jueves, 20 de marzo de 2014

LA ÚLTIMA Y DEFINITIVA REVOLUCIÓN



Sierra de Guadarrama. Invierno. Un sol de justicia sobre nuestras cabezas. Maniobras militares. Atiborrados de ropa (dos guantes en cada mano, dos calcetines en cada pie, un gorro de lana bajo el casco de acero, dos jerséis del ejercito uno sobre el otro, el famoso tres cuartos... etc.), atiborrado de armamento: ametralladora (de 15 kilos), balas y cartucheras por todas partes, pistola, cantimplora, mochila atiborrada también de objetos todos ellos indispensables para la supervivencia en la guerra aquella, comida incluida. Preciosas latas de sardinas del ejercito, con su cajita donde se lee: Ejército de Tierra Español que yo deseaba conservar, al menos la cajita...
Momentos antes, muchos momentos antes, un "toa" (transporte oruga acorazado) nos dejó en la base de la colina que supuestamente debíamos atacar. El toa no tiene ventanas, pero sí mucho ruido. Da tantas vueltas por todas partes que no sabes dónde estás, que cuando sales, a toda carrera, no tienes ni idea si eres el que atacas o el que defiendes. Ni donde está el enemigo. Así que el "jefe de escuadra", que es el guía de aquel grupo de ciegos, sale el primero y nos grita qué es lo que hay que hacer. ¡Al suelo, al suelo! ¡Todos al suelo! ¡Tomad posiciones! Pero... ¿qué posiciones? ¡A callar! ¡Todos al suelo y que no se mueva nadie!
Nos tiramos pues al suelo nada más salir a la luz, cargados como burros, incapaces de toda agilidad por el simple peso del equipaje. Jadeantes, con la cara pegada a la tierra, oímos los disparos de los tanques que desde una colina cercana lanzaba sus proyectiles por encima de nosotros sobre otras colinas lejanas en el inmenso campo de tiro de la sierra.
Nos quedamos a la espera de que nos dieran la orden de atacar la colina.  Sobre ella, un grupo de generales y otros oficiales, al amparo de toldos, y sobre caballetes y mesas con mapas, hablan y disertan sobre la maniobra. Se supone que es una "clase de guerra" que el Capitán General de la Región ofrece a los generales y oficiales con mando de tropa.
Pasa el tiempo. La charla en la colina sigue. Nosotros abajo, achicharrados por sol de la sierra, que se deja sentir a través del aire limpio y frío. El casco se calienta. Pasa tanto tiempo que nos relajamos. Algunos echamos una cabezadita. La tensión y subida de testiculina que llevábamos en el toa, indispensable para ser héroes, experimenta en el reposo forzado un relajamiento total. Aprovechamos para dormir. Comenzamos a sudar. No podemos levantarnos ni para hacer un pis, porque nos están viendo, de modo que alguno lo intenta poniéndose de lado. Se mea todo. Es igual. Es la guerra.
Mucho tiempo después, cuando por fin se ponen de acuerdo, salimos del modo "pause" al modo "in". Un silbato nos pone en marcha. ¿En marcha? ¿Qué dices? Tanto tiempo acostados nos relajó los músculos y la voluntad y somos más un grupo de viejos quejicosos que aguerridos soldados. Por todas partes se escuchan ayes, resoplidos y ufuses. El sargento grita. Se ve observado y está haciendo el papel de guía de campo de jubilados sin fronteras, una ONG que le acaba de nacer al pie de la colina. Comienza a dar patadas en el culo a diestro y siniestro. Siente que tiene que demostrar a quienes le mandan que es un esforzado conductor de soldaditos, y no  la enfermera dulce y comprensiva del hogar del pensionista. Uno que, en pleno ataque, se detiene a coger agua en su cantimplora en el arroyo que cruzamos, porque se la bebió toda en la espera; al otro se le han caído dos cartucheras y que dónde vas soldado de mierda sin balas, qué guerra es la tuya, etc. A mí se me cae mi preciosa lata de sardinas en aceite con su bonita caja con el águila del ejército. Me detengo y agacho a cogerla. Insultos graves, tacos... No sé qué pintan allí mi madre y mi padre en aquella guerra. Explicaciones. Pero mi sargento que se me ha caído una lata. ¡¡¡Pero qué latas ni leches, que saco la pistola como no camines!!!
Adiós a mi lata de sardinas. En fin.
Aquel pequeño ejército de quejicas, enfermos  y jubilados, que una hora antes éramos la gloria de España, lo más adelantado de nuestro ejército, los preparados para intervención inmediata, se vino abajo por la pachorra e impericia de unos y otros. Nunca supimos quiénes fueron en realidad los protagonistas de las maniobras, si nosotros o ellos, pero sin haber ido a la guerra, tuvimos la sensación de haberla perdido. Eso sí, después de las maniobras hubo un gran banquete, de ellos, con mucho vino, aperitivo,  cerveza y buenos manjares, mientras nosotros, yo, añoramos nuestra, mi, lata de sardinas en aceite. Un buen amigo catalán me dijo entonces ¿aún te preguntas quién ganó esta guerra?
Cuando después nos abandonaron a 30 km del cuartel y tuvimos que volver caminando, para que nuestra entrada nos curtiese y llegáramos en loor de héroes, atravesando los campos de castilla a pleno sol, en los polvorientos campos trigueros, con la boca reseca, sudando lo que no está escrito, las ampollas en los pies requemados, vimos llegar atravesando el campo un precioso land rover descapotado, en cuyo asiento estaba sentado nuestro coronel. Se detuvo ante nosotros en medio de una nube de polvo. Parecía un arcángel que bajaba entre nubes. Se puso en pie, sin bajarse del coche y nos dijo: “ánimo soldados, que la patria se forja con el sacrificio de sus hombres y la gloria se conquista con la lucha sin cuartel. Adelante, hijos míos”.

