jueves, 19 de diciembre de 2013

SABER, SABER SER, SABER ESTAR


             


            Nora, motivada por el informe PISA y las historias que en España nos acompañan cada día, está empapándose de cuestiones sociales, de sistemas educativos, de sociedades, maneras y formas. Me coge por banda y me explica según ella ve el asunto, qué tal es la cosa.
          —Parece ser que en esto de la educación, que no sé a estas alturas si realmente os preocupa mucho, poco o nada, hay dos modelos a seguir. Por una parte están los países de lo que llamáis Oriente, que basan buena parte de su éxito en una disciplina férrea. Estudiar es como hacer la mili, pero en serio —ya me contabas tú lo que holgazaneaste en ella—, es decir hay que esforzarse mucho, está mal visto socialmente ser una rémora para los demás, así que todo el mundo uniformado, todo el mundo con seriedad, todo el mundo a trabajar con ahínco, todo el mundo a asistir a academias y refuerzos después de las clases... Las familias, digo yo, deben vivir esto como una agobiante presión de la que socialmente no se pueden salir.
        —Sí, así creo que debe ser.
        — Además —prosigue—, es el estado quién vigila y se encarga de que ese sentido casi militar de la existencia se inculque desde la escuela y que nadie se libre de él. Ya sabemos todos, porque se ve, cuál es el lado negativo de la cosa. No obstante el despertar de la inteligencia, la capacidad de trabajo y por consiguiente los éxitos académicos están asegurados. Es aquello que decíais antes: la letra con sangre entra.
       —Efectivamente.
       —Pues bien, el otro modelo es el nórdico, basado en una asimilación social generalizada de la importancia de la educación para ser personas y darles a los niños los tiempos adecuados para aprender las cosas cuando realmente están maduros para hacerlo. Tanto en uno como el otro la aceptación social del valor de la educación es notable, tanto por imposición como por convencimiento general. Educación para todo: para saber ser personas y saber ser ciudadanos responsables. Honrados, por ejemplo. Saber, saber ser y saber estar, son las conductas humanas de más elevado sentido ético de la humanidad, sea cual fuere el país, la religión (con o sin), la raza, la clase social...
        —También lo creo yo. ¿Y?
        —Pues que la solución salomónica sería tomar lo suyo de cada una de las dos. Es necesaria una cierta disciplina en la escuela porque hay niños que no entienden que ni en el cole ni en ninguna parte se puede hacer lo que uno quiera y cuando uno quiera. El autocontrol es necesario, por respeto a sí mismo y a los demás. Cuantísimo daño han hecho ya a muchas de vuestras generaciones —no hay más que ver la tele, los periódicos, salir a la calle…— esa forma lúdica de entender la escuela. Y la vida toda. El contradictorio Rousseau, que tuvo con una mujer cinco hijos y la convenció de que los mandara a un hospicio según iban naciendo y luego se dedicó a escribir sobre pedagogía, tiene buena parte de la culpa, al considerar que el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad quien le pervierte.
       —Hay gente mala. Yo no lo dudo por los motivos que has dicho antes. No hay más que mirar.
       —Pero según dice la progresía pedagógica romántica, tan rusoniana ella, el ser humano ha nacido para ser feliz. Y está muy bien, pero no la felicidad a través del salvajismo, la indolencia y la incultura, sino la felicidad que da el conocimiento, el buen gusto, los ideales nobles y la sociedad honrada y cabal. Claro que en la escuela se debe estar a gusto, y divertirse a veces, pero sin olvidar que es un centro de educación y saber, y por tanto hay que saber, saber ser y saber estar, todo a la vez, y eso es incompatible con la falta de esfuerzo, de respeto y seriedad precisos. Disciplina pues —continúa—, la necesaria, la que ayuda a mentalizarse de que el tiempo hay que aprovecharlo, y que hay mucha gente a tu alrededor, niño o niña, chico o chica, que dedican su tiempo y esfuerzo a que te prepares para ser una persona adulta sana y sabia. Esas personas, todas ellas, merecen respeto y consideración porque sobre sus espaldas recae la gravísima responsabilidad de asegurar que la sociedad se perpetúe de forma sana, sabia, justa y noble en todo lo posible. La sociedad es como un organismo pluricelular que quiere perpetuar su especie en las mejores condiciones y triunfar en la existencia equilibrándose con el mundo que le rodea. Esto es incluso darwiniano. No nadéis pues contra corriente, no seáis ingenuamente felices o vuestra sociedad se verá en apuros graves, cuando menos, en unas cuantas generaciones. La evolución es para triunfar, para sobrevivir, para seguir siendo, seguir estando. No importa que haya buenos médicos, pintores, políticos, taxistas, mecánicos o vendedores ambulantes si no se sabe, no se sabe ser y no se sabe estar Con estos mimbres —termina—, la salud social está asegurada y sin traumas, y los di-chosos informes de PISA serán un trámite que refleje la salud social de un país y no tanto quienes saben más matemáticas, quienes leen más o se expresan mejor, porque estas  cosas se darán por añadidura…
          —Magnífico. ¡Nora for president!
          No será más que president de su familia humana, que la adora, pero viene a mí con esa loca decisión de besarme las manos hasta que se derritan, satisfecha de cuanto dice.
          Nora, mi dulce y querida Nora, si aprendiéramos de ti…

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