo pensar esto si estoy muerto? Abrí un ojo dispuesto a contemplar con horror el vacío pero descubrí la suave luz de la madrugada en la ventana. Mi cabeza, confundida, no sabía que pensar. No sabía si estaba arriba, abajo, dentro o fuera. Descolocado por completo, perdida toda localización espacio temporal, abrí los ojos completamente y pude reconocer, no sin esfuerzo las formas familiares de la habitación. Los armarios, las sillas, la ropa, la cama… Estoy aquí —me dije—, no me marché. Entonces…
Fue como un subidón repentino de adrenalina, algo tan  fuerte que incluso me   incorporé de un salto a ver… a verla… Nora estaba allí, roncaba, respiraba profundamente. Mis ojos dejaron escapar lágrimas de felicidad, pucheros de angustia liberada. Nora despertó. Abrió los preciosos y brillantes ojos negros, me miró y al verme de pie se incorporó dispuesta a repetir su ceremonia amorosa de cada mañana: llenarme las manos de besos, incansablemente. ¿Será eso lo que deberíamos hacer todos los días?
Me arrodillé, la abracé y masajeé su cuerpo artrósico y, cuando íbamos a bajar para comenzar un nuevo día, alcé la mano para apagar la luz junto a la puerta y miré la cama. Estaba llena de pelos de Nora. Me dije: tengo que cambiar las sábanas.
El nuevo día estaba allí. Aire, nubes, sol, Nora, yo, paseo, el mar…


FIN

jueves, 7 de noviembre de 2013

QUE CORRA EL AGUA


Desde que Nora entra en Internet, bucea en los diarios digitales con la avidez del buscador de tesoros. Su afán de comprender el artificioso mundo de los humanos la lleva a consultar páginas y más páginas, buscando en la wikipedia, nombres, filosofías, historias… Se admira de la complejidad del mundo que hemos creado, pero muchas veces esa complejidad la lleva a la desilusión, porque demasiado a menudo tropieza, como si chocara contra un muro, contra los viejos vicios de la humanidad aun no resueltos: el odio, el rencor, la envidia, la venganza, la desidia, la deshonestidad… No comprende que humanos que han inventado el avión, viajado al espacio, capaces de curar enfermedades de manera increíble, de trasplantar órganos, de levantar catedrales y de pintar cuadros, sean luego tan mezquinos en su relación con los demás. “Hay algo que se me escapa”, me dice. Y tanto que se le escapa.
—Ya sabes, Nora, que regular nuestra convivencia es el invento más intenso, largo y aun no conseguido en toda la historia de la humanidad. Esa, y no otra, es nuestra gran creación, y por ahora, nuestro gran fracaso. Y eso teniendo en cuenta que hemos avanzado mucho.
Los seres humanos, Nora, tenemos dos vertientes que resolver: la personal y la social. Vosotros, en estado natural lo tenéis resuelto. Prima la sociedad y el individuo se amolda a ella. Si estuvieras con una manada de perritos tú sabrías cuál es tu sitio en esa manada y adaptarías tu comportamiento individual a esa situación. Lo que sucede es que no podrías salir nunca de esa fórmula. Pero nosotros no. Por lo pronto, ya habrás visto que hay dos grandes corrientes de pensamiento: aquellos que priman lo social, el grupo, y por la otra parte los que priman lo individual. Hasta el momento no se encuentran. Las sociedades de grupo que anulan al individuo han fracasado. Las sociedades que, pese a las injusticias y problemas, aun quedan, son las que defienden al individuo. Uno a uno. Para ellos la libertad es esencial. Los intentos de unión de las dos filosofías también han fracasado porque una vez más, el humano tiende a esconder más de lo que enseña, y muchas veces debajo de eso que venimos a llamar ideologías se encuentran personalismos y otros “ismos” sospechosos y mezquinos. Por eso el hombre carece de lógica. Vosotros tenéis más lógica. Nosotros no. A nosotros nos mueven más las emociones, los sentimientos… Buenos o malos, ese es el problema.
—Parece mentira, porque para inventar todo lo que habéis inventado…
—Vuelvo a lo de antes. Las cosas son cosas. Las relaciones entre las personas… son otro cantar.
—¿Y nunca crees tú que vais a solucionar ese problema?
—Creo que no. Solamente las sociedades avanzadas, modificada la esencia humana por la educación, han dado pasos positivos en este camino. Pero nosotros… tenemos a la educación prisionera de las ambiciones partidistas. Nadie quiere perder esa lanza que, movida a su antojo, penetra en la sociedad y conforma a los individuos y las sociedades según los criterios de quien la maneja.
—Entonces no sois libres.
—No, evidentemente. Somos prisioneros de las ideologías. Aunque luego sean los mismos que la manejan los que se saltan a la torera sus mismos principios.
—Eso es hipocresía.
—Y demagogia y de todo lo que digas, pero así es. Solo hay una manera de salir de esto. Y aún así llevará años, generaciones. Pero estamos en un buen momento para llevarlo a cabo.
—¿Ahora con la crisis?
—Precisamente por eso. De las crisis, si se actúa con nobleza y generosidad, se sale muy bien. Pero ya te he dicho dos palabras importantes: nobleza y generosidad. Aaaah… palabras del diccionario encerradas entre hojas otoñales…
—¿Y cómo es?
—Con un pacto por la educación. Que se reúnan representantes de toda la sociedad, que revisen la situación y que hagan, con la generosidad suficiente, si tienen lo que hay que tener, un plan educativo que dure años, muchos años, y que sirva para cambiar la mentalidad de los españoles.
—¡La mentalidad!
—Eso es. De nada sirve saber muchas matemáticas, filosofías o ciencias de no sé qué, si luego la sociedad no se mueve y esto es como un charco de agua estancada que poco a poco se va pudriendo. El agua debe correr para mantenerse limpia y fresca. Y la sociedad debe moverse para conservar su salud. Nunca beberé agua de un charco, pero siempre lo haré del agua que corra. Esa será una sociedad dinámica, que considere bien y premie a los que emprenden, a los que  tienen iniciativa. Y no la sociedad inmóvil, envidiosa y viviendo aun, interesadamente, con los fantasmas del pasado.
—¿No tenéis ahora una nueva ley?
—Sí, pero como la ley no la han hecho los unos, sino los otros, no la quieren por muy buena que sea. Esa es la punta de lanza que te decía antes. No se sabe si la ley será o no será, pero por principio, “sus principios”, es rechazable.
—Pobre ministro.
—La verdad es que sí. El señor Wert  no tiene cara, ni actitud, ni futuro político, por eso le pasa lo que le pasa. Si lo fuera intentaría componer “apaños” y contentar a todos. Pero creo que es un tipo loco que solo (nada más y nada menos) quiere poner orden y lógica en la educación. Pero… Qué terribles son los peros, y cuánto tiempo vivimos mal a causa de ellos.
Nuestros políticos, Nora, son el ejemplo más evidente del gran fracaso de nuestra educación. Estos políticos que han desvalijado bancos y cajas, o que han construido aeropuertos sin aviones, o auditorios sin músicos, o polideportivos sin deportes, o elementos arquitectónicos horribles en las ciudades que nadie pidió, o amasado fortunas de forma no elegante, o tratado a escondidas con mafias o terroristas o… Un amplísimo etc. Estos son los que, con igual criterio, manejan nuestro futuro y castran la educación de todo un pueblo.
—Hay que tener.
—Ya lo creo. ¿Por qué crees que el pueblo no se mueve y pide al pan pan y al vino vino? Pues porque ya sufre las consecuencias de leyes de educación anteriores. Se llama arterioesclerosis cultural y democrática. Eso es el agua estancada.
—Joooo… me pones depresiva.
—Lo siento, Nora. Pero para levantarse en medio de la podredumbre, hay que ser conscientes de que se traga “merde” todos los días, y solo entonces, alzarse con un grito de rabia y decir aquello de Vivien Leigh… “juro por dios que jamás volveré a pasar hambre…” Hambre de cultura, de sociedad libre y democrática.
—Pues que corra el agua, conyo.
—Eso, que corra. Hace mucha falta que corra.


