sábado, 5 de diciembre de 2015

EL ODIO

Ahora que estamos cerca de las elecciones y que de fondo tenemos el panorama terrorista, uno observa, lee y piensa en cuál será el motor que nos lleva continuamente a someternos a estas convulsiones y que nuestra vida no transcurra por senderos de paz y armonía que son el camino que lleva al auténtico progreso de la humanidad.
En esto del «vivo sin vivir en mí», los españoles somos expertos. Ya circula con frecuencia la frase, atribuida sin fundamento a Von Bismarck: «Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido. El día que deje de intentarlo, volverá a ser la vanguardia del mundo.»
En estos días sale a relucir todo eso que alimentan algunos todo el año para sacar provecho del asunto: el odio, el rencor y la envidia.
Todos los partidos, instituciones o personalidades célebres por cualquier motivo, sean del color que fueren, favorecen estas manifestaciones de la psique personal y colectiva y en acercarse el momento, alimentan la pasión con el fuelle de sus opiniones y manifestaciones. Todo ello no hace más que fomentar entre nosotros una de las expresiones humanas más nefastas: el odio.
A veces llega uno a pensar si realmente la frase de Von Bismark sea suya o no, nos representa mejor que nada. Cuando además, en este tiempo convulso de posibles guerras habrá gente esperando la reacción del gobierno, sea cual sea, para echarsele encima y descalificarle. Los mayores y más peligrosos enemigos de España están todos dentro.
Los españoles somos todos legionarios, somos novios de la muerte, nos gusta vivir al borde del precipicio y sentir ese latigazo morboso de la muerte cercana de nuestra civilización.
Para investigar por qué el odio es un motor excesivamente cotidiano de nuestra vida en común, no he tenido más remedio que consultar con ese compendio universal de conocimientos que es la Wikipedia. Oigan ustedes, qué claridad en el asunto. Pasen, y lean:

«El odio es un sentimiento de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, o fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir a su objetivo.
El odio se puede basar en el miedo a su objetivo, ya sea justificado o no, o más allá de las consecuencias negativas de relacionarse con él.
El odio se describe con frecuencia como lo contrario del amor o la amistad. El odio puede generar aversión, sentimientos de destrucción, destrucción del equilibrio armónico y ocasionalmente autodestrucción, aunque la mayoría de las personas puede odiar eventualmente a algo o alguien y no necesariamente experimentar estos efectos.
El odio no es justificable desde el punto de vista racional porque atenta contra la posibilidad de diálogo y construcción común. Es posible que las personas sientan cierta aversión sobre personas u organizaciones que produzcan estabilidad, incluso ciertas tendencias ideológicas como el capitalismo o el socialismo.
El odio es una intensa sensación de desagrado. Se puede presentar en una amplia variedad de contextos, desde el odio de los objetos inanimados o animales, al odio de uno mismo u otras personas, grupos enteros de personas, la gente en general, la existencia, la sociedad, o todo. Aunque no siempre, el odio a menudo se asocia con sentimientos de enojo.

Puntos de vista filosóficos
Algunos filósofos han ofrecido muchas definiciones influyentes del odio. 
René Descartes ha visto el odio como la conciencia de que algo está mal, combinada con un deseo de retirarse de él. 
Baruch Spinoza, definió el odio como un tipo de dolor que se debe a una causa externa. 
Aristóteles ve el odio como un deseo de la aniquilación de un objeto que es incurable por el tiempo.
Por último, David Hume cree que el odio es un sentimiento irreductible que no es definible en absoluto. Consideran al odio como lo opuesto al amor.

Puntos de vista psicoanalítico
En el psicoanálisis, Sigmund Freud define el odio como un estado del yo que desea destruir la fuente de su infelicidad. La psicología define el odio como un sentimiento "profundo y duradero, intensa expresión de animosidad, ira y hostilidad hacia una persona, grupo u objeto". Debido a que el odio se cree que es de larga duración, muchos psicólogos consideran que es más una actitud o disposición que un estado emocional temporal.

Investigación neurológica
Los correlatos neuronales de odio han sido investigados con un Procedimiento fMRI. En este experimento, la gente tenía sus cerebros escaneados mientras ve fotos de personas que odiaban. Los resultados mostraron una mayor actividad en el medial circunvolución frontal, derecho, de forma bilateral en la corteza premotora, en el polo frontal, y de forma bilateral en la ínsula media del cerebro humano. Los investigadores concluyeron que existe un patrón claro de actividad cerebral que ocurre cuando las personas están experimentando el odio.

Cuestiones jurídicas
Un crimen de odio (también conocido como un "crimen motivado por prejuicios") generalmente se refiere a actos criminales, que se considera que han sido motivados por el odio de uno o más de las condiciones mencionadas. Los incidentes pueden incluir ataques físicos la destrucción de la propiedad, intimidación, acoso, abuso verbal o insulto

Curiosamente esta palabra tan antigua, procedente del latín, nunca ha dejado de ser un cultismo. Con lo abundante que es la pasión que denomina, la palabra sin embargo no lo es tanto. Quizás porque las pasiones se viven más que se dicen, o porque es muy difícil encerrarlas en palabras y se dispersan por tanto entre multitud de ellas; el caso es que la palabra odio no es ni mucho menos tan abundante como la pasión que denomina. Basta que nos fijemos en los “pecados capitales”: no figura el odio entre ellos, y sin embargo es mortífero; ninguno de los 7 le supera en capacidad de matar el alma de quien lo padece. El que más se le acerca, la envidia, sólo cuando es muy profunda cae en la profundidad de los abismos del odio.
Probablemente la diferencia sustancial entre odio e ira, es que esta última puede darse sin persona contra la que dirigirla, y sin la obsesión por destruirla; en cambio el odio necesita una persona o una colectividad a la que destruir
El odio es sin duda la pasión más destructiva, el más potente motor de las guerras; más que la ambición y que la autodefensa, sin ningún género de dudas. Si se enfrentan dos bandos: el uno con el arma del odio, y el otro sin esa arma, es evidente que a efectos tácticos el primero cuenta con una gran superioridad moral (me refiero a la moral de combate). Tener que defenderse por tanto de un enemigo que rezuma odio por todos sus poros sin responderle con odio, antes al contrario con amor, genera una inferioridad moral manifiesta. Bombardear primero con fuego y luego con bocadillos, suena a chiste.
No nos engañemos, cuando falta un fanatismo que alimente el odio al enemigo, la guerra está perdida de antemano, porque el fanático luchará hasta la última gota de sangre. Y si no se le odia, es imposible cebarse en él hasta esos extremos. Por eso muchas de las grandes guerras en cadena han tenido un carácter revolucionario, es decir que han pretendido cambiar las ideas (incluida la Revolución Nacionalsocialista, interesadamente silenciada de la que se alimentó la Segunda Guerra Mundial). Es que sin ideologías con las que fanatizarse, es imposible mover los odios colectivos.


No son, en ningún caso, nuestros sentimientos los que constituyen un peligro para nosotros mismos y nuestro entorno, sino mas bien el hecho de que por temor nos hayamos desconectados de ellos. Y es esta desconexión la que produce los accesos de locura homicidas, los atentados suicidas incomprensibles y el hecho de que innumerables tribunales no quieran saber nada sobre los verdaderos motivos de un acto criminal, con el fin de proteger a los padres del delincuente para no levantar un velo sobre su propia historia.»