Adelante, hijos míos.

Siempre perdemos los mismos, los que ponemos la sangre, porque es nuestra única aportación.

Cuando dejes de reírte, Nora, comprenderás la semejanza entre aquellos tiempos y estos que vivimos. Y eso que te aseguro que el sentido común del ejército y sus costumbres espartanas, así como la utilidad que exprimen a los materiales que usan son dignos de tener en cuenta. Ya quisiéramos para nosotros que esos otros generales de la política que son los presidentes autonómicos tuvieran, junto a sus ministrillos y funcionarios en general, esa visión espartana de la existencia, al menos en lo que a dineros públicos se refiere.
Pero ya ves que no, que estamos rodeados de disparates por todas partes y que los que pagamos las consecuencias somos siempre los mismos. Eso que llaman la clase media, que apenas existe ya, aborregada hasta la nausea y capaz de resistir miles de perrerías, estafas, robos y sinvergonzonerías mil. No hay pueblo con más capacidad de aguante. Se instaló entre nosotros la cultura esta tan rara. Como decían en un bar de Sevilla: vivimos en un país raro: una clase obrera sin obras, una clase media sin medios y una clase alta sin clase.
Y así nos va.

Hace ya tiempo que la buena Nora, con la invasión de noticias de corruptos que nos invaden, que para sí quisieran los bárbaros en los tiempos de Roma, se plantea que hace falta algo. Y urgente además. Su análisis es demoledor. Entre pequeñas corruptelas y grandes estamos estafados todos y todos los días. Trabajamos no para nosotros, ni siquiera para el fisco, que ya es decir, sino para sostener a una legión, pero legión de ladrones y sinvergüenzas. Y gente que viene robando sin escrúpulos desde hace muchos años. Y que además viven del erario público de cargos y prebendas. Y aún se les llena la boca defendiendo los intereses de los trabajadores" o vaya usted a saber en qué escondrijo metafísico-oficial está escondido. Y no conformes con eso aún roban. De pensar que en las cárceles hay gente que por infinitamente menos, están penando... se le pone, dice ella, la carne de gallina.
Ya ves Nora. ¿Y sabes por qué? Porque la gente lo que quiere es vivir bien, disfrutar de la vida lo que puedan y eso pasa por no meterse en follones. Y hay quien esa inacción la considera descuido, y ya sabes, ojos que no ven... cartera que te roban. Pero el día que nos cansemos de aguantar y hagamos todos bueno aquello de... en la guerra, como en la guerra, entonces, ay, la cosa se pondrá muy fea.
Se decía antes de los ricos, que explotaban a los pobres. Ahora que los pobres con mando también roban, ¿qué debemos pensar?

