lunes, 13 de enero de 2014

EL SANTÍSIMO CRISTO DE LA PACHORRA

                                    

          Dicen los que saben de estas cosas que  hay tantos cristos y vírgenes, que al final el Cristo y la Virgen han desaparecido del relato evangélico diario.  Dicen los que saben de estas cosas que Jesús, el Cristo, no reconocería a su madre entre tanta virgen, con tanto manto, tanta vela y tanto nombre, y tampoco la Virgen encontraría entre tanto cristo, enredado en tantas y tantas cosas,  con tantas compañías extrañas, camuflado entre tantos apellidos, a su hijo. Y es que a las cosas, cuando se le añaden tantos apellidos, tantos perifollos, tanto altar, tantas velas, tan altos mirares y decires… se retuercen de una forma que ya no se sabe si van o vienen, si suben o bajan, si es carne, pescado, o coliflor rebozada. Se convierten  en una paella con más pollo que arroz. Será un pollirróz, mas no paella. O tal vez nada.
          Esto es a propósito de la política española, que está hecha un Cristo. Un Cristo doliente. Todo el mundo habla, todo el mundo opina, todo el mundo dice lo que debe ser España, todo el mundo intenta que esto sea un calzado para todos los pies, todas las hormas, todas las tallas, todos los tiempos, todas las modas, todas las mañas… Así es España. Un cristo que con tantos apellidos, deseos e intenciones ya no sabe uno lo que realmente es, lo que piensa, lo que dice, lo que siente, si padece hambre o sed, si sufre o goza, si canta porque está triste o si llora porque está alegre o… simplemente calla, atónita ante sus hijos que la aborrecen y maltratan.  Esto es un auténtico desmadre, uno más entre los miles de ayes que los votantes expresan  ante las calamidades. Unos visten al Cristo de rico, otros de pobre, otros le ponen el nombre de su barrio, unos lo dedican a la vida y otros a la muerte, unos lo llevan al frente cual heroico mártir y otros le sientan a su mesa para que sea cómplice de sus desmanes, unos quieren sacarlo de la biblia, y hacer de él una feria ambulante, y otros callan mudos, para que el Cristo no hable.
       La santa cofradía del gobierno, elegida por mayoría absoluta, hace bien en estar tranquilo. Nada ocurre, nada pasa. Todo son palabras, desfiles, procesiones, títulos de portada, fotos a montones, ruidos a mansalva. El santo cristo catalán no es el mismo que el santo cristo vasco, y este tampoco es el mismo que… Los otros, que vendrán, y con toda lógica seguirán, poniéndole nombres y más nombres a este cristo España, que ahora, como muy bien decía el histórico, ha perdido la intención, la fuerza y la voluntad y no la conoce ni la madre que la parió aunque fuera maña.  Pero el gobierno no dice, no sabe, no se mueve, no se inmuta, no habla. A eso se le llama temple o… estafa. O quién sabe si el gobierno también tiene su propio cristo, el Santísimo Cristo de la Pachorra, y por eso su mandamás, que cada vez manda menos, no hace nada, deja que la voz cantante la lleven los otros. Y digo voz, y digo cantante, porque son los que suenan, los que llevan la iniciativa, los que tienen la palabra. Demasiado templado este gobierno. Está bien que no haga, pero que no pase día sin decir y recordar, una y otra vez, que llegado el momento, y en su mismo instante, tienen la santísima  obligación, porque la constitución les obliga a ello, de emplear todos los medios que la misma les manda, para deshacer tanto despropósito, tanto encallanamiento, tanto descaro, tanta golfería y tanto mantra.  Porque parece siempre que el que más habla, el que más flores trae, el que más mantos lleva al cristo, o a la virgen canta es el mejor y más creyente, el que dice la verdad y más la siente, el que  si divide es porque el cristo, su cristo,  asiente y la madre que la parió ya ni le aguanta.
       Propongo pues un nuevo cristo para toda España, y que su ministro Rajoy, le cante las saetas que le obligan en Semana Santa, que el Cristo de la Pachorra ya tiene en él su primer devoto, el Hermano Mayor de la Cofradía de la Desgana.


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