Que España era, y es, una
encrucijada de caminos, lo ha demostrado la historia. La cantidad de pueblos
que han pasado por aquí es extraordinaria y todos han dejado su huella. No hay
más que ver un mapa del mundo y comprobar dónde está situada España: en el
centro. Lo que no esperábamos los españoles era que esa particular situación,
aparentemente ventajosa (seguramente para cualquier otro pueblo), nos sirviera
para bien poco y sólo para situarnos una y otra vez, por nuestros propios
méritos fuera del centro, e incluso, si pudiéramos, del mapa del mundo. Por
nuestros propios meritos, repito. Aquí, cualquiera que maldiga, hablando,
escribiendo o cinematografiando a España, la ridiculice, la maltrate o la
escupa, entre nosotros, digo, es tomado en seguida por sabio, ponderado,
liberal, liberador, libertador y no sé cuantas cosas más, todas buenas y
positivas. Y legión de seguidores dispuestos a repetir la hazaña, al instante.
Y así siempre. Con esos mimbres, tejer una cesta es difícil, o imposible. Llega
un momento en que ya no da más de sí. Se llega a una encrucijada. O la acabas,
o acabas con ella. La encrucijada llegó.
Llegó, tal vez cuando
menos se le esperaba, pero la encrucijada ya está aquí. Tenía que venir dado el
cariz que tomaban las cosas:
-Exceso de política, falta
de democracia, demagogia, populismo, cobardía, personalismos, exceso de dominio
mediático por parte de ideologías, exceso de dominio de iglesia católica, independentismos,
picaresca, falta de educación, incultura generalizada, falta de honradez, no
justicia, codicia, envidia, egoísmos, etc. etc.
Que los peores enemigos
de España y los españoles somos nosotros mismos no le cabe duda a nadie. No hay
mayor enemigo, ni más encarnizado, ni más persistente que nosotros mismos.
Llevamos persiguiéndonos y derrotándonos siglos y siglos. Vamos a reírnos de
las derrotas famosas: Trafalgar, la Invencible, la pérdida del imperio, las
colonias y demás. Batallitas. Solo hemos perdido batallitas. La gran guerra la
hemos tenido siempre aquí y hemos sido nosotros contra nosotros y el resultado
no puede ser otro más que la derrota. Una y otra vez. Si por un tiempo se
vislumbra el horizonte… no tardamos en cargarnos la visión con toda la carga de
nuestra historia fantaseada y traicionada, traída hasta el presente para
confusión eterna. Y si alguien pudiera destacar en algún sospecho progreso, a
ojos de los adversarios políticos, hay que destrozarlo cada día, ridiculizarlo
y maldecirlo, para que no cale en la gente, en la memoria social, que España
pueda tener arreglo. Y menos que venga de fulano o mengano. España no tiene
arreglo. Si acaso otra: llámese entonces Conjunto de Países Ibéricos. CPI. O Jamón Ibérico. Pero imagino que gente habrá
que ni siquiera lo de Ibérico le huela bien. De modo que nos dan la historia
que quieren inventándosela, y haciéndonos a todos extraños unos de otros como recién
llegados a este mundo. Poco a poco vamos siendo gente sin historia, sin
presente, sin futuro y, si hubiera menester, hasta sin sombra. No se quiere. Nosotros no queremos. Y los que
nos manejan están felices de esa situación. Véanse nuestros políticos. Todos.
¿Qué se puede decir de un
país cuyos hijos han aprendido a odiarla desde pequeños? Aprender a odiar a
España ha sido el pasatiempo favorito de los institutos y universidades desde
que en España se instauró la educación pública. Aún recuerdo a los profesores
de historia poniendo a parir a los llamados Reyes Católicos, porque se les
supone el origen de la maldita España, que luego recoge y continua Franco, por
lo visto el sucesor. Menudo salto. Franco, el sucesor de aquellos reyes
nefastos, ese monstruoso dictador con el que España, extrañamente, prosperó más
que nunca, al decir de entendidos, es el monstruo alentador de odios contra
España más grande de la historia moderna. No se acuerda tanto la gente de
Stalin, Hitler y gente así, como aquí de Franco. Extraño dictador. Que lo fue. Pero extraño.
Que si la reina Isabel,
decían, era una cochina y no se cambiaba de camiseta hasta que Granada no fuera
cristiana. Y cosas así de peregrinas. Acuérdense
de la historia negra de España, la Santa Inquisición, que llamaban… Todo agrandado
por los de siempre con el propósito de siempre. Como si en Inglaterra, Francia
y demás países de Europa no hubiese habido inquisidores, quemado en la hoguera
y hechas cosas terribles hasta épocas recientes. Parece que no tan malas como
las de aquí. Si los ingleses colonizan América y acaban casi con los indios, no
ocurre nada. Ningún inglés va por ahí contando lo malos que fueron sus
antepasados. Pero si los españoles descubren y conquistan América, las
historias sobre el desastre, las injusticias y crímenes corren como la pólvora.
Disparates así, en un país de incultos eran, son, el pan nuestro de cada día. Y
adivinen de dónde salen esas historias negras. Adivinen. Al resto de países se
lo pusimos fácil. Y ellos no hacen más que recoger lo que nosotros producimos.
¿Cómo voy yo a respetar la casa de mi vecino si él es el primero en cagarse en
ella? Así, los innumerables personajes (que hay muchos) que intentaron
engrandecer España, y lo hicieron han sido borrados de la memoria histórica.
Ningún españolito recuerda nada. Los niños desconocen su historia y sus héroes.
La amnesia es general. No conviene darle a España grandezas.
Ahora nos vemos en una
nueva situación, alimentada por decenios de pésimos políticos, que faltos de la
grandeza y la cultura, por no decir del amor a su patria (suena hasta cursi),
han provocado la aparición de locos excesivos, que huyen, como no, de España,
bien para estar solos, bien para volver a ella como los parientes ricos vuelven
al pueblo, distinguidos y diferentes. España es la historia del desencuentro
permanente.
Una encrucijada, digo.
¿Qué camino tomar? ¿O acaso es mejor el suicidio colectivo?
Mientras nosotros
tratamos de destruirnos una y otra vez, nuestros niños siguen odiando España,
aprendiendo a odiar España. Y los políticos mirando para otro lado. Nadie que
ponga freno a esto. Se perdió la grandeza, la generosidad, el concepto de
patria. Y el amor a España suena a rancio. La patria común es una idea nefasta.
Una grave encrucijada.
Una frase: «España es el
país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentado destruirlo y
no lo han conseguido.»
Bismarck
Bismarck
Pero ahora parece que llevamos
mejor camino. Cosas de la vida moderna; que grandes personajes no lo
consiguieran, y que personajillos sin chicha ni limoná lleguen a donde han
llegado… ya es todo un paso al frente importante.
Nos quedan dos pelás para
ser ciudadanos… galácticos, porque ya estamos casi fuera del mapa del mundo,
nuestro mundo.
Una muestra: http://gaceta.es/entrevistas/desastre-gran-armada-grave-07112014-1151
Una muestra: http://gaceta.es/entrevistas/desastre-gran-armada-grave-07112014-1151
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