viernes, 11 de octubre de 2013

UN LÍO ES UNA COLIENTE DE AGUA


Tienen razón los vascos y catalanes. Hay que irse. Hay que volver a los orígenes, a lo que siempre fuimos y a lo que nos gusta ser desde los Neandertales hasta ahora.
Hemos dicho algunas veces que todos somos hijos de La Historia. Lo que sucede es que nuestra Historia ha sido un poco… putilla. Entre unos y otros han acabado por ponernos un yugo para, forzadamente, unirnos a un único destino, cuando nuestra naturaleza es otra. Nada de un destino en lo universal. Y una mierda. No ha nacido el hijo de mi madre para unir su destino con otros. Nada de eso. Cada uno su destino y dios, o los dioses, en el de todos. Por cierto, nada de Dios, que es uno y por tanto unificador. Dioses suena mejor, pero como al fin toda agua desemboca en el mar deberíamos sustituir estas expresiones por otras menos mediatizantes. Veamos por ejemplo… ¡Meteorito! Esa podría ser  buena idea. Aunque…  bien pensado tampoco, porque un meteorito es una cosa. Y eso es unificar. Además se les pone nombre, es predecible… Se sabe su trayecto e incluso se les fotografía. No bueno. ¡Polvo cósmico! Esa sí es buena. El polvo cósmico está formado por trillones de partículas ínfimas que pululan por el espacio infinito sin rumbo. ¡`Perfecto! Así pues desde hora nuestra expresión favorita será esa. Polvo cósmico. Qué bien suena. Que relajante. No es peligroso, ni aglutinador.  Ya no eres ciudadano del mundo, sino del cosmos.
Pero volvamos a nuestro discurso principal, que no hay que despistarse en los meandros del río, ni dejarse engañar por los verdes paisajes de los numerosos afluentes de nuestra historia…
La cosa comenzó pues a fastidiarse con los cartagineses, que vinieron aquí a tomar posiciones y con el ánimo de dar por el saco a los romanos. Pero claro, nos dejaron la puerta abierta, y ahí comenzó todo. Antes, los fenicios y los griegos habían venido por las buenas, en plan comercio, vacaciones y tal. Pero estos no. Vinieron aquí para fortalecerse y disputarles a los romanos los límites del mar. Esa fue la primera pedrada en nuestros cogotes morenos. Luego vinieron los romanos, que después de darles pasaporte a los cartagineses, dijeron aquello de… ya que estamos aquí, pues… nos lo quedamos. Y ala, aunque les costó un montón, que ya se nos veía venir, los muy burros insistieron y nos metieron a todos en el mismo saco, que es justamente lo que no queríamos. Y sí, algunos por el norte les dieron la calda. Ya saben que los galos lo escriben todo y se adueñan de todo, y así, se sabe que los famosos Astérix y Obélix en realidad, eran vascos que se llamaban Chuknorrix y Biarrix, y que como buenos nativos no querían estar en el mismo saco.
Después de una larga pasada por los romanos que nos unieron, malamente, pero nos unieron, llegaron los bárbaros. Y hubo uno muy listo que se llamó Recaredo que, viendo el panorama, pensó que todo aquel conglomerado de gentes necesitaba un pegamento, porque no había Polvo Cósmico que lo pegara. La religión. Y esa es otra de las potencias vivas que nos unen a la fuerza.
Un tiempillo después llegaron los moros, que cumplieron con nuestras ansias de dispersión, y eso hicieron. Pero más tarde, un nuevo empeño, desde la política y la religión, nos metieron de nuevo en ese saco común al que nadie quería pertenecer: los Reyes Católicos. Nos unieron. Vaya si nos unieron. Y desde ahí hasta ahora.
Así que todos estos son los culpables de que seamos una cosa, un destino en lo universal. Cuando nosotros lo que queremos es ser distintos, ni juntos ni revueltos.
¿Qué otra cosa? A ver… ¿Queremos ser tribu? Nada de nacionalistas catalanes, vascos y demás, que esos son otros fachas unificadores. Queremos ir pueblo a pueblo, barrio a barrio, calle por calle, casa por casa, persona a persona. Queremos ser tribus… los que quieran serlo. Yo, mejor ni eso. Cada uno solito, que el buey solo bien se lame. Cada humano una república. Hay que volver al trueque y a viajar caminando. El mundo, ahora tan pequeño, se nos haría otra vez muy grande. Como debe ser.
Yo es que no le veo más que ventajas a eso de ser libres, independientes unos de otros. Y que desaparezcan ya de una vez esos nombres que en la historia no nos han traído más que desgracias conjuntas. Nada de España. Ni de Iberia. Nada de Tarraconense, Bética, y demás. Tampoco Edetanos, Contestanos, Vetones, Celtas o Turdetanos. Creo que el gran nombre que nos define, ese que encierra pero sin encerrar, que lo abarca todo sin abarcar nada, que dice de dónde eres pero sin decir donde es.. Lío. Seeee… Un Lío… Somos un gran Lío… y que nadie venga con su espada a cortarlo por lo sano.
Es fantástico ser Lío. Ni leyes, ni contribuciones, ni patriotismos, ni ejércitos, ni pagos ni nada de nada. Todo el día haciendo lo que te salga de la mandanga. Ya lo veo por Europa, esos Estados Acojonados Unidos: mira ese… es Lío… ¡Que fuerte tío! Ni reconoce leyes, ni estados ni haciendas,  ni hablas… ¿Ni hablas…? Nada. Unos hablan el “farfullo”, y otros la “jerga”, pero entre ellos tampoco se entienden porque no les da la gana. Pasan de tó. A la entrada del Lío, en la frontera nuestra, que ellos no reconocen hay una frase esculpida en piedra, una especie de leyenda medieval que dice: “Dejadme en paz”. Eso       para que nosotros le entandamos. Los de la jerga dice… Dehamne en pah. Y los del farfullo farfullan… jammeenpá.
Así que buenas gentes, desterremos de nosotros esas expresiones que desprestigian el Lio. No es un estado mental confuso, ni un hilo enredado, ni un problema de difícil solución. Un Lio es un estado del alma, un estado anímico, la pertenencia a un mundo que no es, donde no se es nada concreto y por eso se es todo. Lo que a uno le de la gana. Libres al fin de todo y de todos.
¡VIVA EL LíO!