Hace falta una nueva revolución. Ya hemos tenido varias, que mal o bien, con sus pros y contras nos han hecho avanzar en el mundo. Pero las personas seguimos igual. Nuestro peor y único enemigo somos nosotros mismos. En España, por ejemplo, todos los enemigos están dentro. De modo que somos capaces de conquistar el espacio, pero siempre pensamos en fastidiar a los demás. No hay conciencia. Tal vez sea esa la próxima y necesaria revolución. La de la conciencia.  Donde robar, estafar, mentir, sea algo tan socialmente reprobable, que los que infrinjan esos preceptos se mueran de vergüenza.

Hoy somos como aquella mili en la que no podíamos atacar por haber estado en reposo tanto tiempo. Mientas en la colina primero, y el banquete después, los que dirigían nuestros cuerpos y almas pasaban de todos nosotros, para los que no éramos más que mano de obra, masa corporal de fuerza. Y eso sí, cuando les interesa, venga, vamos al ataque. Batas blancas, abajo la ley de educación, ¿nucleares?, no gracias. Nunca mais... etc., etc. etc...Y entre tanto no seas necesario...  que te vayan dando. Ellos siempre en la colina primero y el banquete después. Nosotros nos quedamos con la lata de sardinas... que se quedó en el camino, en el duro trasiego de la vida, que es a fin de cuentas nuestra guerra... Interminable guerra de la que nunca aprendemos. Nos hace falta como el comer, la revolución definitiva: la de la conciencia.

jueves, 13 de marzo de 2014

LA VERGÜENZA


Nora ha cogido una muy sana afición: la radio. En un conocido programa de la tarde ha escuchado hablar sobre la vergüenza, y su antónimo y, como es natural me hace preguntas. Le digo que la vergüenza es uno de los termómetros de la salud de un país. Y le cuento, naturalmente, como ha ido cambiando la cosa. Sinvergüenzas ha habido y habrá siempre, pero como ahora… Es que les hemos puesto una autopista para que se liberen y aprieten el acelerador a fondo. Hay más que moscas. La razón, como decían en la radio los sesudos contertulios, es que no hay concepto del mal. Se ha hecho tan elástico que ya no sirve, que se quedó estirado y no vuelve. Ni el mal como pecado, ni el mal como algo feo hecho a desprecio de la sociedad. Los sinvergüenzas son seres antisociales. No hay sensación de culpa. Más bien al contrario. Y le cuento de mi experiencia por si le sirve de algo.