miércoles, 18 de noviembre de 2015

EL CANSANCIO DE SER ESPAÑOL



Una vez más, todos los enemigos dentro. Hablamos de España, claro. Los franceses nos acaban de dar un ejemplo magnífico de respuesta a la barbarie cantando su himno por las calles. Incluso en el fútbol en la GB lo han cantado. Ha sido emocionante ver a toda la clase política francesa reunida  y unida, cantando juntos su himno. Y allí, como aquí, en el parlamento hay desde la extrema izquierda a la extrema derecha. Aquí, en cambio, además de silbar el nuestro  y de que no tenemos un himno cantable (fallo garrafal), siempre hay elementos internos dispuestos a mostrar la perversión de España y lo buenos que son los criminales. Ya han salido en los medios estos pacifistas extraños, siempre atentos al sufrir de los que matan y a sentir a España como un monstruo sin alma ni cabeza, capaz de comerse a los niños en las mismas entrañas de la madre. Somos malos malasombra, somos malos de verdad... etc. Recuerden los que puedan recordar.
Los españoles lo tenemos realmente difícil. ¿Cómo unirnos contra un enemigo si hay españoles que odian a España? Siempre hay mensajeros de la paz, jipis tardíos, que no comprenden, porque tienen  ya revenida la mente de tanto odio a sus propia historia, que nosotros, con nuestras cosas  buenas y malas, como todo el mundo, estamos en Europa, y tenemos una tradición cultural que es la que nos ha traído hasta aquí y  nos ha protegido de la barbarie medieval. A pesar de los pesares de guerras, hemos llegado a la paz y concordia entre nuestras naciones. Véase la Comunidad Europea.Y que otros, de fuera, desearían que esa hegemonía que Europa ha tenido en el mundo (con su bueno y su malo) acabe para siempre y retornemos a la edad media.
Qué envidia esos países que discuten sus cosas sin discutir al país. Que difieren en el modo de hacer, o de entender determinadas políticas, pero no cuestionan su país. Que cantan su himno en momentos de gloria y lo mismo hacen cuando arrecian las balas y caen herido y muertos. Saber que uno es francés, alemán, inglés, griego, italiano, danés, noruego, sueco... Saber que perteneces a una historia y una cultura... Saber que nada ni nadie es perfecto pero que ahí seguimos... cabalgando juntos...
Qué hermosa lección aquí jamás aprendida. Y lo más extraño es que se renuevan las generaciones pero siguen pensando igual. Es una tradición que se pasa de padres a hijos o... vaya usted a saber, pero desde luego hay una escuela de aprendizaje de odio a España y lo español que funciona sin cesar y con éxito. Por lo visto el odio se transmite mucho mejor que el amor.
Eso, entre otras cosas, nos pasa por ese invento del demonio que han sido las autonomías. Autonosuyas. Cada uno de los partidos ha visto la oportunidad de hacer su propia España, o  mejor su propio país, con su propia lengua, sus propios ideales, su propio himno... España se rompió con las autonomías. Si el abuelito lo dejó todo atado y bien atado, los cordones que nos unían se rompieron cuando las autonosuyas. Mientras que alemanes y británicos se han unido, nosotros estamos siempre intentando la fragmentación y que no exista la unidad española.
La izquierda, la verdadera transmisora cultural en España desde la juventud, transmite ese odio, con la indiferencia de la derecha ocupada en sus negocios. Porque no se ven gentes de letras, filósofos o científicos que dediquen parte de su vida a hacer pedagogía en los medios de comunicación. Dominados además por eso que se llama "progresía", que es el no va más de la razón, el bien pensar y la rectitud moral. Son dueños hasta del lenguaje, y por tanto  nadie les da réplica, y los pocos que hay, los medios se encargan de presentarlos como ultras locos de atar, característicos, gente sin alma que, fíjate tú, que cosas dice este de la derechona. Y si son de la "cadena de los obispos", como se encargan muy bien de explicar, son todos unos meapilas trasnochados partidarios de la inquisición hasta cuando van a comer pipas.
Qué suerte tiene Europa de unirse y comprender cuando algo grave sucede a alguno de sus miembros. En cambio aquí, qué comprensivos, que atentos, que amorosa acogida a todo aquello que nos reviente como país.
Ser español cansa, es una lucha diaria. La próxima vez que nazca...



jueves, 22 de octubre de 2015

LA CANDIDEZ DE UN PUEBLO



Eran cosas sabidas, tanto aquí como fuera. Han estado robando y estafando a los habitantes de Cataluña, y a los españoles todos desde antes, durante y después de Franco. No es otra la forma en la que la «emprendedora Cataluña» medró a costa de todos los españoles. Y les dejaron, para que alguna región fuera la máquina de tren que tirara de la economía. Ellos y los vascos, porque lo demás, realmente, era un coto privado de caza para señoritos que vivían de las rentas de sus aparceros. Es la triste realidad.
Pero se lo creyeron. Llegaron a pensar que el mundo no se mueve, y que sólo ellos contaban el paso de los años al ritmo de sus millones. Y se acostumbraron a esa forma de ser y estar y en esas que les sorprendió la democracia, y los partidos políticos, y... el siglo XXI
Demasiado tiempo han estado tapándoles por cuestiones de votos. Y ellos, una vez más se han sentido importantes, y no sólo eso, también poderosos. Tanto como para llevar adelante ese delirio febril de la independencia. Somos tan ricos, tan listos, tan guapos, tan modernos y tan poderosos que no os necesitamos. Sois un lastre para nosotros. Sin vosotros esto sería el paraíso terrenal. Aquí ataríamos los perros con longanizas. De Vich y de Olot, claro.
Y cuando las reglas del juego, por esas cosas del caprichoso politiqueo se hacen más claras, sale a la luz toda la «merda» que hay dentro del vaso donde se desenvuelve la realidad política catalana. Andaba todo revuelto, pero en cuanto dejamos reposar un poco, los posos que quedaron en el fondo, son negros, muy negros, copiosos y muy contaminantes.
Se veía venir. Todo el mundo lo sabía. Ya digo, dentro y fuera. Pero... las conveniencias...
En todas las familias hay garbanzos negros. No vayamos por tanto a rasgarnos las vestiduras. Son muchos, y no sólo los catalanes, los que deberían dar cuenta de esto, y de mucho, muchísimo más. Y es una oportunidad que tienen los jueces para limpiar a fondo la clase política, o estamos perdidos. O funciona ejemplarmente la justicia, pilar primero del tinglado del estado democrático, o el barco hace aguas y se hunde. Aunque a ellos, a los que dirigen, les daría igual. Ellos siempre tienen recursos en Andorra, o en cualquier otro sitio. Pero a los demás no.
Y si Cataluña se ha convertido en la «cosa nostra» de esta parte del Mediterráneo, qué hay que decir de ese pueblo que allá vive, el mal llamado pueblo catalán, que ha tragado con disparates tan grandes, políticas tan atroces, filosofías increíbles, ya no solo nazis, sino paranoicas, esquizofrénicas. La política lingüística, el prohibir rótulos en castellano, la gente dispuesta a chivarse al poder, la bajeza moral de todos esos delincuentes de tres al cuarto y las familionas  esas de toda la vida alrededor del Palau (oh, qué gran palabra, tan versallesca ella), donde resplandecer sus  joyones, donde darse un baño de mundología privilegiada, donde poder gozar del poder y el estatus... Sabiendo todos que ordeñaban mal las ubres de una sociedad entera. Vaya pueblo el catalán.  Vaya ciudadanos esos dos millones de paletos que vitoreaban a una Cubaluña rica a base de robar. Y lo que se habrán reído de ellos los capitostes de la mafia catalana.
Siempre ha habido devotos, paletos y ciegos entregados a cualquier causa. El género humano es así. Ya pasó con los nazis, con la URSS, y sigue pasando en Corea del Norte. Ya no hay personas, sino robots, seres humanos con el cerebro lobotomizado, incapaces de hacer otra coas que alabar al líder y responder con su vida, alma y corazón a cualquier propósito y ocurrencia del gracioso líder de turno.
Suerte han tenido los catalanes que estamos lejos de aquello, pero...  le han visto y sufrido en sus carnes la persecución política por hablar castellano, español. Y así han llegadlo a los ayuntamientos trastornados antiespañoles dispuestos a hacer desaparecer todo vestigio de la historia y la cultura. Me parece del todo imposible, pero viendo la candidez de los catalanes... cualquier cosa podría haber pasado.
Faltó poco para que los españoles de allá llevaran en la manga cosida una bandera española, a modo de la estrella de David de los judíos en la época nazi, para que sirvieran de mofa y escarnio en todas partes.
Y esto en la culta Cataluña. En el siglo XXI. Qué vergüenza para todos aquellos. Esas mujeres mayores, esos hombres con canas, esa juventud recién salida del cascarón manifestando tanto odio a su propio país. Y todo porque los politiquillos de allá, han querido hacer de aquella otrora rica región, un escenario de película de la cosa nostra. Su paraíso particular.
No es tan admirable la codicia de los mandamases como la candidez de aquel pueblo.