jueves, 10 de octubre de 2013

EL SACO DE DORMIR



Cada día me levanto antes que Nora, no porque ella tenga más sueño sino porque creo que necesita dormir algo más, ya que no mejor. Los perros, ya se sabe, duermen con los ojos cerrados pero los oídos abiertos, y la proximidad de otros perros, la gente y los coches que pasan por la calle hasta altas horas de la madrugada la desvelan continuamente. Emite gruñidos, olfatea, se levanta incluso… Duerme a ratos, y lo sé porque ronca. Si ronca, duerme. Así que por las mañanas me levanto sin hacer ruido. Creo que incluso entonces abre un ojo a ver qué hago, pero no se levanta a menos que abra la puerta de la calle, entonces sí, como un resorte interior la necesidad de salir la empuja. Ya la oigo bajar.
Ya toca pues. Mi repaso matinal a los diarios digitales se ve interrumpido por ese bajar característico conformado por los años, los escalones y, sobre todo por su artrosis. Entonces aparece delante de mí, mansurrona, buenaza, en busca de cariño que dar y recibir, que eso es todo lo bueno que tiene la vida.  Es buena forma de empezar el día. Y es como una ceremonia: le extiendo las manos y ella se acerca a refugiarse entre ellas y comienza a lamer, incansable. Y mientras le acaricio y masajeo con una, ella se ceba en la otra. Luego le abro la puerta de la calle, huele el aire fresco de la mañana y sale perezosa a envolverse en los aromas crepusculares.
Al ratito vuelve a entrar, fija sus ojos en mí, miro el reloj y le digo que no es hora aun de salir. Entonces me dice: he tenido un sueño.
­—Aaah, ¿era eso lo que no te dejaba dormir?
—He soñado que era tú.
-¿Qué tú eras yo?
La insistencia de la mirada me confirma que así era,  de modo que consumido por la curiosidad le digo que me cuente.
—Era, eras, muy pobre. Vivía de la gente, ya sabes: los vecinos que te conocen y te dan ropa, el bar que te obsequia con un bocadillo, el otro que te acerca unas perrillas… la señora que ayudas con el carrito… Pero no eras infeliz, al contrario.  Te sentías parte del barrio a tu manera. Y rico. Te considerabas rico porque tenías algo que era para ti lo mejor del mundo, lo más entrañable, confortable y cálido: un saco de dormir.
Solía dormir en parques, jardines, chaflanes de edificios, escaleras recónditas… Por las noches me recogía en el saco y allí, calentito y todo encerrado, con los ojos nada más al descubierto, contemplaba el paso del mundo. Abrigados, con botas, paraguas, impermeables… la gente pasaba delante de mí, o sea de ti, con paso rápido para refugiarse del tiempo en su casas confortables. ¿Serán tan confortables como la mía? —Pobre gente, pensaba yo. Salir, trabajar, ir y venir… Y yo aquí, en la mejor tele del mundo, calentito y confortable en mi portal, protegido de la lluvia, el viento y el frío…
El saco de dormir era el tesoro número uno de la vida. Lo cuidaba mucho. Cada mañana lo aireaba, lo doblaba  con cuidado, lo metía dentro de su bolsa de plástico… y me solía acompañar todo el día. Todo el mundo en el barrio conocía a ese personaje pegado a una bolsa.
Pero aquella mañana, al levantarme vi en el suelo un billete de lotería. Aquello de la curiosidad, ya sabes. No sin pereza me agaché a recogerlo, leí el número y… ya lo iba a tirar de nuevo cuando se me ocurrió mirar la fecha. ¡Cielo santo, es de hoy! De pronto la vida dio un vuelco. Y unas emociones que había perdido volvieron a mí con inusitado interés. Una de ellas fue la esperanza, otra fue la de la riqueza, otra fue la posesión de cosas materiales… Ya me veía con casa, coche, comidas, lujos… Aquellos abrigos, aquellas botas, aquel sombrero, aquella bufanda, aquella mesa llena de manjares… Sentí que mi alma se desasosegaba por momentos y lo que recibí con revitalizante alegría se transformó en una angustiosa sensación de ansiedad. De pronto habían vuelto a mí sensaciones y motivos que hacía mucho que había perdido Mi cabeza no paraba de dar vueltas y mis ojos no se apartaban del número y la fecha. Tal vez —pensé—, el sorteo esté ya iniciado y se sepa algo… Tengo que saberlo.
Nervioso, atolondrado, en las manos me molestaba todo menos el número de lotería. Dejé mis cosas escondidas en la bolsa del saco de dormir, entre los troncos de una espesa masa floral, en el jardín. Apenas era visible. Nadie se daría cuenta. Y me alejé de allí con el alma en vilo, tembloroso, empujado por las ansias y deseos descontrolados. Lo que creía perdido salía desbocado en busca de la felicidad. Por primera vez sentí que no era yo quien caminaba sino que mis pies se alejaban de mí con tal rapidez que yo tenía que hacer un esfuerzo por seguirles. Luego fue al revés. Era tal mi necesidad de llegar que los pies no daban abasto a caminar con la rapidez que les requería.
Veía la gente transitar, los coches, las tiendas. Incluso me pareció a alguien saludarme. Pero yo, con el corazón por delante, a punto de salírseme por la boca seguía y seguía incansable.
Sabía que había en la zona una céntrica plaza con un dispensario de loterías, donde en una pantalla en la calle se exponían los números que iban saliendo y los premios que recibían. Había gente allí. Mi ropa raída, mi barba sucia, mi olor a pobreza se me descubrieron ante tanta gente bien afeitada, arreglada, vestida y perfumada. Nunca antes me había dado cuenta. Alguno me miraba extrañado, y seguro que al ver mi número de lotería en la mano se preguntarían a quien se lo habría robado. Pero no importaban sus comentarios, sino mi ansiedad. Mis ojos devoraban los números, intentado encontrar el mío.
Fueron apareciendo números y más números. Se escuchaban comentarios “¡Yo tengo una aproximación!” “¡Yo una terminación! ¡Tengo los tres primeros números…! Decía otro. La alegría se contagiaba y también la ansiedad. Mis ojos no daban abasto a leer números. Cada vez había más gente, y muchos, la mayoría, con una o varias papeletas en la mano.
¡Cuánta gente tiene lotería! ¿La necesitarán? Todos van bien vestidos… No parece que la suerte les haya dado la espalda. La vida les sonríe. Y yo… yo estoy aquí, en busca de mi oportunidad. Esta es mi oportunidad. Hoy es mi día de suerte.
Pasaron las horas. Muchos se fueron. A veces tiraban el número al suelo, arrugado o roto. Finalmente quedé solo, mirando el cuadro luminoso con la lista de los números. No había caído nada. Unos pocos habían tenido aproximaciones o pequeños premios. Miré mi número y sentí un bajón terrible primero, y una enorme rabia después. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Los pobres… ¿no tenemos esperanza? ¿Nos olvidó la vida?
Sentí una fuerte presión en las sienes y unos golpes en los oídos. Me alejé de allí, despacio, con los pensamientos confundidos. Dolor, rabia, esperanza, amor, riquezas, bienestar, miseria… Todo mezclado, todo confundido en una soledad y un vacío estremecedor. La gente ya no me parecía tan próxima, ni la vida tan bella. Me sentí vacío.
En un instante recobré el sentido: ¡Mi saco de dormir! ¡Dios mío, mi saco!
Corrí, corí y corrí sacando fuerzas de mi desasosiego. Con los ojos desorbitados, la boca abierta reclamando aire, llegué al parque donde había pasado la noche. ¡Oh, dioses… los jardineros!
Por todas partes gente, mangueras, podadores, limpiadores… Era el día del parque. Le tocaba aseo al parque. Allá al final estaba el arbusto bajo cuyas ramas había dejado mi bolsa con mi saco de dormir, mi tesoro, mi vida, mi posesión, mi riqueza…  Corrí hacia él.
¡Noooo…! Grité. No estaba. Los empleados de la limpieza pública y los jardineros me miraban. Busqué la bolsa con angustia por todas partes, revolví todos los cubos de basura y entonces fue cuando sentí la pobreza absoluta. Me dejé caer al suelo, de rodillas, derrumbado, perdida la guerra de la vida. Ahora sí sentía el inmenso peso de la soledad y la miseria, el vacío más absoluto.  La vida ya no valía la pena.
Ni fuerzas para llorar tenía. Los ojos se secaron al instante. El suelo me parecía la única entrañable caricia en aquel mundo. Y en eso estaba cuando uno de aquellos empleados se me acercó.
—¿Busca usted algo?
—Una bolsa —contesté con desgana.
—Está allí, junto al camión de la basura. La vio el jardinero y pensó… que alguien la reclamaría…
Tardé un poco en reaccionar. La sangre volvía a mi cuerpo. Las células parecían querer vivir. Mis ojos enrojecidos se dirigieron hacia donde el hombre me señalaba y sí allí estaba. Allí mi sueño, allí mi vida, allí mi tesoro, allí mi posesión, allí mi tranquilidad, allí mis noches calientes, allí la paz y seguridad de mi hogar…
Cogí la bolsa, la abrí y contemplé mi saco, abrazándome luego a él, llenándolo de besos y entonces me cubrí con él como un manto real y volví a sonreír y a ser feliz.