En aquellos tiempos existía una cosa que se llamaba pudor, es decir el sentimiento de vergüenza que llevaba a las gentes a ocultar ciertos aspectos o sentimientos. El pudor, o la vergüenza, son partes de la educación. No progresista, claro. Dejémoslo claro. La educación progresista se ha llevado por delante cosas malas pero también otras. Digo la progresista porque son los que llevan y llevarán la voz cantante en el asunto. El gobierno gobierna la economía, pero todo lo demás no.  Una vez más insisto, los conservadores hay partidos que no juegan, y por tanto es natural que los pierdan por goleada. Pues bien, entre las que se llevó está la vergüenza. Trajo la libertad entendida como la naturalidad más natural, cachonda y primitiva, y no nos explicaron más. En el libro de instrucciones de la libertad no había más páginas, o es que las arrancaron.  Represiones fuera. Go home. Es la reacción por haber estado siglos y siglos reprimidos por Franco. Y bueno, tal vez por eso mismo perdimos la vergüenza. No nos lo explicaron bien. Ya no hay pudor. No hay más que ver la tele, esos programas donde se ven hasta los intestinos gruesos de los participantes, o la propia calle, o… el colegio, donde los niños, que no saben nada ya del pudor o la vergüenza, hacen y dicen lo que quieren cuando quieren y como quieren. No por malicia., sino por desconocimiento. Generalmente los progenitores tampoco lo valoran, o no lo saben. Somos ahora así, muy naturales y libres.
Pero claro, no vivimos solos. Si viviéramos solos no nos haría falta el pudor o la vergüenza para nada. Pero ay, vivimos con los demás, y esto es un contratiempo, porque al vivir con los demás se nos coarta la libertad esa tan… apetecible y natural. Y que nos coarten, o el autocontrol, debieron ser capítulos perdidos entre las páginas desaparecidas del maravilloso libro de la libertad. Y ahí, en esas páginas debió estar aquello del no todo vale, no todo es posible, y que la dejadez y la naturalidad caprina no son bien vistas. Mecachis.
Antiguamente, hace tal vez miles de años o… ayer mismo, no me acuerdo ya, las mujeres solían cubrirse con la rebequita, las embarazadas ocultaban su embarazo bajo ropas amplias, no se hablaba en voz alta ni se daban gritos ni siquiera en la calle porque resultaba de mala educación. Estaba mal visto. No se sabía muy bien lo que era educación, pero había un reconocimiento general de que la buena educación llevaba consigo formas, comportamientos, modelos, actitudes… El saber ser y el saber estar iban juntos. Los hombres primitivos dejaban el paso en la acera a los abuelos… ¿O fue ayer? Ya no me acuerdo. Llegaba a ser hasta un tópico aquello de dejar el asiento en el autobús a la mujer, o a la persona mayor… Jo, qué tiempos lo de Atapuerca.
Hoy, ver a una señora embarazada, enfundada la barriga con una camiseta por donde el bulto hinchado del ombligo amenaza reventar es algo orgullosamente natural, que se exhibe con desparpajo y satisfacción. Los padres sueltan tacos gordos y se hacen encima de lo que sea con total gracia delante de los hijos para que vayan aprendiendo que la naturalidad bien entendida empieza por uno mismo. Hijo mío, no tengamos secretos. La vida es así, de modo que puedes cagarte en lo que quieras, cuando quieras. Mi rey. Faltaría más. Y ojo que el que te diga algo… Tú me dirás quien.
Así que la vergüenza se fue perdiendo poco a poco, pero con insistente marcha, y de una cosa pasamos a otra, por extensión. ¡Es tan cómodo! Tan solo hay que dejarse. Es decir, de perder la vergüenza por decir tacos mientras se habla (una frase de tres palabras empieza y termina por un taco), pasamos a otras cosas. Por ejemplo en el trabajo. ¿Qué era aquello de la responsabilidad? ¿Qué es eso de la honradez? ¿Qué cosa es esa de la verdad? Cuántas palabras inútiles alberga el diccionario. No son más que piedras en el camino del progreso.
