martes, 8 de septiembre de 2015

ESTO DEGENERA


Islam, yihadismo, guerras de religión,  religión sí o no, laicismo,  ricos cada vez más ricos, pobres cada vez más pobres, desaparición paulatina de la clase media, desaparición del trabajo humano por robots y máquinas, guerras, armas, amenazas, abandono de animales, de niños, muerte de niños a manos de sus madres o padres,  de madres por sus parejas, desaparición del matrimonio, avance inusitado de divorcios y “matrimonios” gays,  huida de decenas de miles de personas por causa de hambres, de guerras, de persecución religiosa, gente sin escrúpulos que vacía las arcas públicas sin ninguna conciencia… Algo serio está pasando cuando se dan en el mundo tantas cosas a la vez. Y entretanto Europa deshojando la margarita de su propia existencia.
Está claro que el siglo XXI ha comenzado  convulso, y no ha hecho más que comenzar. A la crisis económica general se une la crisis moral de occidente, cuestión que está aprovechando el Islam para introducirse mediante una invasión pacífica primero, a propósito de las guerras. Y como no, el Papa Francisco, elevando el “buenísmo” por encima de todo y de todos, decide esos gestos que quieren sacar a la Iglesia del olvido de la gente para hacerla protagonista de la agonía… de Europa. Ella, que fue baluarte contra la barbarie y el medievalismo persistente en esos países que todos sabemos. Se lo acaba de decir el obispo húngaro Kiss-Rigo que se encuentra al frente de esa avalancha. No todos son refugiados. Hay mucha gente joven, que llega con descaro, con el grito de Alá es grande, y con todo el odio hacia occidente, y que en cuanto puedan comenzarán a destruir los cimientos de la sociedad que conocemos. Al tiempo.
El bueno de Chesterton lo decía ya en su tiempo: «el mundo se ha dividido entre progresistas y conservadores; los primeros juegan a cometer errores y los segundos a no corregirlos».
Y así , efectivamente está la cosa. Durante años, por iniciativa de unos y dejadez de los otros, se ha ido socavando la idiosincrasia europea con la música de la libertad (hermosa palabra, tan corrompida y sobada), la puesta en duda de toda autoridad (véase hoy padres y escuela) y se ha instalado como consecuencia la dejadez, la desidia, el pasotismo, la falta de creencias éticas y morales o la sustitución de las antiguas por otras nuevas. Como los valores de la bolsa, unos suben y otros bajan. Y nos creíamos que éramos modernos y avanzábamos en la libertad del individuo, y pasamos de matar a dios a inventar, por necesidad de creer en algo, mil diosecillos vestidos de tecnologías que deseamos alcanzar afanosamente para estar a la última, o a endiosar a los famosillos, o buscando la fama sin sentido etc.  He ahí los programas de la tele en mente de todos que tanto ayudan a mejorar el mundo convirtiendo en zoquetes a millones de personas (incluidos universitarios) opinando del matrimonio de este, los cuernos de aquel, las operaciones de la otra… Año tras año.
Las fotos en primera página de la primera boda gay, la primera boda gay entre policías, la primera boda gay entre guardias civiles, la primera boda gay entre… No hay día en que no festejemos las miradas dulces y los besos apasionados entre el sargento y el cabo, entre la cantante y su novia, entre el embajador y su marido o entre el presentador y su esposo. La homosexualidad  es uno de los “nuevos valores” que  han pasado de ser una excepción a ser regla.  Tal es el ansia de reconocimiento social a la legión de aparecidos del fondo del armario que son un lobby. Lo antinatural es ya ser heterosexual. Con qué alegría se vive la cosa, oiga.
Además, la aceptación social de estos valores tiene tanta y tan buena propaganda (vean series de televisión) que incluso está acabando con profesiones que antaño eran sólo de mujeres. Una amiga del oficio de peluquería me cuenta que si no eres hombre y gay, no encuentras ni trabajo ni reconocimiento por muy artista que seas. A las mujeres les fascina que las peine un hombre.  Aunque sea gay.
De pronto nos da un temblor y nos volvemos al hombre mono. Decenas de miles de años de evolución para nada. Gracias, televisiones por ayudar  en la educación de la gente.
 También en el derrumbe tiene que ver el capitalismo a ultranza, donde sólo la ganancia cuenta, y no importa nada más.  Caramba, si eso ya lo inventaron los antiguos. La mejor economía (para los ricos) es la esclavista.
De modo que vimos el desmorone de los países de la órbita socialista, y ahora vamos a ver (ya comenzó) el declive paulatino del capitalismo, incapaz de asegurarse una clase media próspera (económica y moralmente), que es la que sostiene todo el sistema por el afán de la ganancia a toda costa. Como si no tuviesen que contribuir al bien común. Pero nos han ido descafeinando culturalmente poco a poco  (recuerden a Chesterton) y apenas quedan armas para luchar contra tanta catástrofe. Europa, sin su tradición, sin su historia, con el fracaso del socialismo y la traición del capitalismo feroz, está vendida.
Cierta vez asistí a una cena a ciegas. Se nos ofreció un vaso, o sea, vaso, con un potingue líquido que sabía a todo y a nada. Los comensales comenzamos a decir qué es lo que saboreábamos, en un intento de descubrir por el olor y el sabor lo que comíamos. Nadie acertó. Hasta que el sagaz Metre nos sorprendió a todos con su “tortilla de patatas deconstruida”. Un fiasco, oigan. Con lo sabia que es esa mezcla tan gustosamente paladeada por todos nosotros.