Y colorín colorado este sueño se ha acabado.

jueves, 19 de septiembre de 2013

EDUCACIÓN, ES EL SECRETO


¿Qué le ocurre a España? –pregunta Nora leyendo la prensa de internet. Todo está convulso, cambiante, todo es opinable, revisable, mentible, estafable… Desde la cara de botijo del jefecillo gibraltareño, hasta los pijos catalanes (que no Cataluña) que quieren que el cortijo (la masía) no se lo toque “naide ni denguno” para mangonearla a su gusto (como ahora pero mucho más), los silencios interminables de Rajoy, la sonrisa de cartón  de ese “nitot indultat” que es el rey Artur y un largo etc. entre los que está el toro de Tordesillas, el robo de los bancos y cajas, la corrupción sindical y mil cosas más. Las opiniones de la gente en los diarios digitales muestran un nivel de irritación y mala leche que a veces raya ya en lo peligroso. La gente se insulta gravemente en lugar de opinar y pocos son los que se muestran equidistantes, sosegados, reflexivos… La mala leche, la incultura, el odio, el rencor y la envidia se instalaron en el panorama nacional con gran fuerza. Y alguien lo alimenta.
Siempre hemos tenido mala leche, Nora, nosotros somos así. Tal vez porque la falta de educación es un mal endémico de un tiempo a esta parte. Y es que estamos hasta el gorro de unos y de otros. Y nos estamos dando cuenta de que al final todo es lo mismo, y que tal vez haga falta un cambio profundo. Eso es lo que la sociedad esperaba cuando el gobierno propuso los recortes. Que empezasen por arriba. Pero visto lo visto, y que ninguno de ellos quiere perder sus privilegios, ni su coche oficial, ni sus prebendas, ni sus mariscadas… nos damos cuenta de que todo esto es un tinglado más. Ya viene de lejos. Empezó a saberse desde la época de Felipe González y así llevamos hasta llegar a Bárcenas y los ERE andaluces. Todo es fruto de lo mismo. Al final, reconoce Nora, que el gran fracaso de nuestra sociedad es la educación.
-¿Y por qué no se empieza de abajo a arriba?
-Eso es muy peligroso Nora. Se llama revolución. Empiezan de una forma y… no se sabe cómo puede acabar. Lo sensato es empezar de arriba abajo. E implicar a los de abajo, siguiendo el ejemplo de los de arriba. Y en el centro nos encontramos si somos todos coherentes. Pero los de arriba… no quieren bajarse del burro, Nora. Así que esto, lo que se pueda arreglar, no es más que pan para hoy y hambre para mañana. Dentro de unos años volveremos a empezar. Y siempre estamos empezando.
-Esa parece ser la historia de España. A estas alturas aun no se sabe quiénes somos, ni cuántos.
-Efectivamente. Y lo peor del caso es que esa falta de educación es fomentada por los de arriba para sus fines. Caso nacionalistas catalanes, por ejemplo. O vascos. A estas alturas los niños catalanes y vascos han crecido, ya varias generaciones, creyendo que España es una asesina de sus libertades, una ladrona de sus derechos.  Ellos, precisamente ellos, que han disfrutado de lo mejor de España durante siglos, y que en nombre de España han conquistado, descubierto y comerciado con todo el mundo.
-Vaya tela.
-Así es, Nora. Los ricos quieren marcharse. Y no saben, ni les importa saber, que son ricos porque han sido españoles y favorecidos por España.
Pero todo tiene aun más pelendengues, Nora. Sabiendo que no cumplen con las normas básicas recogidas en la constitución, nadie les ha parado los pies, y han ido creciendo y creciendo, confiados en sí mismos. Y sucede que con la ley en la mano, la Guardia Civil debería arrestar a toso estos, inhabilitarlos de por vida, juzgarles por traidores, ladrones y mil cosas más y cambiar las cosas que hay que cambiar. Empezando, y ellos lo saben muy bien, por la educación.
Con la comida no se juega. Quiero decir, que hay cosas que no se deben dejar en manos de las autonomías. La seguridad, la educación, la justicia, la medicina. Los pilares de un país. No puede estar nada de eso en mano de tontos y locos o gente que se mira el ombligo.
Es muy fácil engañar a la gente. La gente, la masa, es obediente, alegremente ingenua, felizmente soñadora de paraísos y simplezas. Antes, a los niños, se les asustaba con el coco. ¡Que viene el coco y se lleva a los niños que duermen poco! Decían los padres. ¡El hombre del saco! Jajaja. Pues parece mentira que eso todavía tenga efecto. Donde decimos niño pongamos gente, en general. Masa. Pueblo. ¡Que viene España! ¡Qué España nos roba! Y los niños, la gente, se lo cree. Parece mentira, pero así es.
Eso funciona así desde siempre. Ese gran antropólogo y divulgador que es Marvin Harris lo dice muy clarito en ese libro tan estupendo que es “Caníbales y Reyes”, sobre el origen de las culturas. Dice Harris que el hecho de tener enemigos externos crea un sentimiento de identidad grupal e intensifica el espíritu de cuerpo. El grupo que lucha unido permanece unido.
Luego no hay más que repetir una y mil veces cada día desde todos los medios, incluso desde los libros de texto las ideas que ellos quieran para que eso cale. Y ahí estamos. ¿Por qué no se ha puesto remedio? ¿Miedo? ¿Son todos iguales y por eso nadie quiere poner el cascabel al gato?  Antes diríamos que falta un par. Nadie, ni políticos, ni jueces, ni militares… nadie quiere lidiar ese toro y que le digan faaachaaaa. Joder. Facha. Eso es mucho. Y no hay nadie que desmonte, ni tenga un plan para deshacer tamaño artificio. Y así nos va.
Necesitamos una nueva generación de políticos y de jueces capaces de tener las manos libres y la conciencia limpia para someter al país entero a unos cambios necesarios para ser un país del siglo XXI. Y un pilar fundamental es la educación, que debe producir gentes con otra mentalidad. ¿Qué es eso de lancear a un toro en la fiesta del pueblo? Pareciera que el toro es España.

