domingo, 9 de noviembre de 2014

ESPAÑA EN LA ENCRUCIJADA

Que España era, y es, una encrucijada de caminos, lo ha demostrado la historia. La cantidad de pueblos que han pasado por aquí es extraordinaria y todos han dejado su huella. No hay más que ver un mapa del mundo y comprobar dónde está situada España: en el centro. Lo que no esperábamos los españoles era que esa particular situación, aparentemente ventajosa (seguramente para cualquier otro pueblo), nos sirviera para bien poco y sólo para situarnos una y otra vez, por nuestros propios méritos fuera del centro, e incluso, si pudiéramos, del mapa del mundo. Por nuestros propios meritos, repito. Aquí, cualquiera que maldiga, hablando, escribiendo o cinematografiando a España, la ridiculice, la maltrate o la escupa, entre nosotros, digo, es tomado en seguida por sabio, ponderado, liberal, liberador, libertador y no sé cuantas cosas más, todas buenas y positivas. Y legión de seguidores dispuestos a repetir la hazaña, al instante. Y así siempre. Con esos mimbres, tejer una cesta es difícil, o imposible. Llega un momento en que ya no da más de sí. Se llega a una encrucijada. O la acabas, o acabas con ella. La encrucijada llegó.
Llegó, tal vez cuando menos se le esperaba, pero la encrucijada ya está aquí. Tenía que venir dado el cariz que tomaban las cosas:
-Exceso de política, falta de democracia, demagogia, populismo, cobardía, personalismos, exceso de dominio mediático por parte de ideologías, exceso de dominio de iglesia católica, independentismos, picaresca, falta de educación, incultura generalizada, falta de honradez, no justicia, codicia, envidia, egoísmos, etc. etc.
Que los peores enemigos de España y los españoles somos nosotros mismos no le cabe duda a nadie. No hay mayor enemigo, ni más encarnizado, ni más persistente que nosotros mismos. Llevamos persiguiéndonos y derrotándonos siglos y siglos. Vamos a reírnos de las derrotas famosas: Trafalgar, la Invencible, la pérdida del imperio, las colonias y demás. Batallitas. Solo hemos perdido batallitas. La gran guerra la hemos tenido siempre aquí y hemos sido nosotros contra nosotros y el resultado no puede ser otro más que la derrota. Una y otra vez. Si por un tiempo se vislumbra el horizonte… no tardamos en cargarnos la visión con toda la carga de nuestra historia fantaseada y traicionada, traída hasta el presente para confusión eterna. Y si alguien pudiera destacar en algún sospecho progreso, a ojos de los adversarios políticos, hay que destrozarlo cada día, ridiculizarlo y maldecirlo, para que no cale en la gente, en la memoria social, que España pueda tener arreglo. Y menos que venga de fulano o mengano. España no tiene arreglo. Si acaso otra: llámese entonces Conjunto de Países Ibéricos. CPI.  O Jamón Ibérico. Pero imagino que gente habrá que ni siquiera lo de Ibérico le huela bien. De modo que nos dan la historia que quieren inventándosela, y haciéndonos a todos extraños unos de otros como recién llegados a este mundo. Poco a poco vamos siendo gente sin historia, sin presente, sin futuro y, si hubiera menester, hasta sin sombra.  No se quiere. Nosotros no queremos. Y los que nos manejan están felices de esa situación. Véanse nuestros políticos. Todos.
¿Qué se puede decir de un país cuyos hijos han aprendido a odiarla desde pequeños? Aprender a odiar a España ha sido el pasatiempo favorito de los institutos y universidades desde que en España se instauró la educación pública. Aún recuerdo a los profesores de historia poniendo a parir a los llamados Reyes Católicos, porque se les supone el origen de la maldita España, que luego recoge y continua Franco, por lo visto el sucesor. Menudo salto. Franco, el sucesor de aquellos reyes nefastos, ese monstruoso dictador con el que España, extrañamente, prosperó más que nunca, al decir de entendidos, es el monstruo alentador de odios contra España más grande de la historia moderna. No se acuerda tanto la gente de Stalin, Hitler y gente así, como aquí de Franco.  Extraño dictador. Que lo fue. Pero extraño.
Que si la reina Isabel, decían, era una cochina y no se cambiaba de camiseta hasta que Granada no fuera cristiana. Y cosas así de peregrinas.  Acuérdense de la historia negra de España, la Santa Inquisición, que llamaban… Todo agrandado por los de siempre con el propósito de siempre. Como si en Inglaterra, Francia y demás países de Europa no hubiese habido inquisidores, quemado en la hoguera y hechas cosas terribles hasta épocas recientes. Parece que no tan malas como las de aquí. Si los ingleses colonizan América y acaban casi con los indios, no ocurre nada. Ningún inglés va por ahí contando lo malos que fueron sus antepasados. Pero si los españoles descubren y conquistan América, las historias sobre el desastre, las injusticias y crímenes corren como la pólvora. Disparates así, en un país de incultos eran, son, el pan nuestro de cada día. Y adivinen de dónde salen esas historias negras. Adivinen. Al resto de países se lo pusimos fácil. Y ellos no hacen más que recoger lo que nosotros producimos. ¿Cómo voy yo a respetar la casa de mi vecino si él es el primero en cagarse en ella? Así, los innumerables personajes (que hay muchos) que intentaron engrandecer España, y lo hicieron han sido borrados de la memoria histórica. Ningún españolito recuerda nada. Los niños desconocen su historia y sus héroes. La amnesia es general. No conviene darle a España grandezas.
Ahora nos vemos en una nueva situación, alimentada por decenios de pésimos políticos, que faltos de la grandeza y la cultura, por no decir del amor a su patria (suena hasta cursi), han provocado la aparición de locos excesivos, que huyen, como no, de España, bien para estar solos, bien para volver a ella como los parientes ricos vuelven al pueblo, distinguidos y diferentes. España es la historia del desencuentro permanente.
Una encrucijada, digo. ¿Qué camino tomar? ¿O acaso es mejor el suicidio colectivo?
Mientras nosotros tratamos de destruirnos una y otra vez, nuestros niños siguen odiando España, aprendiendo a odiar España. Y los políticos mirando para otro lado. Nadie que ponga freno a esto. Se perdió la grandeza, la generosidad, el concepto de patria. Y el amor a España suena a rancio. La patria común es una idea nefasta. Una grave encrucijada.
Una frase: «España es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido.»
 Bismarck
Pero ahora parece que llevamos mejor camino. Cosas de la vida moderna; que grandes personajes no lo consiguieran, y que personajillos sin chicha ni limoná lleguen a donde han llegado… ya es todo un paso al frente importante.
Nos quedan dos pelás para ser ciudadanos… galácticos, porque ya estamos casi fuera del mapa del mundo, nuestro mundo.

Una muestra: http://gaceta.es/entrevistas/desastre-gran-armada-grave-07112014-1151


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