Hoy robo más que ayer, pero menos que mañana. ¡Ala, qué valiente! ¡Y qué listo!. ¡Animo machote! ¡Uy en cuanto yo pueda! ¡Marica el último! ¡Todo por la pasta!
Y como decía un prócer, de la cárcel se sale pero de la pobreza no. Así que los políticos por una parte, los ejecutivos de empresa por otros, y, sobre todo, la unión de ambos elementos, han producido más desastres que ninguna guerra y sin el menor signo de vergüenza. No hay sentimiento de que se haya hecho mal. El propio partido ayuda a ocultar a los miembros que se han enriquecido ilícitamente. O sea, estafando. A ver, dejemos esto claro. La empresa para qué está, pues para ganar dinero. Y yo qué. ¿No puedo tener yo el mismo fin en mi existencia? Es que no sé como no lo entienden. Eso no es mentir. No es estafar. Eso es habilidad técnica para conseguir un fin. A eso se le llama inteligencia práctica, habilidad para hacer negocios, ingeniería económica para el autoabastecimiento sin fin.
Vulgarmente, pero solo vulgarmente, se llama tramposo. Es decir, persona no sujeta a pudores o vergüenzas. Vulgarmente también sinvergüenza.
De pronto, sin saber cómo ni por dónde, alguien se dejó abierta la puerta del pudor y se nos coló el aire frío y distante de la sinvergonzonería y se quedó. Vio el terreno abonado. O mejor dicho, vio que el terreno estaba abandonado, así que no tuvo más que dejar caer unas cuantas semillas… y el solito se fue extendiendo más y más… Como una planta invasiva.
Como la sinvergonzonería no tiene mala prensa en nuestro país (que sí, que antes se llamaba España, pero es que… me da vergüenza decir su nombre), es un modelo a seguir en todo. Así que los sinvergüenzas pululan por todas partes. O como dicen algunos por todas partes del Estado.
Hoy ser sinvergüenza es un estatus social. Cuanto más dinero ganes o más poder tengas tienes más opciones para ser sinvergüenza. Y la verdad, perder una ocasión así… es francamente lastimoso. ¡Qué dirían de mí los compañeros, mis amistades, si no hago estas cosas que hay que hacer, porque van con el cargo y la pasta! Entérense: para ser sinvergüenza hay que ser listo, muy listo. Solo los tontos o los pobres de espíritu no son sinvergüenzas. Ser sinvergüenza es bueno. Dice mucho a mi favor. Los bancos dirán que vaya tío más espabilado. Las empresas me contratarán, los partidos políticos se me disputan. Un talento así no puede perderse.
Hoy, al fin, somos lo que somos porque lo hemos ganado a pulso, con esmero y tesón. Hemos robado, mentido, estafado, engañado… Y lo hacemos todos. La sociedad nos empuja a ello. Porque ya vivimos así. Lo público es la “cosa nostra”. No sé qué dirán de estas cosas en otros países, pero aquí tenemos incluso refranes a propósito. Todos decimos que de bueno a tonto… solo hay un paso. Así que… ¿quién quiere ser tonto?. En cambio cuando uno es malo, se le dice que es listo. Las madres/padres (jajaja) dicen aquello de su niño, con satisfacción, “es más malo…” Se le incluye por la maldad la inteligencia.
¿Crees en la democracia? No ¿Crees en la justicia? No. Crees en la política? No. Crees en la honradez de tu banco? No. ¿Crees en tu empresa y tu empresario? No. Él me estafa y yo le estafo a él. Y ambos lo sabemos. ¿Crees en tu gobierno? Jaja. No.
¿Entonces…? No creo ni en los individuos. Hoy, decía uno de mis periodistas favoritos, ya no existe el individuo, que es ser sujeto a derechos y deberes. Hoy solo existe la gente. Y la gente es masa, es corriente impetuosa y golfa que todo lo arrastra, donde los deberes se diluyen y tan solo se agitan los derechos. Y así vamos, Nora, arrastrados y con la sensación de que si yo pudiera hacerlo también… Uuyyy en cuanto pueda…