Ya te digo Nora: educación, es el secreto.

FIN

lunes, 26 de agosto de 2013

¿GIBRALTAR ESPAÑOL?


No sabía Nora nada de Gibraltar, y estos días al salir en los medios el problema de los bloques de cemento y a continuación las colas de la verja y luego todos los rifirrafes que la clásica chulería gibraltareña, refugio secular de golfos produce con las autoridades y gentes de la zona  se muestra muy interesada. De pronto ve como España tiene un espolón en el pie y ha vivido con él durante varios siglos. Y se pregunta por qué. Por qué no hemos puesto solución a estos problemas.
En fin Nora, ya sabes aquella historia de si son galgos o podencos. España siempre está así. No sabemos si vamos o venimos, así que lo mejor es no moverse.
Le vengo a explicar a Nora el origen de la situación. Allá por los 1700… hasta el 1713 en que se firma el tratado de Utrecht España vive una Guerra de Sucesión, como causa de la muerte sin descendencia de Carlos II de España, ultimo descendiente de los Habsburgo. Después de él se instaura en España la dinastía de los Borbones. España se dividió entonces en borbónicos y austracistas (Borbones y Austrias) por la disputa del trono. Sucedió a este rey el Borbón Felipe V. Este produjo en España y Europa una serie de cambios territoriales y de privilegios. Por ejemplo desapareció la corona de Aragón y los fueros catalanes por haber sido chicos malos que apoyaron a los Austrias. O eso dicen. Aunque otros cuentan que no fue así, y que esa es una tergiversación histórica que ha convenido al victimismo catalán para su causa independentista. El caso es que  donde Felipe V ganó la sucesión  fue en la llamada Batalla de Almansa, de ahí que en valenciano, cuando se quiere recordar la “pérdida de los fueros” se diga aquello de… “quan el mal ve d'Almansa a tots alcança.”
Sin complicar más las cosas, el Borbón, que fue proclamado rey de España en Francia (vaya tela, además en el Palacio de Versalles, donde nació) quiso establecer una relación importante entre ambos países, pero los ingleses, que no acaban de integrarse en Europa pero siempre han querido manejarla, se presentó como adversaria ante esta política.  Así que Nora, aquí tenemos lo que tantas veces ha ocurrido en la historia: Inglaterra de una parte, Francia de otra y en medio de ambas España, como  una piel de toro desgarrada a tirones por ambas partes.
Comenzaron las rebajas en las colonias del imperio español en Europa, es decir, las guerras, las políticas y de las otras, disputándose las tierras y colonias españolas allá donde estuvieren. La consecuencia de estas disputas fue el famoso tratado de Utrecht, por el cual, unos y otros despojaron a España de sus posesiones en Europa a cambio de reconocimientos, tierras y cosas así. Y una de las consecuencias fue la entrega de Gibraltar a los ingleses. También la isla de Menorca, que fue conquistada en 1708  por los ingleses (época de Master and Commander, la película, según las historias de Patrick O’Brian) y, después de pasar a lo largo del tiempo por manos francesas e inglesas, acabó de nuevo en manos españolas por el tratado de Amiens en 1802. A los reyes les importaba más su papel de rey que sus tierras. Qué hay de lo mío, decimos ahora.
En fin, que les tocó la lotería a los inglesitos.
Así que ya ves, Nora, que Europa vive todavía las consecuencias de guerras y disputas dinásticas de hace siglos. Los reyes y sus afanes sucesorios nos han dejado en esta orilla de la historia, cansados y maltrechos, cautivos y desarmados.  Es un anacronismo más.
―Y  con esas cosas no solucionadas ¿cómo se va a hacer una Europa Unida? Imposible ―dice ella candorosa.
―Efectivamente Nora, en la mente de los europeos hay mucho odio, muchos rescoldos, mucha mala leche históricamente concentrada. Hemos estado “demasiado juntos” en la historia, y aun en la historia reciente, como es el caso.
―Pero las gentes evolucionan, los países cambian, y quien más quien menos entra, o quiere entrar, con otros aires en el siglo XXI.
―Pero España no es así, Nora.
Fíjate en los partidos políticos. En estos países de primera fila europea, puedes ser del sentir político que quieras, pero siempre prevalece el afecto por tu país. Podrás ser de izquierda, pero francés, o inglés, o alemán, o… Y lo mismo con la derecha. Pero en España no, Nora. En España hay ideas políticas basadas en el odio a España hasta el punto de que los peores enemigos de España no están fuera, sino dentro. Nuestros enemigos están todos aquí. No nos hace falta un ejército porque nuestros enemigos más acérrimos están dentro y cobran del Estado, para más inri. Esta falta de unión en las cuestiones fundamentales, y entre ellas la política exterior, es lo que ha producido la leyenda negra española, el atraso de España, el odio a España de muchos españoles y el aprovechamiento de ese odio para los separatismos, terrorismos y el ninguneo internacional. Estos males perduran en el tiempo porque no hay unión entre los partidos políticos importantes en las cuestiones fundamentales. Otra historia es, Nora, saber de dónde vienen estos males. Es otra historia. Pero fíjate bien, terrorismo, por ejemplo, ha habido en Alemania, en Francia, en Italia, en Inglaterra… De todos desapareció, menos de aquí. ¿Por qué será?
Así que el poco peso que tenemos en el mundo lo debemos a que no creemos en nosotros mismos. Basta que uno diga galgos, para que el otro diga podencos, y así la historia nos va comiendo el tiempo. De modo que es comprensible que los gibraltareños no quieran ser españoles, sino ingleses, porque allí son. Y aquí no sabemos quiénes somos. Y ser o no ser es importante, como dijo el señorito Hamlet.
Fíjate en Hong Kong. Los chinos son chinos. Un bloque. Y con un par… les dijeron a los ingleses que fueran preparando el terreno, que ya tocaba. Pero con un par. Nosotros no podemos hacer eso porque siempre estamos divididos. La oposición es la primera que pone el grito en el cielo en cuanto el gobierno de turno intenta corregir el rumbo de la historia. Representamos permanentemente el divorcio entre nosotros y eso es un enorme signo de debilidad.
Gibraltar será español cuando los españoles seamos todos españoles antes que otra cosa. Y los separatismos quedarán desfasados y los terrorismos serán parte de lo que son: la prehistoria.
Tal vez deberíamos hacernos todos gibraltareños. Al menos ellos saben donde están y lo que quieren.
―Casi preferiría que nos hiciéramos americanos ―dice Nora.
―Me gusta tu idea.


