jueves, 7 de noviembre de 2013

QUE CORRA EL AGUA


Desde que Nora entra en Internet, bucea en los diarios digitales con la avidez del buscador de tesoros. Su afán de comprender el artificioso mundo de los humanos la lleva a consultar páginas y más páginas, buscando en la wikipedia, nombres, filosofías, historias… Se admira de la complejidad del mundo que hemos creado, pero muchas veces esa complejidad la lleva a la desilusión, porque demasiado a menudo tropieza, como si chocara contra un muro, contra los viejos vicios de la humanidad aun no resueltos: el odio, el rencor, la envidia, la venganza, la desidia, la deshonestidad… No comprende que humanos que han inventado el avión, viajado al espacio, capaces de curar enfermedades de manera increíble, de trasplantar órganos, de levantar catedrales y de pintar cuadros, sean luego tan mezquinos en su relación con los demás. “Hay algo que se me escapa”, me dice. Y tanto que se le escapa.
—Ya sabes, Nora, que regular nuestra convivencia es el invento más intenso, largo y aun no conseguido en toda la historia de la humanidad. Esa, y no otra, es nuestra gran creación, y por ahora, nuestro gran fracaso. Y eso teniendo en cuenta que hemos avanzado mucho.
Los seres humanos, Nora, tenemos dos vertientes que resolver: la personal y la social. Vosotros, en estado natural lo tenéis resuelto. Prima la sociedad y el individuo se amolda a ella. Si estuvieras con una manada de perritos tú sabrías cuál es tu sitio en esa manada y adaptarías tu comportamiento individual a esa situación. Lo que sucede es que no podrías salir nunca de esa fórmula. Pero nosotros no. Por lo pronto, ya habrás visto que hay dos grandes corrientes de pensamiento: aquellos que priman lo social, el grupo, y por la otra parte los que priman lo individual. Hasta el momento no se encuentran. Las sociedades de grupo que anulan al individuo han fracasado. Las sociedades que, pese a las injusticias y problemas, aun quedan, son las que defienden al individuo. Uno a uno. Para ellos la libertad es esencial. Los intentos de unión de las dos filosofías también han fracasado porque una vez más, el humano tiende a esconder más de lo que enseña, y muchas veces debajo de eso que venimos a llamar ideologías se encuentran personalismos y otros “ismos” sospechosos y mezquinos. Por eso el hombre carece de lógica. Vosotros tenéis más lógica. Nosotros no. A nosotros nos mueven más las emociones, los sentimientos… Buenos o malos, ese es el problema.
—Parece mentira, porque para inventar todo lo que habéis inventado…
—Vuelvo a lo de antes. Las cosas son cosas. Las relaciones entre las personas… son otro cantar.
—¿Y nunca crees tú que vais a solucionar ese problema?
—Creo que no. Solamente las sociedades avanzadas, modificada la esencia humana por la educación, han dado pasos positivos en este camino. Pero nosotros… tenemos a la educación prisionera de las ambiciones partidistas. Nadie quiere perder esa lanza que, movida a su antojo, penetra en la sociedad y conforma a los individuos y las sociedades según los criterios de quien la maneja.
—Entonces no sois libres.
—No, evidentemente. Somos prisioneros de las ideologías. Aunque luego sean los mismos que la manejan los que se saltan a la torera sus mismos principios.
—Eso es hipocresía.
—Y demagogia y de todo lo que digas, pero así es. Solo hay una manera de salir de esto. Y aún así llevará años, generaciones. Pero estamos en un buen momento para llevarlo a cabo.
—¿Ahora con la crisis?
—Precisamente por eso. De las crisis, si se actúa con nobleza y generosidad, se sale muy bien. Pero ya te he dicho dos palabras importantes: nobleza y generosidad. Aaaah… palabras del diccionario encerradas entre hojas otoñales…
—¿Y cómo es?
—Con un pacto por la educación. Que se reúnan representantes de toda la sociedad, que revisen la situación y que hagan, con la generosidad suficiente, si tienen lo que hay que tener, un plan educativo que dure años, muchos años, y que sirva para cambiar la mentalidad de los españoles.
—¡La mentalidad!
—Eso es. De nada sirve saber muchas matemáticas, filosofías o ciencias de no sé qué, si luego la sociedad no se mueve y esto es como un charco de agua estancada que poco a poco se va pudriendo. El agua debe correr para mantenerse limpia y fresca. Y la sociedad debe moverse para conservar su salud. Nunca beberé agua de un charco, pero siempre lo haré del agua que corra. Esa será una sociedad dinámica, que considere bien y premie a los que emprenden, a los que  tienen iniciativa. Y no la sociedad inmóvil, envidiosa y viviendo aun, interesadamente, con los fantasmas del pasado.
—¿No tenéis ahora una nueva ley?
—Sí, pero como la ley no la han hecho los unos, sino los otros, no la quieren por muy buena que sea. Esa es la punta de lanza que te decía antes. No se sabe si la ley será o no será, pero por principio, “sus principios”, es rechazable.
—Pobre ministro.
—La verdad es que sí. El señor Wert  no tiene cara, ni actitud, ni futuro político, por eso le pasa lo que le pasa. Si lo fuera intentaría componer “apaños” y contentar a todos. Pero creo que es un tipo loco que solo (nada más y nada menos) quiere poner orden y lógica en la educación. Pero… Qué terribles son los peros, y cuánto tiempo vivimos mal a causa de ellos.
Nuestros políticos, Nora, son el ejemplo más evidente del gran fracaso de nuestra educación. Estos políticos que han desvalijado bancos y cajas, o que han construido aeropuertos sin aviones, o auditorios sin músicos, o polideportivos sin deportes, o elementos arquitectónicos horribles en las ciudades que nadie pidió, o amasado fortunas de forma no elegante, o tratado a escondidas con mafias o terroristas o… Un amplísimo etc. Estos son los que, con igual criterio, manejan nuestro futuro y castran la educación de todo un pueblo.
—Hay que tener.
—Ya lo creo. ¿Por qué crees que el pueblo no se mueve y pide al pan pan y al vino vino? Pues porque ya sufre las consecuencias de leyes de educación anteriores. Se llama arterioesclerosis cultural y democrática. Eso es el agua estancada.
—Joooo… me pones depresiva.
—Lo siento, Nora. Pero para levantarse en medio de la podredumbre, hay que ser conscientes de que se traga “merde” todos los días, y solo entonces, alzarse con un grito de rabia y decir aquello de Vivien Leigh… “juro por dios que jamás volveré a pasar hambre…” Hambre de cultura, de sociedad libre y democrática.
—Pues que corra el agua, conyo.
—Eso, que corra. Hace mucha falta que corra.


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