Va siendo hora de despertar y exigir responsabilidades, y que el peso de la ley (ay, que expresión) caiga sobre todos los responsables.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

DE CUBALUÑA Y OTROS LASTRES



No confundamos. Una cosa es Cataluña, otra cosa es eso que llaman  «el pueblo catalán» y otra cosa los ciudadanos que viven en Cataluña.

Cataluña está ahí, tal cual hace siglos, perteneciendo a la cosa hispánica, que al correr de los tiempos se llamó España, con la región catalana pegada a sus riñones. Jamás fue independiente y jamás fue un reino, como sí lo fueron Navarra, León, Aragón, Castilla  o Valencia.

Y otra cosa es el pueblo catalán. Si se entiende por las gentes que viven en Cataluña, bien está; pero si se entiende como los súbditos del Estado Independiente de Cataluña, es una idea tendenciosa y aberrante.

Lo que sí es cierto es hablar de los ciudadanos de Cataluña. Esto se entiende muy bien por la teoría de conjuntos. Sea E, el conjunto mayor, y C un subconjunto dentro de aquel. Todo el que pertenezca a E no tiene por qué pertenecer a C, pero sí todo el que pertenece a C pertenece a E, por ser eso, un subconjunto. Fácil. Un niño lo hubiera entendido.

Pero fuera coñas. Una vez entendido esto, resulta antipático escuchar una y otra vez hablar de Cataluña como si fuera un país, con sus ciudadanos secuestrados por otro imperialista. Y todos los partidos españoles (ayyyy… qué miedo da la expresión) deben desmontar constantemente estas expresiones que pudieran llevar a la confusión. No se debiera bajar la guardia en esto porque ya sabemos todos que los independentistas de Cataluña insisten en este lenguaje, arropándose en esa bandera tan parecida a la de Cuba. Tal vez quieran un régimen como el cubano. Tal vez dentro de un tiempo aquello se llame Cubaluña. Oigan, por buen camino iban. Por cierto, y no deben llamar sus presidentes el “molt honorable”. No es muy honorable precisamente.

Estamos realmente cansados de esta gente. Con un PP timorato y un PSOE esquizofrénico hemos llegado hasta aquí, mal, pero hemos llegado. Ahora conviene que cada uno, PP y PSOE, adquieran su auténtica personalidad y no transijan más ni busquen jamás la ayuda de los  independentistas. Pero… ese es el problema. Ya estamos cansado de que el PSOE, cada vez que llega al poder, destroce el país y vuelva la gente a elegir a los serios del PP para reencauzar la cuestión, para luego volver, gracias a la demagogia y la esquizofrenia a elegir al PSOE para volver…  Y así una y otra vez, dejándonos exhaustos para avanzar en el camino de la evolución de las especies y las naciones. Una y otra vez volvemos al punto de partida. Por dios, salgamos de este círculo vicioso de una vez.

Creo sinceramente que el pueblo español (ahora sí) está muy por encima de estos dos partidos. Les hemos pasado. Sentimos que son una rémora para nuestro camino hacia el estrellato. Tal vez por eso estos partidillos nuevos que aparecen nos parezca una solución para muchos: salir del poder entre los dos grandes que una y otra vez nos meten en el lío del que no acabamos de salir.

Creo que ha llegado el momento de, efectivamente, volver a dar otro empujón (por favor, que sea el “refinitivo”) a la transición y que de una vez por todas salgamos de las aguas turbias y tengamos cien años, como mínimo, de auténtica paz y progreso, que es lo que queremos.

Claro que Cataluña tiene rasgos diferenciales. En España todas las regiones tenemos esos rasgos. Valencia, digan lo que digan los esquizofrénicos de la izquierda, es diferente a Cataluña, en todo. Nada de País Valenciano. Valencia ha tenido siempre su propia personalidad, incluida las lenguas que en ella se hablan. Todas las regiones españolas tienen su propia personalidad. Esa ha sido nuestra diferencia y nuestra riqueza con respecto a otros países. Recuérdese que también en los países próximos había distintas lenguas y culturas y que una política enérgica acabó con esas diferencias logrando unificar esos países, todos ellos punteros en el conjunto de las naciones. En España no se supo o no se pudo o no se quiso, pero hemos llegado hasta aquí con esas variantes, que son una riqueza si… fuésemos inteligentes. España es un mosaico, un pequeño continente en el paisaje y paisanaje y eso debe satisfacernos. Ya saben, viva la diferencia.

Los socialistas españoles (¡Oh!), que tanto han bebido de Francia, deben recordar que allá se hablaban varias lenguas y que hoy todo el mundo habla francés. Lo demás queda para el estudio y museo etnográfico. Francia es un gran país, así considerado por todo el mundo. ¿Por qué los socialistas españoles no se fijaron en eso?

En cualquier país de Europa, se puede ser de izquierdas, derechas, centros, liberales, conservadores, democratacristianos o ranitas de san Antón, pero… todo el mundo es de su país. Un alemán es alemán, un francés es francés, un italiano es italiano…Independientemente de lo que les separa está lo que les une. De modo que, por favor, no nos tuerzan la convivencia, sean responsables y déjennos avanzar en la historia. Hoy todos tenemos familiares y amigos en cualquier rincón de España. No existe el pueblo catalán, sí el pueblo de Cataluña, formado por los que allí viven, pero eso no es una entidad política. No juguemos con los sentimientos. ¡Aaah… la inteligencia emocional, que gran traidora!

Urge pues poner las cartas boca arriba, dejar el juego bien claro y renovarse definitivamente. Hagamos la segunda y definitiva transición y luego, referéndum nacional.

Que las autonomías han sido lo peor que nos ha ocurrido en la historia es un hecho. Es costosísima y es un lastre para nuestra recuperación política y económica y nido de todo tipo de sinvergüenzas y traidores. Hemos creado un monstruo que nos supera. Se han multiplicado increíblemente los funcionarios, en cada gobiernito, con todos sus ministritos y sus coches oficiales. Los poderes del Estado se han repartido entre irresponsables codiciosos política y económicamente y nos dejan secos, con hambre de bienestar y libertad. Nos han secuestrado. Es hora de volver a la normalidad. Pido un referéndum para saber si queremos o no autonomías. Si es que sí, que se ponga bien a las claras el juego político, si es que no, borrón y cuenta nueva. Como Francia, Alemania, Inglaterra, Italia…

La vida nos espera, vayamos a ella con el baúl de nuestra variedad dentro de una unidad nacional.

¿Autonomías? No, gracias. Debes dejarlas crecer.