FIN

domingo, 25 de agosto de 2013

¡¡ESCUELA... AL FIN LA SOLUCIÓN!!




Se acerca el cole. Ya se ven anuncios de libros y material escolar. Los padres preparan sus carteras para hacer frente a los gastos, las idas y venidas, las reuniones del cole… Y los profes apuran su tiempo de vacaciones con la espada de Damocles sobre la cabeza. Nora, me oye hablar tantas veces sobre el cole que comprende la lucha agonizante.
―Ya no hay maestros Nora. Decir maestro es una bufonada. Un maestro era antes una persona sabia. De ahí lo de maestro, pero ahora todo está cuestionado. Incluso las propias instituciones le arrinconan. Hoy se requiere de otro personal, con otras cualidades. No sé si una especie de controlador aéreo o qué, pero por ahí van los tiros. Jaja.
―Yo he tenido un sueño ―dice ella―. A ver qué te parece:
Y comienza a contarme…
“Unos niños entran a clase. En la misma puerta, un lector de rayos pasa lista. Los alumnos llevan una pulsera con un código de barras. Si alguno falta, rápidamente el ordenador central del colegio manda un ms a sus padres/madres/tutores/tutoras avisando del asunto. Si en un breve tiempo ya concertado de antemano no recibe respuesta, el ordenador se pone en contacto con los medios de seguridad del estado, informando con su foto, dirección, teléfonos, nombre de los padres… etc. Quién sabe lo que puede ocurrir.
Pensemos que todo está bien y cada alumno se sienta en su silla, frente a su mesa, saca su tableta-ordenador, lo conecta al enchufe correspondiente en la misma mesa y el programa se pone en marcha. Un programa de reconocimiento facial y otro vocal toman nota de que efectivamente el alumno sentado es el que corresponde a esa silla y esa mesa en ese lugar de la clase. El ordenador saluda al niño mediante una cara sonriente que los niños pueden elegir entre cientos de caras y personajes. Pablito escogió una de Marilyn Monroe que, con labios ahuecados y sensuales le canta el buenos días míster Pablito president. A continuación comienza la sesión.
La sesión es individual. Los alumnos se encuentran en la misma clase, pero cada uno lleva un programa y ritmo diferentes, según su capacidad y esfuerzo que el ordenador ha sabido captar sutilmente con controles previos y preguntas ad hoc. Nuestro Pablito lleva flojas las mates, por eso el ordenador le pregunta si ha repasado los conceptos que le aconsejó que hiciera para hoy. Pablito puede decir lo que quiera, pero el ordenador es insistente y le pasa un formulario con preguntas para saber si de verdad lo ha conseguido. Si es así, pasará a otro tema, pero si no lo es, volverá a desmenuzarle las cuestiones para que Pablito, al fin, como un pajarillo engulle una papilla regurgitada de sus padres, acabe por comprender y utilizar. Cada vez que Pablito no consigue un objetivo mínimo, el ordenador se replantea la programación personal completamente. Si alcanza los objetivos toma nota de los pasos que ha debido dar, el tiempo empleado, las respuestas que ha ido dando… Todo un seguimiento completísimo que se verá expresado en gráficos para quien lo quiera consultar. Por supuesto que el propio ordenador lo consulta para dar su ‘opinión evaluativa del alumno’.
Si el alumno se muestra excesivamente torpe o lento en sus respuestas y ejercicios que el ordenador le propone, pasará automáticamente al programa de consulta psíquico y vital, sospechando que el alumno no esté en perfectas condiciones físicas y/o mentales. Tras una serie de test y ejercicios será evaluado para comprender la causa de ese retraso o esa torpeza.
Nuestro Pablito se acostó muy tarde, vio dos películas en la tele y estuvo jugando con su ‘Play’. Con las consabidas preguntas y ejercicios, el ordenador averigua todo esto, toma nota para contárselo a sus padres mediante ms y propone a Pablito dejar los ejercicios durante un rato y que vaya a tomar el sol al patio y comerse el bocadillo. Un aviso al monitor de tiempo libre, mediante ms, le comunica que Pablito va a salir de clase con esas condiciones.
Luego de esas, Pablito vuelve a clase. El ordenador, sabiendo que no está del todo recuperado, le propone unos juegos para que Pablito estimule su capacidad de concentración y mejore sus respuestas. Y durante 15 minutos, Pablito juega con el ordenador, que se muestra muy simpático. La sugestiva voz de Marilyn le resulta familiar y atractiva y sus sugerencias son bien recibidas. Al cabo de un rato, y sin saber cómo, Pablito se ve envuelto de nuevo en las clases de mates, resolviendo problemas.
Los cambios de clases no existen. Ni tampoco de materia. El ordenador sabe cuánto tiempo debe dedicar para cada materia a cada alumno en particular, sin llegar a cansarle. Los pasos a otras materias se hacen pomposamente, con música y efectos especiales, invitando al alumno a relajarse haciendo otras actividades. Generalmente el ordenador pasa de una materia complicada a otra más atractiva para el alumno, que es diferente para cada uno. A Pablito le gusta pintar, así que durante un rato, el ordenador le explica a Pablito una técnica nueva para crear sombras en los dibujos. Y con el ratón del ordenador primero y lápices después, pero siempre bajo la atenta mirada del ordenador y sus instrucciones, Pablito se relaja pintando sombras a paisajes, edificios, objetos, caras… Otras veces Pablito compone música juntamente con el ordenador. Sus melodías están registradas y pasan alegremente a los móviles de los padres para que se congratulen con los éxitos y gracias de su hijo.
Cada día el ordenador ha recogido muchos datos el alumno. Tiempo de reacción, grado de dificultad, agilidad mental, memoria, concentración, vocabulario, habilidades mentales o manuales… Con todo ello va acumulando la “historia personal del alumno. Al final del curso, será el ordenador quien, con todos los datos, decida si el alumno ‘pasa de curso’, debe reforzar materias, etc. Lo hace mediante un completísimo historial mandado, vía internet, a los padres. No hay apelación posible. Con tantos datos, gráficos y pruebas registrados día a día, no hay posibilidad de equivocarse. En esos datos está todo. Absolutamente todo.
No existe la posibilidad de entrevistarse con el ordenador, que es quien dirige, con sus programas, toda la educación escolar del niño y quien informa permanentemente, día a día a los padres de la marcha del asunto. Y también les dice, en forma de consejos, lo que deben hacer para solucionar ciertos problemas de conducta o de esfuerzo. Pero no se contenta con eso. El ordenador no recibe quejas ni excusas de los padres. Simplemente examina al niño con las pruebas correspondientes para saber si sus propuestas han surtido efecto o no. Si no es así, igual que hace con el niño, el ordenador reprograma su actuación con los padres con objetivos más específicos y fáciles del alcanzar.
―¿Y los profes, qué hacen? ―pregunto yo.
―Nada. No hay profes. Tan solo vigilantes y monitores que controlan al personal. Los profes son los ordenadores.
El sistema no falla.