jueves, 6 de marzo de 2014

Y EL FACEBOOK SE HIZO CARNE






     Un compañero profesor, cachondo él, amenaza a sus alumnos con sacar en su facebook las ocurrencias de los chicos de su clase.  Naturalmente es broma, todos los niños lo entienden así y se regocijan con el profe imaginando la situación. Cientos, tal vez miles de personas, enlazadas unos con otros podrían saber de la singular ocurrencia del sujeto en cuestión. Y es que todo el mundo sabe que el "face" es una ventana al mundo; es como esa ropa tendida en el balcón en los barrios populares y a través de las cuales se puede saber algunas intimidades de sus dueños. Cada día cientos de millones de personas comentan y exponen impúdicamente sus ideas, impresiones, pensamientos, deseos, se manifiestan a favor de esto o lo otro, apoyan tal o cual causa, admiran las fotos, los dibujos, conocen las necesidades de los demás, las penas y glorias de medio mundo y la comparten con el otro medio. 
       Aquello de la privacidad, la intimidad, ha pasado de moda. Hay quien contribuye con esta red de redes de manera profesional y hay quien lo hace por el simple gusto de manifestarse y compartir. Comunicarse o morir. Del "pienso, luego existo", hemos pasado a estoy en el "face", luego estoy vivo en este mundo. Soy. Además, todas las empresas dedicadas a conectar a la gente entre sí, te incitan continuamente a ello, te piden cada vez más y más datos personales, te ofrecen más ocasiones, te abren más puertas, te llevan a un mundo maravilloso que  te estás perdiendo, que no te lo pienses más oye, que ahora podrás decir, hacer, pensar, ser, coleccionar, compartir, existir...; donde estarás siempre conectado con tus amigos... ¿No es maravilloso? Es un cielo virtual, donde serás feliz y escribir muchos jajajajás, porque serás feliz siempre, y una felicidad compartida, que es la releche de la felicidad. Seguro que los ángeles tendrán su face y entre todos podremos estar eternamente comentando las curiosidades celestiales. Anoche Dios durmió con pijama a rayas. Zas, foto. Me gusta. Nada de aquella felicidad tontona de  estar contemplando la inmensidad de Dios. Que esto sí que mola tío. 
       Tienen de todos nosotros un dossier que ya quisiera para sí la policía. Lo saben todo de todos. A través de lo que te gusta o no, de las fotos que publicas, lo que dices, con quien te comunicas, cuántas horas dedicas a esa comunicación, cuántas veces al cabo del día, semana, mes año... Dónde estás en cada momento, qué lugares sueles visitar, qué tipo de películas ves, qué libros lees, qué artículos de periódicos o revistas, qué te preocupa o de qué te alegras... Incluso cual puede ser tu cultura o tu tendencia política. Por supuesto aficiones, gustos, manías... Ni Dios hubiese jamás inventado algo así para dominar al género humano sin haber colocado antes en "off" el botoncito de la libertad. Y cuántos sesudos pensadores y cuántos sensibles progresistas, tan amantes de la libertad habrían protestado entonces ante tal riguroso y conspicuo seguimiento. Y sin embargo nosotros solitos, y en nombre de la modernidad más moderna, o eso creo, con qué alegría nos entregamos en cada ocasión que se nos presenta y con qué entusiasmo a esa nueva religión universal que es la "Hermandad Universal del Face".UHF, que ya ves, amable lector, que no es un canal de frecuencias de TV sino esto que ya sabes. Así, hemos podido al fin hacer una RELIGION UNIVERSAL, viejo deseo de las religiones, sobre todo de las exclusivistas. Pues nasti de nasti. Ninguna de ellas nos vale ya. Ahora sí tenemos una realmente universal y que amamos todos los feligreses, que cada día somos más. Aquí sí que hay común unión.
       Y como cualquier religión que se precie, tiene sus misterios, sus dogmas y esas cosas que hacen que la religión sea una fuerza misteriosa, oculta al entendimiento pero sensible a las emociones. Aquí también tenemos una Trinidad: el Facebook, el Twitter y el Whatsapp. Esta es la nueva Trinidad que recoge y conduce todos nuestros actos en la vida. Ya no hace falta un "juicio final". A Dios le bastará con revisar estos tres estamentos comunicativos para saber de nosotros mucho más de lo que Él pensaba sopesar en su balanza. Lo tiene difícil, porque son muchos, pero que muchos, los datos.
       A mi entrañable Nora se le escapa esta necesidad tan repentina y fuerte de comunicación. Ella, claro, tiene su propio análisis.