martes, 8 de septiembre de 2015

ESTO DEGENERA


Islam, yihadismo, guerras de religión,  religión sí o no, laicismo,  ricos cada vez más ricos, pobres cada vez más pobres, desaparición paulatina de la clase media, desaparición del trabajo humano por robots y máquinas, guerras, armas, amenazas, abandono de animales, de niños, muerte de niños a manos de sus madres o padres,  de madres por sus parejas, desaparición del matrimonio, avance inusitado de divorcios y “matrimonios” gays,  huida de decenas de miles de personas por causa de hambres, de guerras, de persecución religiosa, gente sin escrúpulos que vacía las arcas públicas sin ninguna conciencia… Algo serio está pasando cuando se dan en el mundo tantas cosas a la vez. Y entretanto Europa deshojando la margarita de su propia existencia.
Está claro que el siglo XXI ha comenzado  convulso, y no ha hecho más que comenzar. A la crisis económica general se une la crisis moral de occidente, cuestión que está aprovechando el Islam para introducirse mediante una invasión pacífica primero, a propósito de las guerras. Y como no, el Papa Francisco, elevando el “buenísmo” por encima de todo y de todos, decide esos gestos que quieren sacar a la Iglesia del olvido de la gente para hacerla protagonista de la agonía… de Europa. Ella, que fue baluarte contra la barbarie y el medievalismo persistente en esos países que todos sabemos. Se lo acaba de decir el obispo húngaro Kiss-Rigo que se encuentra al frente de esa avalancha. No todos son refugiados. Hay mucha gente joven, que llega con descaro, con el grito de Alá es grande, y con todo el odio hacia occidente, y que en cuanto puedan comenzarán a destruir los cimientos de la sociedad que conocemos. Al tiempo.
El bueno de Chesterton lo decía ya en su tiempo: «el mundo se ha dividido entre progresistas y conservadores; los primeros juegan a cometer errores y los segundos a no corregirlos».
Y así , efectivamente está la cosa. Durante años, por iniciativa de unos y dejadez de los otros, se ha ido socavando la idiosincrasia europea con la música de la libertad (hermosa palabra, tan corrompida y sobada), la puesta en duda de toda autoridad (véase hoy padres y escuela) y se ha instalado como consecuencia la dejadez, la desidia, el pasotismo, la falta de creencias éticas y morales o la sustitución de las antiguas por otras nuevas. Como los valores de la bolsa, unos suben y otros bajan. Y nos creíamos que éramos modernos y avanzábamos en la libertad del individuo, y pasamos de matar a dios a inventar, por necesidad de creer en algo, mil diosecillos vestidos de tecnologías que deseamos alcanzar afanosamente para estar a la última, o a endiosar a los famosillos, o buscando la fama sin sentido etc.  He ahí los programas de la tele en mente de todos que tanto ayudan a mejorar el mundo convirtiendo en zoquetes a millones de personas (incluidos universitarios) opinando del matrimonio de este, los cuernos de aquel, las operaciones de la otra… Año tras año.
Las fotos en primera página de la primera boda gay, la primera boda gay entre policías, la primera boda gay entre guardias civiles, la primera boda gay entre… No hay día en que no festejemos las miradas dulces y los besos apasionados entre el sargento y el cabo, entre la cantante y su novia, entre el embajador y su marido o entre el presentador y su esposo. La homosexualidad  es uno de los “nuevos valores” que  han pasado de ser una excepción a ser regla.  Tal es el ansia de reconocimiento social a la legión de aparecidos del fondo del armario que son un lobby. Lo antinatural es ya ser heterosexual. Con qué alegría se vive la cosa, oiga.
Además, la aceptación social de estos valores tiene tanta y tan buena propaganda (vean series de televisión) que incluso está acabando con profesiones que antaño eran sólo de mujeres. Una amiga del oficio de peluquería me cuenta que si no eres hombre y gay, no encuentras ni trabajo ni reconocimiento por muy artista que seas. A las mujeres les fascina que las peine un hombre.  Aunque sea gay.
De pronto nos da un temblor y nos volvemos al hombre mono. Decenas de miles de años de evolución para nada. Gracias, televisiones por ayudar  en la educación de la gente.
 También en el derrumbe tiene que ver el capitalismo a ultranza, donde sólo la ganancia cuenta, y no importa nada más.  Caramba, si eso ya lo inventaron los antiguos. La mejor economía (para los ricos) es la esclavista.
De modo que vimos el desmorone de los países de la órbita socialista, y ahora vamos a ver (ya comenzó) el declive paulatino del capitalismo, incapaz de asegurarse una clase media próspera (económica y moralmente), que es la que sostiene todo el sistema por el afán de la ganancia a toda costa. Como si no tuviesen que contribuir al bien común. Pero nos han ido descafeinando culturalmente poco a poco  (recuerden a Chesterton) y apenas quedan armas para luchar contra tanta catástrofe. Europa, sin su tradición, sin su historia, con el fracaso del socialismo y la traición del capitalismo feroz, está vendida.
Cierta vez asistí a una cena a ciegas. Se nos ofreció un vaso, o sea, vaso, con un potingue líquido que sabía a todo y a nada. Los comensales comenzamos a decir qué es lo que saboreábamos, en un intento de descubrir por el olor y el sabor lo que comíamos. Nadie acertó. Hasta que el sagaz Metre nos sorprendió a todos con su “tortilla de patatas deconstruida”. Un fiasco, oigan. Con lo sabia que es esa mezcla tan gustosamente paladeada por todos nosotros.

Pues como en la cocina moderna, el ”homo europeo” ha sufrido una  “deconstrucción” hasta quedar en una sustancia que no se sabe qué es, con sabor a nada, que ha perdido sus orígenes, su sabor y su cultura. Y ese es el problema. Nos hemos pasado de modernos e inventado un progreso con el que no progresamos (los ricos sí), sin darnos cuenta de que los cimientos de un edificio no se pueden tocar, los muros maestros son intocables y en Europa todos sabemos cuáles han sido esos muros… que se desintegran lentamente.
Sólo así se explica, ante el vacío de los paraísos religiosos (en nuestra cultura, no en el Islam) y la disolución de la moral individual y social,  la abundancia de sinvergüenzas, la sensación de vacío y desamparo y por tanto, fíjate tú qué cosas, la vuelta a la creencia religiosa. Aunque etérea, para muchos es la más solida tabla de salvación de principios y moralidades. Se está produciendo un retorno a las raíces, ansiando la seguridad de un mundo que, aunque confuso, resultaba más firme y era una muralla defensiva frente a otras culturas menos condescendientes. El cristianismo, con sus más y sus menos, ha sido la única y efectiva frontera contra la barbarie medieval. Si dios murió, parece que está resucitando. Pura necesidad.
Y si éramos poco parió la abuela. Como no tenemos problemas nos vienen a salvar los señoritos de Cataluña. Y digo señoritos. Precisamente (de nuevo Chesterton), se debe su pujanza a los años en que unos y otros le han obsequiado con poderes que el estado no debiera haber dejado jamás. Educación, por ejemplo. Pero también hay otros. El gobierno catalán ha facilitado la entrada del mundo islámico con la promesa de una gran mezquita (la más de lo más) nada menos que en la plaza de toros de Barcelona si a cambio votan independencia. No venden a Cataluña, nos venden a todos. Incluyendo Europa.
Las autonomías, las malditas autonomías han sido el fiasco más grande que en España se ha cometido jamás. Si se suponía una  buena intención, la cosa era, y es,  que no estábamos preparados para esto. Ni nuestra tradición, ni  nuestra historia ni nuestro carácter van con esto de las autonomías. Y resulta extraño, pues la izquierda española siempre ha copiado de la izquierda francesa, y Francia es una, grande y libre, y todo el mundo habla francés.  Como decía el humorista Forges, hemos pasado de ser una, grande y libre a ser muchas pequeñas y cabreadas. A ver quien le pone el cascabel al gato ahora.
Y encima, algunos de los protagonistas de esta situación (F.G), (Z) alimentan el disparate siguiendo con ese afán tan  de la izquierda española de destrozarlo todo para volver a edificar… a su imagen y semejanza. O sea, recuerden, la tortilla de patatas “deconstruida”, o lo que es lo mismo, los países socialistas.

Así que estamos sumidos en una gran crisis. Doble crisis, la de Europa y la nuestra. Nosotros. Ellos no.

sábado, 15 de agosto de 2015

SER O NO SER

   Resulta cansado, y hasta repulsivo, leer los periódico, ver los canales de TV anti-PP, la radio idem, y siempre de fondo la ecuación España + fracaso = PP. Ahora se quiere cambiar la constitución para que se acomoden mejor unos y otros, ahora no cumplimos estas leyes, o no queremos ajustarnos a tal presupuesto, ahora queremos independizarnos, ahora… Estoy cansadísimo. O como decía don Estanislao Figueras, presidente de la primera república: estoy hasta los cojones de todos nosotros.

   No descansamos ni en el descanso. Nos someten a una presión constante, y el fondo de todo está, no la idea de mejorar España, sino la de ver cómo puedo yo, partido, grupo, señorito, o quien o quienes sean, vivir mejor a costa de los demás. Tener más poder, más privilegios, menos control y poder enchufar a los amigos y llevárnoslo mejor. Dan ganas de decir marchaos, cerrad la puerta y no volváis jamás. Y no eres tú quien quiere marcharse, soy yo quien quiere que te vayas. Ya no eres tú quien no quiere cumplir el déficit, soy yo quien no quiere que lo cumplas y que reviente todo de una puñetera vez; y no son ellos los que no quieren cumplir la constitución, la Lomce o lo que sea, es que soy yo, quien piensa ya que lo mejor es que no haya constitución, ni país, ni leyes, ni orden, ni gaitas. Vivamos como en los orígenes, cada uno en su cueva, vigilando que los de la cueva de al lado no nos roben el fuego.