Fin

viernes, 2 de agosto de 2013

NORA Y LA BURROCRACIA





Nora ha hecho este verano uno de los grandes descubrimientos de su vida sobre la organización de la sociedad humana. Ella no podía ni imaginar que las cosas fueran así, y que además, los humanos estuviéramos tan indefensos ante estas situaciones. Y menos aún que las provoquen los mismos humanos. Eso es lo que más le asombra de todo.  Insiste una y otra vez que tenemos el mal metido dentro de nosotros. Y seguramente es así. No hace más que repetirme la célebre frase de Plauto: el hombre es un lobo para el hombre. A ella le parece increíble y se afirma en la inferioridad de nuestra condición humana en el planeta. Llega a decir que la humanidad es el cáncer y que nuestros políticos y burócratas la manifestación de la metástasis. Ahí queda eso.
Todo fue por unas historias que pasamos a relatarles a continuación.
Resulta que un vecino, a punto de jubilarse, quiso preguntar en el organismo correspondiente, en la ciudad de Torrevieja que tal le quedaría su pensión de jubilarse ahora o si valía la pena jubilarse un año más tarde. Ya se sabe que la jubilación viene de júbilo, y allá que se fue el hombre, todo jubiloso, en compañía de un familiar que conocía el lugar donde debía ir a preguntar. El edificio era nuevo, imponente, amplísimo, que habrá costado una millonada a las arcas públicas, con ventanales tan grandes que se ve todo el espacio interior, con una entrada que para sí quisiera el faraón Keops en su palacio, y unos jardines que serían la envidia de Nefertiti. Quedaron asombrados del tamaño del edificio en medio de jardines, más como un palacio que como una útil y eficaz oficina solucionadora de problemas. Es un edificio que dice… contra estos impresionantes muros te vas a encontrar… En fin, ya se sabe, obras faraónicas que no falten. Los antiguos egipcios debían quedar igualmente impresionados por la grandiosidad de aquellos palacios y templos, que les hacía a ellos, sencillos humanos del pueblo, parecer tan pequeños, débiles e inútiles, y a los faraones, sus burócratas, sacerdotes y cortesanos en general, tan altos, importantes, divinos y poderosos. Hoy seguimos igual. El pobre vecino decía: “a todos estos los ponía yo en un kiosco de madera en medio de la calle, sin aire acondicionado.”
Desde la entrada, siguió contando, se veían las mesas de los funcionarios, cada una con su ordenador, como mandan los cánones modernos para mayor rapidez y eficacia del sistema. Ante cada mesa había sentado uno o dos ciudadanos que consultaban sus dudas sobre el asunto que fuere. En otros asientos, pegados a las enormes cristaleras había también unas cuantas personas esperando turno, sentados en sillas. No más de ocho o diez. En total, dada la enormidad del edificio, la poca gente y la aparatosidad de ordenadores y tal, la cosa se planteaba rápida y feliz.
Según nuestro vecino, al entrar vieron un mostrador con tres jóvenes mozos, de buena crianza, a juzgar por las risas y la postura relajada y dicharachera entre ellos. También sobre el mostrador una pantalla de ordenador, no un florero. Pues viendo tan sonriente y juvenil panorama, todo contagiado del impulso vital de los tres mosqueteros se dirigió a ellos para preguntar dónde debían ir para hacer la consulta.
Oh, porras. Las risas se tornaron sonrisas, y uno de ellos se dirigió a nuestro vecino y le dijo que no podían venir así, sin más, que había que pedir cita. Oh, porras. Tras las miradas de contrariedad de uno a otro se resignaron al fin a pedir audiencia en aquel palacio de los despropósitos. Pero con la misma sonrisa complaciente el joven les respondió que no, que no podía hacerse así. Que ellos no la podían dar. Oh, porras, pensaron ellos. Tiene que ser por internet. Pues… ¿y por qué no nos lo hace usted que tiene un ordenador? La sonrisa del joven se hizo aún más amplia y les contestó con compasiva voz: No, solo puede hacerse por teléfono. Y fue entonces cuando sacó un papelito y un teléfono escrito en él. Ese era todo su trabajo.
Naturalmente nuestro vecino se hizo mil preguntas, a cual más absurda. Por ejemplo, para qué me dejó hacerle tantas preguntas, para qué un edificio tan enorme, para qué tantos ordenadores, para qué tres señores en la entrada, para qué un ordenador sobre el mostrador… Para qué… para qué… En otras dependencias, como las consultas médicas, tienes la opción de internet, el teléfono o incluso allí mismo en el consultorio, en recepción. ¿Por qué aquí esa exclusividad? Al pobre vecino le vinieron a la cabeza las mil preguntas que nos hacemos todos. Parece que nosotros estemos para servirles a ellos y no al revés. ¿Pero quién inventará esos protocolos de actuación? ¿En quién pensará, en nosotros los usuarios o en ellos…? Quien esté detrás de esto es un enemigo de la humanidad, una célula cancerosa. Y habría que extirparla.
A veces la vida deja de tener sentido, y esta fue para nuestro pobre vecino una de esas ocasiones.
