miércoles, 22 de mayo de 2013

NORA, LLEGÓ LA LOMCE









Ahora que se avecina una nueva ley de educación, Nora, siempre atenta a estas cuestiones, me pregunta qué es lo que pasa con la cuestión, que tantas veces cambiamos de ley. Para ella, y los de su raza, la educación la tienen los padres, en primer lugar, y la manada, la sociedad, en segundo lugar, pero que son la misma cosa.  Y los valores y cuestiones que tienen que aprender son tan viejos como la tos. Vosotros, ―dice―, “que sois tan listos”, no acertáis.  No entiende tantos cambios y me pregunta el por qué de estos palos de ciego. Y yo le digo que de ciego nada. Que las leyes hechas hasta ahora tenían una finalidad, y a esa finalidad hemos llegado. Somos el pueblo más “gozosamente inculto” de Europa, en expresión de Pérez Reverte―y seguramente eso nos catapulta a los maravillosos últimos lugares en educación mundial, donde estamos tan a gustito. Nosotros, que éramos la octava o novena maravilla del mundo mundial. Seremos incultos, pero “semos felises”. Y eso es lo que mola.
La cosecha de todos estos planes de estudio son nuestros políticos, banqueros y la sociedad en general, tan vacía de todo, sobre todo de honradez y de iniciativa. Y no es porque no tengamos gente buena y capaz, sino porque está mal visto ser educado, tener conocimientos, ser honrado, trabajador, emprendedor… Los chicos en la escuela, por ejemplo, no pueden distinguirse por esos motivos, porque caerían en desgracia a los ojos de los demás, y su “rebaño” los rechazaría y serian desgraciados sociales. Los chicos sacan burla y marginan a los trabajadores, los emprendedores y los listos porque “sa’n pasao, olle, y son unos aburríos”. Ni mola mazo, ni es tope guay, ni enrolla. Y sin embargo, Nora, quien nos saque de la crisis será la educación.
Nora y yo consultamos en la Wikipedia sobre algunos países que han salido de crisis graves gracias a su educación. Entre ellas, Japón. Textualmente leemos: “. El sistema educativo japonés jugó un importante papel durante la recuperación y rápido crecimiento económico durante las décadas posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial. Tras este conflicto, la Ley Fundamental de Educación y la Ley de Educación Escolar fueron proclamadas en 1947, bajo la dirección de las fuerzas de ocupación. La última ley definió el sistema escolar, mismo que aún prevalece hasta la actualidad: seis años de educación básica, tres de secundaria, tres de bachillerato y entre dos y cuatro años de educación superior.”

Sin comentarios. Pero está claro que la sociedad japonesa, con sus dirigentes delante, vieron que el camino era la educación. Valorar la educación. No hay valor más seguro y firme que aguante los tiempos y las tempestades.
Nos quedamos pues admirados de ver cuánto les dura a los japoneses sus leyes de educación.  Nosotros en 30 años maltratamos 4 ó 5 leyes. Pero queda claro que quien saca a un país del desastre y las crisis tan grandes es la educación.
En fin Nora, ya sabes, antes muertos que sencillos.

Le digo yo que nuestros planes de estudio no están hechos para servir a la sociedad, crear sociedad, hacer civilización, sino para servir a las ideologías y por tanto a los partidos que de ellas se sirven. El resultado son leyes llenas de demagogias, cargadas de afán de adoctrinar para encauzar el rebaño a la causa y hacerlo más manejable, no dejar sobresalir  a nadie por arriba, todos iguales por abajo, a veces incluso diciendo que lo quieren liberar. Jajaja. Las palabras son muy sufridas y cuando no hay vergüenza torera se puede decir todo sin sonrojarse. Y a eso hay que añadir la dejadez de los otros, sin doctrina alguna, bien clara y definida,  sin miedos  ni complejos, que aceptan las más de las veces las propuestas de la otra orilla. Y así, entre la mucha ideología y demagogia de unos y la falta de ellas de los otros estamos en este páramo cultural, educativo, de honradez…  En fin, ya sabes. Por eso la crisis nos afecta tanto. No valen parches. No vale pan para hoy y hambre para mañana. Hay que apuntar alto y buscar soluciones definitivas, para que cuando vuelva otra crisis, que la habrá, no nos pille en pelotillas como esta.

La cara de asombro de Nora es mayúscula cuando entiende las razones de nuestros cambios incesantes, esa búsqueda por llegar al vacío absoluto, ese afán por convertirnos en un agujero negro de la educación social que se trague hasta la más insignificante luz que pueda irradiar cualquier persona que piense.  Me dice que el progreso del mundo de los perritos se debe a que sus valores son permanentes, generales, definitivos, profundos, vitales, adoptados por todos sea cual sea la raza y condición y que sirven a la comunidad a través de los siglos. Y que seguirán con ellos, naturalmente. Son fieles a sí mismos por encima de todo.

Pero nosotros no, Nora. Nuestros males vienen de lejos. Por ejemplo: hemos construido una gran mentira, nuestra democracia, acordamos creérnosla pero no nos la creemos porque los partidos políticos son los primeros en corromperla. Sobre todo porque los dos partidos grandes no son dos opciones políticas solo, sino beligerantes antagonistas.  Enemigos íntimos. Lo mejor que le puede pasar al otro partido es su desaparición por completo de la faz de la tierra. Como dicen los toreros a sus ayudantes… “dehadme zolo”.