   Hemos tenido dos largas temporadas de gobiernos de izquierdas (si es que el POSE es de izquierdas, cosa que habría que estudiar bien), que han dejado a España, o como se llame este solar, en la ruina. Y dos gobiernos de derechas que nos han sacado de ella, y mal que bien, bien que mal, a trancas y barrancas, pero hemos logrado salir. Pero de nada sirve el ejemplo. Impasibles al ademán, con mucha más fe que los religiosos más fanáticos, algunos se empecinan una y otra vez en tropezar con la misma piedra. ¿Por qué? ¿Cómo es posible? Pues está claro. La rebeldía es un negocio. Es tal ya la clientela que milita y debe su vida a tantos partidos anti- España, politiquitos, amén de periodistas y familiares a millón, que haga lo que haga el PP jamás será reconocido porque las habichuelas, e incluso algo más, mucho más, les va en ello. Haga lo que haga el PP. De ahí que no lo consideren adversario político, sino enemigo. De ahí el todos contra el PP. Defienden su mamandurria. Ni aun cuando resucitara a los muertos. De modo que  el mal es muy profundo, y las ansias de mariscadas y mamandurrias son muchas. Hay mucho gusano que vive del pus, de la carne podrida, y que tiene mucho empeño en que se pudra todo. Ya se sabe que a rio revuelto ganancia de pescadores. Y en la política hay muchísimo pescador. Da igual que todo se vaya a la mierda, si sobre esa mierda mando yo.

   Qué cansancio, por dios. Dan ganas de encerrarse y no salir,  llenarse la vida de libros y buen cine y ausentarse de la vida real para vivir otra al margen de todo y de todos hasta que digamos a dios a tanta cansina gilipollez, tanta mamandurria,  tanto a ansioso de poder y tanto canalla.
Y como si la corrupción fuera caso único del PP, no cesan de airear y clasificar ya de forma sentenciosa: el caso Púnica, la Gürtel, el caso… el caso… el Prestige… el… Como si los socialistas no tuvieran a más de doscientos implicados en corrupción, de tres a cuatro mil millones de euros desaparecidos, con más de treinta años corrompiendo la manzana andaluza, o la catalana, etc. etc.
Son legión los periodistas trompeteros de cada caso de corrupción en las filas del PP. En cambio los otros, ni se oyen. Los periodistas también se han vendido. Y luego hablan de erradicar la prostitución. Definamos qué es prostitución. Me parece que las señoras que se venden por dinero son mucho más honradas que los que nos venden a todos por la misma cuestión. Hay mucha prostitución en la política. Esa es la madre del cordero, y de esa prostitución viven muchos a costa de todos.

   De modo que no podemos vivir en paz y preocuparnos de las cosas importantes de la vida. Ahora los okupas, después los bustos del rey, luego los nombres de las calles, a continuación no a la LOMCE, luego… El día de Castilla, el día de Cataluña, el de Galicia, el de Andalucía… De todo menos el día de España. Esa no, por favor, que es fascista y nos tiene a todos oprimidos. Uf, si ustedes supieran. Esta mañana ya he remado como esclavo en el trirreme desde Barcelona hasta Cartagena. Y luego he ido a levantar pirámides a Egipto. Hecho un esclavito me tiene esta maldita España. Hay que acabar con España. Puta España, decía aquel, haciéndose  merecedor de medallas.
Viriato,¿ por qué te fuiste, campeón? ¿Quién traicionó a Viriato? Sus compatriotas de entonces. Como los de ahora nos quieren traicionar a todos. Pero no tenemos ya una Roma          que nos diga aquello de… Roma no paga traidores. España en cambio los perdona, los aguanta, los sufre paciente mientras la maltratan. Qué fuerte es España.
Y qué pésimo invento fue el de las autonomías. El peor invento que ha tenido España desde las guerras viejas de los tiempos viejos. Sembramos la manzana de gusanos que reclaman cada uno su parte, y no les importa que la manzana se pudra o se rompa. Y en cambio, cuántas cosas por hacer, cuántas decisiones que tomar, cuántas leyes que cumplir…Ahora queremos cambiar la constitución, porque no la cumplen. Ellos no la cumplen. Una vez más, arrastrados por el suelo, sin saber si vamos o venimos, haciendo círculos que una y otra vez nos devuelven al punto de partida.


   Ser… o no ser. Si supiéramos lo que somos, tal vez podríamos trazar líneas rectas en las carreteras de nuestra historia y avanzar... Avanzar malditos, dejadnos avanzar.

domingo, 9 de agosto de 2015

GRACIAS, PERDÓN, POR FAVOR







 
Un niño, vecino de casa, llama a su abuela desde el piso superior de la vivienda por la ventana. La abuela estaba sentada abajo, en la terraza, tomando el escaso fresco de la noche del verano. Y la voz tajante, urgente y autoritaria: ¡abuela, agua!
Dos palabras. Una orden.
La abuela, en primer lugar, y dado que lo habíamos oído algunos vecinos, se hizo la fuerte contestando que bajara a por ella, que no creería que iba a subir. Pero finalmente hubo un acercamiento mutuo y la abuela se levantó a ponerle agua. A un niño de once años.
Pero no solamente eso. Luego que la abuela se marchó con una vecina a pasear, el niño, que estaba viendo la tele en el piso superior, le ordenó al abuelo que le hiciese un colacao. ¡En tazón! Le gritó. Y el abuelo, que no había preparado nada de eso en su vida estuvo luchando por preparar lo que el jefe de la casa le ordenaba. Y para más inri, viendo que no sabía, se levantó el niño, bajó y estuvo junto a su abuelo conduciéndole todo el proceso. Once años, repito.
 Le contaba yo esto a mi viejo amigo, el maestro, y en su cara se notaba que podría contarme anécdotas mil de este tipo. Como tantas veces, paseábamos con los perros por la orilla del mar, entre las calas de esta Babilonia de nuestros pecados que es Torrevieja, de la que los dos esperamos que no  sea el espejo donde la Cuba del futuro se mire.
Y hablando de Babilonia me contó él la cena de unos vecinos ingleses y alemanes que tenía junto a su casa. Por supuesto a las siete de la tarde, y por supuesto charlaban y hablaban en voz alta, muy distendidos y alegres por aquello de las vacaciones,  y por eso se enteró de algunas de las cosas que decían.  Los niños, y los mayores, cuando pedían algo en la mesa, añadían invariablemente la palabra por favor. En inglés, por supuesto. Era una palabra ―me decía― que tienen a menudo en la boca y repiten como una muletilla. Y si algún contratiempo sucede en la mesa, algo que se cae, algo que se mancha, algo que represente un contratiempo, rápidamente la voz de lo siento, lo lamento o perdón, invariablemente expresa la contrariedad que el causante  siente sobre el asunto y aplaca las iras ―si las tuviera― del sufridor de turno.
Entre las muchas pérdidas de valores de la sociedad actual  está precisamente el haber perdido las normas de urbanidad, las habilidades sociales, y por tanto el trastrocamiento de los papeles. Los padres de los niños actuales, procedentes de aquella EGB que desmontó  tanto los valores que casi nos quedamos en nada, eran así, fueron educados ya así, y por tanto han seguido repitiendo el modelo que conocen. Y es imposible volver atrás. La autoridad, la víctima de todo esto,  se fundió como la mantequilla. Y como alguien la tiene que ejercer, ante la dejadez de los padres, temerosos de que les tachen de autoritarios o fascistas, la toman los hijos, o los nietos.
Una de las muchas consecuencias es que al buscar trabajo, no saben cómo comportarse, ni cómo saludar, ni cómo dirigirse a un superior. Porque en el trabajo siempre hay alguien que es tu superior. Y acostumbrados a ser el elemento superior en casa, y también en el colegio, no saben cómo hacerlo, porque nunca lo han hecho. Aquello de niño calla cuando hablan los mayores, se torna en todo lo contrario. Los mayores callan cuando los niños hablan.
Los padres de antes, pero no los de antes, sino los de aaannnnteeessss, no tenían tantos conocimientos, ni sabían tanta ciencia ni tantos idiomas, pero sabían comportarse, sabían las normas habituales de convivencia y eso era algo reconocido por los vecinos, cuando uno se mostraba con educación y respeto ante cualquiera. El médico, el maestro, el alcalde, el farmacéutico, el dueño del bar, el vecino, el amigo… Lo aprendieron de sus padres, esos primeros maestros de la vida. Y servía para que la vida fuera más fácil. Es como el aceite en los motores. Lubrica, facilita la fricción sin causar problemas mayores. Da respeto a quien habla y a quien escucha. Establece una distancia mínima para que cada uno conserve su categoría humana.
A los españoles, decir gracias, perdón, por favor, nos revienta. Para nosotros son palabras humillantes que nos rebajan. Un padre, llegó enojado a decirme a mí ―me cuenta―, ante su hijo, en una mesa de invitados por una comunión, y ante la forma autoritaria de desenvolverse y de pedir del niño, al que llamé la atención, por supuesto sutilmente, candorosamente,  que no hacía falta pedir por favor. Que si lo pide se le da y ya está. El buen hombre sentía que pedir por favor era una humillación. Sentía que su hijo se arrodillaba y suplicaba mendicante que le acercaran la cucharilla para comerse el helado. A ver quien es el guapo que corrige al padre ―me dice.
En cambio ―prosigue― son tres palabras que te abren puertas, te ofrecen reconocimiento y te permite que los demás te consideren. Y, en caso de roce con alguien por una causa inesperada, automáticamente disuelve los malos pensamientos y como una válvula de escape, deja salir la presión de la mala leche y tornar la crispación en una sonrisa comprensiva.
Gracias, perdón por favor, era uno de los lemas que yo ―dice recordando con nostalgia― manejaba en la clase. Pedir una goma por favor, dar las gracias al devolverla, pedir perdón ante un tropiezo, en el fútbol, en cualquier sitio… facilitaba muchísimo la convivencia. Eran ―dice entusiasmándose por momentos― las tres palabras mágicas que solucionaban muchos problemas de la vida. El abracadabra de la existencia.
Los niños estaban obligados a cumplirlas en clase, aunque de vez en cuando había que recordarlas porque la tendencia… ya venía de nacimiento y desde casa ―termina.
Es evidente que las normas sociales se han deteriorado. En el trastoque de valores que venimos sufriendo, existe una sobre protección del mundo infantil, retrasándoles la madurez. al tiempo que los padres se vuelven niños. Los niños ya no son niños, sino príncipes en su principado, y están acostumbrados a que se les agasaje sobremanera por cualquier cosa. Son los reyes del mambo.
Te cuento ―me dice―. Una tarde. Salían los niños del cole y se amontonaban como siempre en la puerta. Salgo yo el último y veo una manifestación, con pancartas y todo, formado por padres, vecinos y niños. Sin más pensé que era eso, una manifestación. Estamos en época de reivindicar todo. Lo que sea. La manifestación, con la pancarta en cabeza se detiene frente al colegio. Yo pensé que aprovechaban el público que se agrupa a esa hora para manifestarse por lo suyo. Expectación garantizada. Y me entretuve en leer la pancarta: Felicidades Paquito.
Pues sí. La manifestación era un recibimiento que los padres y amigos habían montado a un niño de la clase. Razón: cumplir nueve años. Detrás de la pancarta estaban los vecinos y amigos de los padres y del niño que participaban de la fiesta que vendría a continuación. Para el niño fue una sorpresa. Ni a los actores de Hollywood  se les recibe igual en ninguna parte, salvo esas excepciones festivaleras de alfombra roja. Imagínate a ese niño que por cumplir el gran mérito de los nueve años, se le hace una manifestación y un agasajo que para sí quisieran los premios Nobel.
De modo que si a la sobredosis de protagonismo infantil, unimos la infravaloración de las normas sociales, cuando no su ausencia…  pues resulta lo que tenemos un producto social que viene que ni pintiparado para ser espectadores continuos del Gran Hermano, Sálvame que me ahogo, la Isla, Desnudos en la Porquera y todo eso que se luce en las TV que todos sabemos. Porque  vamos a ver, hace falta pasta, mucha pasta, y gente que la produzca. Si la gente es educada y culta… no hay espectadores, no hay anuncios. Entonces… ¿quién va a pagar la fiesta? De modo que hay que desmontar, como se desmontó y se sigue desmontando, todos los valores habidos y por haber. No hay nada como tirar lo viejo para construir algo nuevo.  Abajo el pretencioso y elitista Museo del Prado y en su lugar construyamos casas de protección oficial, que luego puedan ser ocupadas por los Okupas de turno. Qué maravilla.
Eso, tú dales ideas.