Pero la historia no acaba aquí. Una hija del susodicho fue llamada a trabajar en una alegre atracción infantil en un nuevo multicentro comercial llamado pomposamente “La Zenia Boulevard”. La chica, buena estudiante de inglés, se desenvuelve en ese idioma, además de en francés, motivo por el cual fue llamada para este trabajo, dada la enorme cantidad de extranjeros en estas fechas y en esos lugares. Se le pidió para hacerle el contrato la formalidad de estar apuntada en el paro. Y allá que se fueron, padre e hija a la oficina correspondiente. Pero en esta ocasión sí se permitía el papeleo oficial sin cita previa, aunque la cosa tampoco funcionó porque debía hacerlo en el lugar donde estaba empadronada. Oh, porras. Un viaje relámpago a Alicante, a la oficina de turno. Llegados a Alicante, con la cola habitual, y pensando que allí, como en Torrevieja no haría falta cita previa, pues… resultó que sí, de forma que el viaje fue gratuito. Pérdida de tiempo, gasolina, dinero… Y el dueño de la atracción esperando el dichoso papel. Por fin se puso en contacto con quien diera los turnos (una máquina) por teléfono y cogió día y hora y volvieron a Torrevieja. Naturalmente tuvo que explicar lo sucedido al dueño en cuestión y este, aunque un tanto molesto comprendió lo sucedido.
Días después, cuando llegó el día D y la hora H, nuevo viaje a Alicante. Y allá que va la valiente humanita con la esperanza de obtener el papel que le iba a permitir trabajar un mes y sacarse unas pelillas para los estudios.  Pero… el funcionario de turno le dijo que ese número y ese día no eran correctos, porque no era allí donde había que pedirles. Y le indicó a la acongojada chica que lo hiciera en una máquina que para tal efecto existe allí. Así que al fin con su papel en la mano con día y hora volvieron a Torrevieja. Para entonces el dueño del local estaba ya mosqueado con tanta largura y le dijo que preguntaría a su asesor. El caso es que dos días después, luego de doce días de trabajo, le dijo que había estado observándola y que no le gustaba como trabajaba y la despidió. ¡No le gustaba como trabajaba! Ni que decir tiene que la chica se vino abajo.
El trabajo, explicaba el hombre, consistía en hablar con las personas que contrataban el juego para los niños, y guardarlos al final del día. Nada más. Ni estudios superiores, ni carnet de conducir, ni ninguna habilidad especial, ni experiencia de nada. Nada de nada. La pobre chica se vino abajo dándole un terrible llanto y haciéndose preguntas sobre su supuesta inutilidad. Aclaraba su padre que lleva nota media de notable en la carrera y que ha demostrado ser persona razonable y responsable.
Así que fue el padre quien tuvo que explicar a su hija que aquel mal nacido, con pinta de chulo de playa (pater dixit), le había jugado una mala faena, tal como había hecho días antes con otra compañera. La tienen unos días, les pagan cuatro perrillas y se las quitan de encima con cualquier pretexto ahorrándose así el dinero de la seguridad social. Todo son ganancias. Sin escrúpulos, eso sí. El hombre es un lobo para el hombre, ciertamente.
La pobre Nora, que no acaba de comprender la maldad humana, me hacía luego tantas peguntas y reflexiones que me obligó a hacer un esfuerzo ímprobo para explicar lo inexplicable. Porque son cosas inexplicables. Nadie se explica como el hombre puede odiar tanto al hombre.
En primer lugar a los humanos les atienden humanos, no máquinas. En segundo lugar los borrócratas de ventanilla de turno deben ser acogedores, afectuosos, simpáticos y dispuestos a ayudar en todo a los ciudadanos, a los cuales sirven. Es, o debería ser, una condición indispensable que se estudiara cuando se preparan para hacer estos trabajitos. Nosotros somos los administrados, así que son ellos los que trabajan para nosotros. Ellos sirven a los ciudadanos, y no al revés. Cara al público, siempre, obligatoriamente, simpáticos, sonrientes, dispuestos a ayudar. Siempre. De lo contrario que se dediquen a otra cosa. Pero los trabajos cara al público, y para el público, requieren forzosamente una disposición especial, un trato exquisito y amable. Se trata de una relación de humano a humano. Máquinas, antipáticos, perezosos, amorfos fuera.
En tercer lugar, es perfectamente comprensible que los empresarios tengan en España tan mala fama, y que por lo tanto todo el mundo quiera tener unas oposiciones a lo que sea y nutrirse de las tetas del estado. Es lógico. También los empresarios deben saber que tratan con personas, no con números, ni manos ni pies. Personas. Y a una persona que está haciéndose, y además buena estudiante, no se le puede decir que no le gusta cómo trabaja como pretexto para echarla y no pagar a la seguridad social. No se le puede decir. Eso es una golfada. Debe explicar las cosas mejor. No es pues de extrañar que el susodicho tenga todos sus difuntos mentados y no sea objeto de veneración ni respeto.

La especie humana es única en el reino animal, ya que no hay correspondencia entre su dotación anatómica hereditaria y sus medios de subsistencia y defensa. Somos la especie más peligrosa del mundo no porque tengamos los dientes más grandes, las garras más afiladas, los aguijones más venenosos o la piel más gruesa, sino porque sabemos cómo proveernos de instrumentos y armas mortíferas que cumplen la función de dientes, garras, aguijones y piel con más eficacia que cualquier simple mecanismo anatómico. Nuestra forma principal de adaptación biológica es la cultura, no la anatomía.” Marvin Harris.

 Es una excelente definición de nuestra burrocracia y del trato que los humanos nos damos a nosotros mismos. Lo dicho: Homo hominis lupus est.