Pues como en la cocina moderna, el ”homo europeo” ha sufrido una  “deconstrucción” hasta quedar en una sustancia que no se sabe qué es, con sabor a nada, que ha perdido sus orígenes, su sabor y su cultura. Y ese es el problema. Nos hemos pasado de modernos e inventado un progreso con el que no progresamos (los ricos sí), sin darnos cuenta de que los cimientos de un edificio no se pueden tocar, los muros maestros son intocables y en Europa todos sabemos cuáles han sido esos muros… que se desintegran lentamente.
Sólo así se explica, ante el vacío de los paraísos religiosos (en nuestra cultura, no en el Islam) y la disolución de la moral individual y social,  la abundancia de sinvergüenzas, la sensación de vacío y desamparo y por tanto, fíjate tú qué cosas, la vuelta a la creencia religiosa. Aunque etérea, para muchos es la más solida tabla de salvación de principios y moralidades. Se está produciendo un retorno a las raíces, ansiando la seguridad de un mundo que, aunque confuso, resultaba más firme y era una muralla defensiva frente a otras culturas menos condescendientes. El cristianismo, con sus más y sus menos, ha sido la única y efectiva frontera contra la barbarie medieval. Si dios murió, parece que está resucitando. Pura necesidad.
Y si éramos poco parió la abuela. Como no tenemos problemas nos vienen a salvar los señoritos de Cataluña. Y digo señoritos. Precisamente (de nuevo Chesterton), se debe su pujanza a los años en que unos y otros le han obsequiado con poderes que el estado no debiera haber dejado jamás. Educación, por ejemplo. Pero también hay otros. El gobierno catalán ha facilitado la entrada del mundo islámico con la promesa de una gran mezquita (la más de lo más) nada menos que en la plaza de toros de Barcelona si a cambio votan independencia. No venden a Cataluña, nos venden a todos. Incluyendo Europa.
Las autonomías, las malditas autonomías han sido el fiasco más grande que en España se ha cometido jamás. Si se suponía una  buena intención, la cosa era, y es,  que no estábamos preparados para esto. Ni nuestra tradición, ni  nuestra historia ni nuestro carácter van con esto de las autonomías. Y resulta extraño, pues la izquierda española siempre ha copiado de la izquierda francesa, y Francia es una, grande y libre, y todo el mundo habla francés.  Como decía el humorista Forges, hemos pasado de ser una, grande y libre a ser muchas pequeñas y cabreadas. A ver quien le pone el cascabel al gato ahora.
Y encima, algunos de los protagonistas de esta situación (F.G), (Z) alimentan el disparate siguiendo con ese afán tan  de la izquierda española de destrozarlo todo para volver a edificar… a su imagen y semejanza. O sea, recuerden, la tortilla de patatas “deconstruida”, o lo que es lo mismo, los países socialistas.

Así que estamos sumidos en una gran crisis. Doble crisis, la de Europa y la nuestra. Nosotros. Ellos no.

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