martes, 4 de agosto de 2015

JUEGO DE PATRIOTAS


 

Mientras contemplamos con sonrojo la actividad política de podemitas, carmenitas y demás,  vivimos un verano sofocante y lleno de noticias que auguran  un otoño complicado. España  y yo, señora, somos así. Nos encanta vivir en la zozobra y prolongar la agonía. Al contrario que muchos, nunca acabamos de ser. Se atribuye a Bismarck la siguiente y descriptiva frase: «España es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido».
Amén.
Tenemos de una parte la avanzadilla de las clases dirigentes catalanas, dispuestas a dar la batalla, pase lo que pase y pese a quien pese. Están deseando tener mártires para que refuercen su causa y el «molt honorable», en su papel de pequeño Moisés, ayudado por su Josué de turno, léase Junqueras, pensando que bien podría él ascender al cielo de los mártires, ya que no al de los dirigentes que han sabido desarrollar a la sufrida Cataluña, que entre paros, desobediencias, fracasos, robos, mentiras, estafas, corrupciones y engaños, sobrevive a base de ese suero artificial que es la idea de la independencia. No hay más política en aquel, otrora, privilegiado lugar.
Recuerdo una frase de Aldous Huxley: «Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje». Y es realmente efectivo el asunto.  Recuerden políticos y verán. El actual presidente del gobierno español, en cambio, nuestro Ramsés, no es poseedor de ese lenguaje pomposo. Un problema. No hay verbo contra verbo. Solo cifras, y las cifras no alcanzan el corazón.
Y bien sabido es que estos lodos vienen de todos los años que entre unos y otro, izquierdas y derechas, han confraternizado y condescendido con estos individuos, ya desde Madrid, ya desde la propia Cataluña, dándoles todo tipo de privilegios y mirando para otro lado cuando no respetaban las normas. Ellos, y sólo  ellos, son culpables de esta situación. Se les ha dejado ir demasiado lejos. Hay que recordar con especial amor a Zapatero I el Destructor.
Ahora llegaremos al 155, que ellos sin duda están  deseando, para forzar la situación y presentarse como víctimas. Y una sociedad secuestrada, como aquella, será lógicamente incapaz de abrir los ojos a la realidad. Llevan años viviendo en un mundo de fantasía. Lo más parecido a aquel Mundo Feliz, de Aldous Huxley. Esto es lo que pasa por pensar más en el partido que en el país, más en sus intereses personales que en los ciudadanos a los que representan. La «Cosa Nostra» debió nacer ahí.
Y ese es otro problema.  Los políticos españoles han creado escuela estos años, y de ahí la corrupción. Lo que demuestra que el compromiso para la famosa transición no fue honorablemente aceptada por parte de muchos de ellos. Ya entonces juraron en falso. Nadie les ejemplificó  que la política consiste en servir a los demás  y no en servirse de los demás. Una simple preposición cambia sustancialmente el asunto. No nos extrañe pues que haya acudido a la política tanto tahúr, mentiroso, estafador y revolucionario alucinado.
Son innumerables los personajes de izquierda y derecha que han ido a la política a tocarse los webs, y a trapichear con influencias y dinero público para forrarse. Ahí está la prensa. Y lo que faltará por descubrir. A ver cuándo hacemos nuestra Alcatraz  en el Islote de Perejil, una cárcel para meterlos a todos, porque la enfermedad es contagiosa dada la impunidad de sus actos. Hay que aislar el virus. Y por supuestísimo, menos políticos, menos sueldos y más honradez, transparencia  y eficacia. A estas alturas, cuando a cualquier profesional se le somete a auditorias en su trabajo, siendo miles, ¿cómo no es posible auditar a 200 ó  300 diputados y senadores? Claro que sí. Saber qué ha hecho cada uno de ellos en cada legislatura, en qué ha gastado los fondos utilizados, etc. etc. La ley, que nos pone sus manos encima cuando cometemos una faltita levísima, ir a 60 donde pone cincuenta, debe ser menos cándida con los políticos. A la política sólo los mejores y más honrados. Es decir, elección de candidatos directa, por los electores, y que esta gente no se esconda detrás de las siglas de los partidos. Y esa es otra cuestión.
Demasiados políticos, demasiadas prebendas, demasiada carta blanca, demasiados coches oficiales. Demasiado todo. Resulta escandaloso que más de doscientos políticos catalanes cobren el doble, el doble, del sueldo del presidente del gobierno. Escandaloso. Y los habitantes de la sufrida región a dos velas.
Los españoles de infantería no comprendemos por qué  un señor diputado, o senador, o ministrillo de autonomía, debe viajar en coche oficial hasta para mear, darle un dinero extra para pagarse una vivienda en los mejores  hoteles, viajar con todo pagado y vivir así como un pachá, cuando los demás debemos coger nuestro vehículos para ir al trabajo, pagar con nuestro sueldo el alquiler y  vivir con lo que queda. Demasiada buena vida llama continuamente a los vividores, y han ido todos a la política, claro. ¿Dónde mejor? ¿Dónde se vive con más privilegios? A la política se va a servir y no a ser servido, señores. Hace falta mucha cárcel ejemplar. Menos radares en la carretera y más en los políticos. Y que no nos vengan con que somos el país que inventó la picaresca.
Cada político es y debe ser un pedagogo  y debe ser ejemplo con su vida de todo lo que predica, como el sacerdocio, o la medicina, de lo contrario que se dedique a otra cosa. Que un sacerdote nos hable de tal o cual mandamiento pero que él no lo cumpla, no resulta ejemplar. Que un médico nos diga que no fumemos pero saca un cigarrillo, no se sostiene. La coherencia, señores, la coherencia.
Todos los pecados contra la sociedad deben ser considerados muy graves. Robar un banco es grave, pero robar el dinero público es gravísimo de necesidad extrema. Robar cien millones a un banco es grave, pero robar un millón de dinero público es grave en extremo. El dinero público debe ser considerado como sagrado, por eso su gasto debe ser bien medido y controlado. La conciencia laxa se introdujo en la política precisamente por la creencia de que el dinero público no es de nadie. Por dios, de nadie.
Por tanto, los valores, señores, es la más grave de nuestras cruces. Todo viene de ahí. Cuando la honradez  no forma parte de nuestra vida, cuando la seriedad, el trabajo, la responsabilidad no es moneda de uso cotidiano... la podredumbre y la desidia se apoderan de la vida toda.
Nos hemos creído que estos de los valores es cosa de curas. No. No sólo de ellos. Hay muchos valores sociales que deben ser de todos, compartidos por todos, creyentes o no. La honradez, el espíritu de servicio, el trabajo bien hecho y muchos valores más son flores de jardín que deben cuidarse por todos, ya desde la más tierna infancia, para tener una sociedad lo más sana posible.
Debemos exigir que la revolución social auténtica, parta desde la escuela, y desde las familias, con una vida de valores que nos orgullezca como ciudadanos y como pueblo. Debemos exigir que el sistema educativo sirva a las personas individuales para que la sociedad recoja el fruto y nos liberemos de una vez de tanto miserable. Entonces sí, esto será un juego de patriotas.