       -Nunca como hasta ahora, con tantos medios de comunicación os habéis encontrado tan solos. Porque uno puede sentirse solo incluso en medio de la multitud. Además el mismo medio de comunicación que usáis para conectar con los demás es tan exigente con vosotros que casi se puede decir que es el auténtico intermediario entre cada uno de vosotros y la humanidad. Como una iglesia cualquiera. Ya sabes lo que se dice de los intermediarios.
       -Bueno, no te falta cierta razón, Nora. Desde que determinadas personas se ocultan tras las instituciones, corrompiéndolas y engañándonos, ya casi no creemos en nada, salvo estas pequeñas conversaciones que son el único aliciente que nos queda, aunque la mayoría sean conversaciones banales y hayamos hecho un mundo virtual paralelo al real. Es evidente que  la necesidad de creer se ha visto entorpecida por multitud de sucesos que están en memoria de todos. Así que lo único que tiene visos de autenticidad es el Face, el Twitter y el Whatssapp
       -Pues buen cambio habéis hecho. La realidad por la virtualidad.
       -Es que el mundo está cambiando tan rápido que necesitamos aumentar las relaciones entre nosotros para no sentir el frío de la soledad y el desamparo. El vacío, ya sabes, produce vértigo.
       -¿Ya no creéis en nada?
       -Prácticamente no. La justicia se quitó la venda y se desnudó, los banqueros destaparon el tarro de sus afanes, de los políticos ya... ni hablamos, lo médicos son más bien vendedores de medicinas, de las iglesias... qué te voy a contar. De los más altos dignatarios ya no se espera ejemplo alguno. Y digo yo que para qué los queremos pues. Que estamos solos, Nora, es un hecho. No se puede creer en nada ni en nadie. La falsedad, la mentira, el interés parcial o personal, la incoherencia, la demagogia, la hipocresía… Todo está dentro de esas características que la llamada justicia dice para los delitos gordos, gordos. A saber: premeditación, alevosía, nocturnidad y… mala leche. Ni la ley, ni los políticos, ni los banqueros, ni los curas, ni la policía… Nada ni nadie nos libra de que los ciudadanos estemos solos ante la avaricia, el egoísmo, la incoherencia y todos los males que nos desafectan como individuos sociales. Estamos solos ante todos ellos. Recuerda: el hombre es un lobo para el hombre. Así que no te extrañe que la soledad y el sentirnos desprotegidos nos lleve a refugiarnos entre nosotros, como los corderos se refugian en  la profundidad del rebaño del ataque de los lobos.
       -Y ahí entra el Face.
       -Eso es. De ahí nos viene buena parte de nuestra necesidad de comunicarnos. Buscamos el refugio de la manada. No importa qué digamos, qué pensemos o qué escribamos; lo que importa es que en la otra parte de la ventana haya alguien como nosotros, que nos reciba y conteste. Ya no estamos solos en la soledad, sino que al menos somos un punto más de los que llenan el espacio vacío. Somos, juntas, millones de soledades. Y ya se sabe que en la inmensidad del espacio las estrellas y planetas por la misma razón se unen en galaxias.
       -¿Y vais a estar así siempre? ¿Será cierta alguna vez esa imagen tópica de dos personas que estando juntas se hablan mediante el face?
       -Seguramente tendemos a eso, Nora. O eso o que alguien venga a salvarnos de nosotros mismos.
       -¿Esperáis que el Facebook se haga carne y habite entre vosotros?
       -¿Sabes? Antes las cosas eran más fáciles. Pero los humanos tenemos la rara virtud de complicarlo todo, de ponernos piedras en nuestro propio camino. Fíjate que ahora que se habla tanto de crear empleo, las nuevas tecnologías no hacen más que prescindir de gente. Acabo de pasar tres estaciones de peaje de autopista en las que no trabajaba ninguna persona. Luego he repostado en una gasolinera abierta 24 horas donde tampoco trabajaba nadie. ¿Dónde están esas personas?   Vamos a los bancos y te dicen que para eso que necesitas no hace falta que vayas que lo puedes hacer por Internet. Qué así te evitas las colas. Nadie quiere gente. La gente molesta.
       -En cambio...
       -En cambio por el face es distinto. Es un mundo cálido y acogedor, donde te juntas con otras personas para charlar de lo que sea con grandes y efusivos gestos de alaaaaaa, jajajaja, jijijijiiii, qué guapaaaaa..., me gusta y esas cosas tan humanamente halagadoras, cálidas y confortables.
       -¿Eso es un mundo cálido y acogedor?
       -Así es. A la vez que universal. Es, como tú dices, el Facebook hecho carne y habitando entre nosotros. ¿Qué haríamos sin el face? ¿En qué hombro lloraríamos? ¿Quien nos escucharía? ¿Con quien compartiríamos nuestras vidas?
       -Padre, Hijo, Espíritu Santo.
       -Shiva, Brahma, Visnú.
       -Facebook, Twitter, Whatsapp.

       El cambio de los tiempos.