Gracias a la programación televisiva navideña,
particularmente repulsiva y ñoña, Nora y yo nos dispusimos a ver alguna peli de
nuestra pequeña colección. Hacía poco
que habíamos visto por trigésima vez esa obra magnífica y aparentemente sencilla que es El Hombre
Tranquilo. Revisamos todas las películas del disco duro y descubrimos que ya estaban
vistas hasta la nausea; pero pasé los ojos por una a la que Nora señaló con insistencia: 2001 una odisea
en el espacio. Ella, qué casualidad, no la había visto.
—¿Esa? Humm… no sé si te gustará. Yo la he visto un
montón de veces y me cuesta entenderla. Algo me aclaro en un momento, pero poco
después se me abren otros horizontes y acabo por perder el sentido de la peli,
quedándome como al principio. Porque está claro que el señor Kubrik quería
decir algo.
Nora insistió, tal vez por mi incapacidad para
entender la peli, en que la viéramos, así que allá que fue la cosa. Yo
repantigado en el sofá, y Nora tendida a mi lado con sus ojos pegados a la
pantalla.
Se sucedieron las escenas. Aquella magnífica de los
primates fue la primera, que acabó en la más extraordinaria elipsis que se ha hecho en la historia del
cine, cuando el hueso, ahora herramienta, es lanzado al aire y de él la elipsis
nos deja en el lejano futuro, ya en plan presente, de una nave espacial.
Maravilloso, desde luego. Nora no quitaba ojo de la pantalla y se la notaba
analizando cada escena. Me parecía que la peli era más que una peli para ella;
era un reto.
Las escenas del monolito fueron especialmente
intrigantes. Sus ojos brillaban y de vez en cuando me miraba a mí. Yo me hacía
el distraído no quitando los ojos de la pantalla, pero siguiendo todos sus
movimientos. Era evidente su reto intelectual.
El conflicto con el superordenador de la nave, el
famoso Hall 9000, la cautivó por completo y no se apartó un segundo de la
pantalla. Y luego, las escenas en que se muestra al astronauta superviviente en
otra dimensión, que se ve a sí mismo envejecido, contempla su propia muerte y
el nacimiento del bebé…
Estaba claro que la película la había cautivado,
pues al terminar me miró satisfecha y me dijo en un tono desafiante:
—¿Y no entiendes la película? Está muy bien hecha,
desde luego.
—Bueno,
sigo sin saber muy bien qué es ese monolito. Si es que el produce el cambio en
la inteligencia de los primates enviado por alguna “inteligencia superior” o…
—Yo
creo que esa cuestión no es importante. Podría ser más bien un observador. Fíjate
que si realmente una inteligencia superior hubiese querido intervenir en la evolución,
lo hubiese hecho sin más, pero aquí interviene un elemento, que es desde mi
punto de vista el auténtico favorecedor del cambio: el hueso, convertido en
herramienta. Y efectivamente, son las herramientas, a diferencia del resto de
animales, lo que os ha distinguido y aun os distingue. El uso de herramientas
es el que ha favorecido todos los cambios físicos e intelectuales. Tenéis
herramientas para todo. Sin las herramientas... no sé yo donde estaríais, hasta
el punto de que la dependencia de ellas os ha esclavizado. Y lo que es peor, le
tecnología, como no pongáis remedio al asunto, acabará con vosotros, que es lo
que intenta decir en la peli con la cuestión del superordenador, que el pobre
se pregunta:¿pero para qué quiero yo a estos individuos si me basto yo solo
para todo? Ni siquiera pueden viajar sin estar dormidos. Así que decide acabar
con ellos. Simplemente cree que no le hacen falta. En cambio la lúcida decisión
del astronauta, y con un simple destornillador, acaba con su vida, algo que
Hall no podía ni imaginar.
Por lo pronto
date cuenta de la cantidad de puestos de trabajo que se pierden cada día porque
la “modernidad y eficacia” han traído máquinas que lo hacen mejor; no piden
vacaciones, ni pagas extraordinarias, no tienen sindicato ni hacen huelgas. Trabajan,
esto es, producen riqueza a su poseedor las 24 horas al día… Es un invento que
lleva a la autodestrucción. Pon ejemplo de una gasolinera actual. Un solo
individuo lleva la gasolinera, la tienda, cobra, vende el pan, pone gasolina…
Ni qué decir de las cadenas de montaje, donde los ordenadores lo hacen prácticamente
todo. Así que creo yo que si bien la tecnología es la que os ha hecho
progresar, también va a ser la que os destruya. De ahí que en la película el
protagonista contemple su propia muerte y vejez. En ese momento él encarna a
toda la humanidad, y está viendo como desaparece convirtiéndose en un ser inútil devorado por
la tecnología. De modo que hace falta el nacimiento de un nuevo ser, y esa es
la parte final de la peli, cuando un niño, el niño de las estrellas, liberado
al fin de las limitaciones humanas, alcance el verdadero progreso, que no es la
búsqueda desesperada de la riqueza, sino otra cosa más bien. Es el nacimiento de
un hombre nuevo. El hombre de la luz, el de las ideas, el de los sentimientos,
el hombre que al fin verá al otro como su prójimo, no como a su enemigo, ni su
esclavo, ni el productor de sus bienes.
No sé cuando el hombre se dará cuenta de que la
humanidad es una, y que o se salva la humanidad, o perece.
¿Tú qué dices?
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