 

 

viernes, 26 de junio de 2015

AND THE WINNER IS...

Es el personaje más fiel, el más recurrente en las series de TV, en videojuegos y en el cine grande. Aunque con el tiempo ha cambiado su imagen, su actuación sigue siendo certeramente la misma, sigue siendo fiel a sí mismo; unas veces más sofisticado, otras más primitivo, pero siempre igualmente eficaz en su interpretación..
La única diferencia es que antes, las muertes por disparo de pistola eran más novelescas; tenían su «miajica de heroicidad» ―hay que justificarse ante el espectador―; tenían un cierto halo épico. Al difunto, a menudo se le daba oportunidad de hablar, y también de que el espectador contemplara la muerte con una cierta y razonable dignidad; y tal vez incluso recibiera un mensaje valedero para su vida; o al menos se afligiera con el hecho. La muerte hacía sufrir y asomar sentimientos de aborrecimiento hacia la violencia y al mismo tiempo la aceptación del tránsito como algo que conviene tomar como hecho natural. Aunque dolorosa, todos deseamos una despedida resignada y tranquila que nos deje en paz.
Pero hoy se mata en un abrir y cerrar de ojos. Y a veces incluso antes. Es un simple acto reflejo, un guiño, un tic,  y las gentes mueren con una ausencia total de emociones. Ni el que mata, ni el muerto, ni por supuesto el espectador que se acostumbra con naturalidad a la avalancha de muertes sin más complejos. Muchas veces ya ni siquiera nos transmiten la fría emoción de la venganza. No hay dolor, ni palabras, ni heroicidad. La pistola por fin alcanzó hoy su cénit en la interpretación cinematográfica. Nacida para matar. Es ella la actriz con más películas en su haber. Su facilidad de manejo y la ausencia de emociones se han acomodado con el tiempo, siendo hoy indispensable para transmitir emociones en un mundo facilonamente saturado de todas ellas. Están ahí, todo el día y todos los días. No es pues de extrañar que ese gesto mecánico, esa acción que apenas saluda a nuestra razón al cruzar nuestra mente, se vea copiada por chicos y mayores, policías… El planteamiento es que matar no supone esfuerzo ni plantea problemas graves de conciencia o personalidad al individuo. Es algo fácil y rápido. No hay dolor ni problemas de salud mental. Lo fácil, lo rápido, lo cómodo están hoy de moda. Si hay que matar se mata.
Y no sólo en EEUU, sino en todo el mundo. Matar es, cada día más, un acto reflejo sin control, y la muerte un frío y distante acto que no sugiere nada. Ni siquiera dolor ni problema de conciencia. Con la pistola, en las películas se dispara como en la feria a los patitos, sin el más mínimo estremecimiento.
Un joven o adulto que vea a menudo TV, puede ver al cabo de la semana 20 ó 30 muertes sin pestañear. Solo en una semana. Si lo multiplicamos por las cuatro semanas del mes tendremos  80 o más muertes. Por los doce meses del año… Y al cabo de los años…
Nos vacunamos contra el dolor, contra el horror. Nos hacemos insensibles al dolor ajeno. Es lógico que cada día haya más gente que quiera imitar a esta escuela permanente de insensibilidad que cuenta con estupendos anuncios y tanto colorín. No nos extrañe que pase lo que pasa en todas partes. Gente que corta cabezas, que degüella en público, que dispara a niños en un colegio, o a otro que es simplemente sospechoso, que los terrorismos sean cada vez más sádicos. O niños que torturan o matan a otros niños, cosa impensable hace cuarenta años. Mientras la violencia se automatiza y libera del dolor y la responsabilidad, nosotros nos liberamos también del repudio al acto, nos silenciamos, nos volvemos insensibles.
Hace años, una persona caída en el suelo por alguna causa, tenía a su alrededor a un grupo de voluntariosos vecinos dispuestos a levantarle, prestarle auxilio, llamar al médico o a la policía. Hoy se suele dejar en el suelo sin siquiera mirarle, no vaya a ser que nos contagie algo o nos veamos metidos en un problema.
Y la verdad es que esa máquina devoradora de conciencias que es la TV, con esa inmensa capacidad de educar a la gente, destruyéndolo todo para luego construir necios insensibles, está teniendo mucho éxito. Todo lo que salga por la tele es modelo de conducta, deseo de emulación, afán de repetir.
Si lo que no se anuncia en la tele no existe, lo que se ve cada día es lo natural, lo que es, el comportamiento a seguir. Luego se nos llena la boca de violencia de género y esas cosas, pero… Nos vacunamos diariamente para hacernos insensibles a ella.
No sé cuánto cobrará por película la «señora pistola», pero es la actriz con más éxito en la televisión. Se la ve. Se la luce. Resplandece. Se muestra sofisticada y eficaz, misteriosa y temible a la vez que próxima y amigable, haciendo que la persona que la usa parezca poderosa, segura de sí, confiada en su naturaleza, en su justicia inapelable.
«El hombre nació en la barbarie, cuando matar a su semejante era una condición normal de la existencia. Se le otorgó una conciencia. Y ahora ha llegado el día en que la violencia hacia otro ser humano debe volverse tan aborrecible como comer la carne de otro.» Martin Luther King
Pero en cambio la tele, está empeñada en no seguir a Martin. Tal vez por eso se adelantó nuestro Ortega y Gasset: «El mayor crimen está ahora, no en los que matan, sino en los que no matan pero dejan matar.» Y enseñan además. Como la tele, que fomenta el culto  a la muerte y a las armas y el desprecio a la vida sin ningún pudor.
Todavía no  nos hemos dado cuenta de que educar no solo es responsabilidad del Estado, o del gobierno, o de la escuela y maestros, o de la familia. Es cosa de todos.  De modo que todos aquellos que por su oficio influyen en la opinión pública deben tomar nota de esto. Cuando un niño mata o maltrata a otro y lo saca por internet, debemos pensar dónde aprendió a tener esa falta de escrúpulos.        
«La conciencia hace que nos descubramos, que nos denunciemos o nos acusemos a nosotros mismos, y a falta de testigos declara contra nosotros.» Michel de Montaige.