Una vez más Nora advierte que el gran problema de fondo es la educación y el excesivo peso y manoseo de la historia, que no nos deja avanzar. Hay gente empeñada en no romper con las cadenas del pasado porque así justifican su demagogia presente. Franco, por ejemplo, ha hecho más por la izquierda en España que Marx. Qué sería de la izquierda sin Franco. Nada. Bueno, sí, una izquierda moderna. Y la derecha igual, claro. Y añadimos a los nacionalistas, esos extraños que andan buscando madre cuando la tienen delante.

Cabezona como es, Nora insiste en el valor de la escuela para transmitir nuevos y definitivos valores. Pero yo le contesto que los valores están en la sociedad, no en la escuela. La escuela es el reflejo de la sociedad, y no al revés.  La escuela encauza esos valores, les da forma, los enfatiza y extiende a todos los niños, para que, una vez insertados en la sociedad, sigan con esos valores y a su vez los transmitan a sus hijos. Pero ya sabes de la multitud de dificultades que se pone a ello.
“Pero con maestros vocacionales…”
Que no, Nora. Los maestros vocacionales son especie en extinción. Personal romántico altamente peligroso. No se quieren vocaciones sino servidores de ideologías, o autómatas de normas, procedimientos y todo eso que tú ya sabes. Como no tenemos una sociedad viva, esto es un sálvese el que pueda, y la mejor manera de salvare es apuntare a un partido, o dejarse nombrar a dedo, o militar en cualquier sindicato… y todo así. Serán decenas de miles los sueldos inútiles a gente que se deja llevar.

Pero no solo eso. Si insistieras en ser educador vocacional deberías rayar la perfección crística. Lo digo porque como Cristo, el Maestro por excelencia, dio su vida, así te la quitará la escuela si vienes a ella con la condición vocacional. No sé si recuerdas un pasaje de la vida de Jesús en el que una mujer enferma le toca el manto y Jesús manifiesta que una fuerza ha salido de él, una energía. (“Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente, y preguntaba: “¿Quién me ha tocado el manto?”. )

Pues bien, a los maestros les sucede lo mismo todos los días, jajaja.  Cada día una buena cantidad de energía vital sale de él para no volver jamás. Cada día hay que luchar con nuestros monstruos sociales tales como la pereza, la desidia, el desinterés, la desvergüenza, la falta de respeto a los profes y compañeros, la envidia, la mala educación…  Ese será el “toque del manto” que obligará al maestro a una constante salida de su energía vital.  Seres crísticos, Nora. Pagar con tu salud. A los maestros se les pide que sean seres crísticos.  Y eso que Jesús tuvo algún desahogo que otro, según la Biblia. Recuerda aquello de los vendedores del templo. Pero a los profes no se les permite desahogo alguno. La denuncia por una parte o por otra te invita a caminar sobre el filo de un cuchillo y ser… poco menos que el hielo mismo para no dejarte llevar como Jesús por sus sentimientos. Pobre Jesús, que flaqueza tuvo. En fin. Eso tal vez demuestre, según la Biblia, lo humano que fue. Y todo es porque nuestra sociedad no consigue tener unos valores comunes y vivimos en permanente confrontación.  Empujado por los intereses ideológicos, claro. De no ser así florecerían los profes vocacionales, entre otras cosas, porque la educación seria uno de esos valores.

Así que todo el día y todos los días morir en la cruz… es una “jartá de cruz”. Hasta Cristo se cansó de la paz en aquella ocasión. Imagínate que un profe hoy la emprendiera a cachetazos con los niños que no trabajan, que insultan, que marean constantemente, que revolucionan la clase, que desobedecen, que se burlan de todo y todos…  En fin. Hoy, Jesús de Nazaret estaría en la cárcel, o expulsado del sacro colegio de los seres crísticos.

Los niños, Nora, no son más que el reflejo del mundo en el que viven, de los valores que les transmiten o no, de lo que ven en la tele, en casa, en la calle,  les aplauden, les consienten…  Los valores sociales, Nora. Eso es lo que falta. Desde la simple urbanidad, que decíamos antes y que ha desaparecido por la decadencia que nos invade. Hay que volver a valores aceptados por todos, fundamentales, y que sean enseñados por todos. Todos somos escuela. La tele, la radio, la prensa, el cine, la literatura, la política, la religión, los sindicatos, los peluqueros, carpinteros, panaderos, tenderos, amas de casa, padres y madres, vecinos, bares, discotecas, La calle…  Y por supuesto la escuela. Todos somos escuela y todos estamos obligados a dar ejemplo, o por lo menos a no dar mal ejemplo.

La puerta para la salida de la crisis, de esta y de todas las que vengan, es la educación, Nora. Supongo que la ya próxima ley de educación será mejorable en muchos aspectos, pero… ¿no te parece extraño que estén contra ella todos los partidos de izquierda y los nacionalistas?
Nuestra sociedad debiera ya estar al tanto de estas cosas, y aplicarse de una vez aquel dicho de Benjamín Franklin: Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo.

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