domingo, 21 de junio de 2015

RELAJÉMONOS Y GOCEMOS DE LA POLÍTICA PRESENTE


 No hago más que ver en la TV las caras, los gestos, las declaraciones de los nuevos llegados al poder a través de la política, y me hago cruces del tiempo que nos espera, en el que cada día nos sorprenderán con una nueva idea, un nuevo descaro, o un gesto soberbio de estar por encima del bien y del mal.  Nos esperan tiempos maravillosos, donde los aburridos telediarios se van a convertir en el mejor sainete de la vida política española. Vamos a sentarnos, ver la función, disfrutar y esperar a ver como los mejillones se cuecen en su propio jugo.
Y es que la soberbia es un mal endémico en la izquierda en general y de la española con perdón, en particular, como la cobardía lo es en la derecha. Desde el siglo XIX, de donde mamó y se ancló nuestra izquierda, se siente la única fuerza moral capaz de poner orden en este mundo. Su orden. Pero no les basta con poner orden. El odio al mundo establecido es tan potente en alguno de sus miembros que su deseo es hacer borrón y cuenta nueva. Y lo repiten continuamente en su locura de no aceptar el paso del tiempo. Lo ideal para ellos  es derribarlo todo, destruirlo todo, prenderle fuego, y con sus manos creadoras  hacer otro mundo puro, igualitario, equitativo, justo y bueno. Se sabe muy bien de donde viene esa emulación del mito de la creación divina. Ellos se adjudican el papel de dios creador. La izquierda no es que sea atea, es que es dios mismo. A ver quién es ese dios, o dioses de pacotilla que sin título universitario alguno, sin haber estudiado ciencias políticas, sin haber leído a Marx ni a Engels, sin haber asaltado pisos o entrado desnudo en una iglesia, se adjudican  la creación del mundo, y además este mundo tan nefasto y cruel. Solo de un dios maligno y torpe puede salir un mundo tan perverso. Por eso, desde las fuentes del XIX —donde todavía viven—, ellos se sienten la única fuerza moral en toda la faz de la tierra capaz de convertir, ahora y aquí, este infierno en un cielo. Solo ellos.

El camino recorrido hasta aquí ha sido largo, pero el relevo cultural e ideológico se ha cumplido fielmente. La izquierda, por abandono de la apática y asustadiza derecha, ha ocupado todos los estamentos culturales de la sociedad. Casi desde la escuela primaria. Más todavía en el instituto. Y mucho más todavía en la universidad. Las universidades públicas españolas están en manos de estos iluminados, estos talibanes de lo político, que se ven a sí mismo como los elegidos para tan alta misión. Lo suyo, ya se sabe, es una religión laica, una religión sin dios. Pero religión. Luego, ya sabemos lo que pasa, escarbas un poco y, como todos somos hijos de Eva, a poco te encuentras con miserias comunes que les harían descabalgar del carro de los héroes  donde están subidos, pero no hay nadie que les susurre al oído aquello que se decía a los generales romanos en la fiesta de los héroes… “recuerda que eres mortal”. Muy al contrario, es una carrera a ver quién es más. El más izquierdoso, el que más iglesias asalte, el que más pisos ocupe, el que más pancartas asome, el que más reuniones reviente, el que más vocifere, ese es más «izquierdosamente angelical». Más revolucionario. Más espíritu puro es. Y así, muchos de ellos, desde el instituto han pasado a la mamandurria política por ser gritón/a y chocarrero. Pero si luego pasas a la universidad y allí te dan el título de revolucionario oficial, entonces es ya el acabose. Qué orgásmica sensación de haber llegado a tocarle los cataplines al poder divino. Y al humano. Con licencia para matar.

Es una enfermedad por lo visto incurable. El PSOE pareció emprender el buen camino, el paso de izquierda revolucionaria a socialdemocracia, la despedida definitiva de la revolución y el caos del XIX y principios del XX, proclamando su separación del marxismo. Pero las fuerzas de base, el relevo generacional, se alimenta exclusivamente de las semillas del odio, el rencor, la venganza y la envidia y han seguido tal cual hasta ahora, esperando su oportunidad. Y ha bastado la corrupción política de unos y otros para que la soberbia latente despertara de nuevo a la bestia, que no había desaparecido a pesar del tiempo, sino que dormía. Y ahí les tenemos. Comunistas, anarquistas, revolucionarios de pacotilla…  En el fondo ansiosos de buen sueldo, poder y coche oficial. Todo muy humano y prosaico.

Ya sabemos que el Darwinismo explica la cosa de la evolución, que resulta que no es más que una adaptación al mundo que nos rodea. Y estos, con la boca llena de revoluciones, en cuanto comiencen a saborear los placeres del poder y por sus manos corra el dinero fácil de lo público, siempre tan misterioso él, pues… ya se sabe. Hay que darles tiempo. Porque la mejor manera de quitar el hambre es dando de comer. Tiempo al tiempo. Entre tanto disfrutemos del espectáculo y aprendamos la lección. Gocemos con qué descaro, con qué desparpajo, con que firme creencia en sus ideales —o eso parece— tratan con desprecio altanero a la derecha que representa a millones de españoles, y, sobre todo, manejan al PSOE… y por consiguiente a sus votantes. Lo tienen cogido por las pelotas. 
Para el PSOE ha sido una marcha atrás. Dejaron la revolución y vuelven ahora, desmañados, como muñecos rotos, sin horizontes, a los viejos revolucionarios pero con caras nuevas. Un paso adelante y dos atrás, esa es la triste historia de un  PSOE incapaz de entrar en el XXI por la puerta grande de la concordia, la paz, la libertad, la justicia y el orden necesarios.

En los tiempos del profeta  González y los compañeros que con él hicieron la transición, también hablaban con una altanería, una soberbia, un orgullo, una sensación de autoridad moral que desbordó a la derecha acomplejada y cobarde. Luego ya sabemos lo que pasó. Es historia. No ha habido en la derecha un líder que hable con claridad y diga que ellos no son los hombres del saco que se comen a los niños. Nadie lo ha dicho. Ni ha tenido eco suficiente en los medios, como lo tienen hasta los puntos y comas de la izquierda. Es más, para tener marchamo de modernos y demócratas, muchas veces han copiado o bendecido políticas de izquierda. No es que no tengan que coincidir en cuestiones elementales sería estupendo, pero no entregándose sin más aconsejado por su propio miedo a no ser vistos como modernos y demócratas. Si lo son, ¿a qué tener miedo?

Así que si el gran pecado de la derecha es la cobardía y el complejo, el de la izquierda es la soberbia y la superioridad.

«Tengo tres perros peligrosos: la ingratitud, la soberbia y la envidia. Cuando muerden dejan una herida profunda», decía Martin Lutero. Desde el XIX la nuestra no ha cicatrizado. Todavía.

La izquierda, que ha gozado estos años del tiempo suficiente para hacer el cambio del XIX al XX, e incluso al XXI persiste en el error. Siempre hay una reserva de gente a la espera, dispuesta a medrar en ese mundo de influencias, de lecturas y filosofías de revoluciones autoritarias tan usuales en la universidad española a estas alturas.
Nadie les ha dicho nunca que las personas no están jamás tan cerca de la estupidez como cuando se creen sabias.
De modo que relajémonos, veamos el espectáculo, y comprobemos una vez más aquello que decía nuestro español Quevedo: 
«La soberbia nunca baja de donde sube, porque siempre cae de donde subió».

Sean Connery, en su papel de comandante del submarino Octubre Rojo, le dice al agente de la Cía Jack Ryan (Alec Baldwin):

"Espero que de todo esto salga algo positivo. Una pequeña revolución, de cuando en cuando, es algo saludable."