miércoles, 8 de enero de 2014

NORA Y EL HOMBRE TECNOLÓGICO


         Gracias a la programación televisiva navideña, particularmente repulsiva y ñoña, Nora y yo nos dispusimos a ver alguna peli de nuestra pequeña colección.  Hacía poco que habíamos visto por trigésima vez esa obra  magnífica  y aparentemente sencilla que es El Hombre Tranquilo. Revisamos todas las películas del disco duro y descubrimos que ya estaban vistas hasta la nausea; pero pasé los ojos por una a la que  Nora señaló con insistencia: 2001 una odisea en el espacio. Ella, qué casualidad, no la había visto.
        —¿Esa? Humm… no sé si te gustará. Yo la he visto un montón de veces y me cuesta entenderla. Algo me aclaro en un momento, pero poco después se me abren otros horizontes y acabo por perder el sentido de la peli, quedándome como al principio. Porque está claro que el señor Kubrik quería decir algo.
       Nora insistió, tal vez por mi incapacidad para entender la peli, en que la viéramos, así que allá que fue la cosa. Yo repantigado en el sofá, y Nora tendida a mi lado con sus ojos pegados a la pantalla.
      Se sucedieron las escenas. Aquella magnífica de los primates fue la primera, que acabó en la más extraordinaria  elipsis que se ha hecho en la historia del cine, cuando el hueso, ahora herramienta, es lanzado al aire y de él la elipsis nos deja en el lejano futuro, ya en plan presente, de una nave espacial. Maravilloso, desde luego. Nora no quitaba ojo de la pantalla y se la notaba analizando cada escena. Me parecía que la peli era más que una peli para ella; era un reto.
     Las escenas del monolito fueron especialmente intrigantes. Sus ojos brillaban y de vez en cuando me miraba a mí. Yo me hacía el distraído no quitando los ojos de la pantalla, pero siguiendo todos sus movimientos. Era evidente su reto intelectual.
       El conflicto con el superordenador de la nave, el famoso Hall 9000, la cautivó por completo y no se apartó un segundo de la pantalla. Y luego, las escenas en que se muestra al astronauta superviviente en otra dimensión, que se ve a sí mismo envejecido, contempla su propia muerte y el nacimiento del bebé…
      Estaba claro que la película la había cautivado, pues al terminar me miró satisfecha y me dijo en un tono desafiante:
       —¿Y no entiendes la película? Está muy bien hecha, desde luego.
    —Bueno, sigo sin saber muy bien qué es ese monolito. Si es que el produce el cambio en la inteligencia de los primates enviado por alguna “inteligencia superior” o…
    —Yo creo que esa cuestión no es importante. Podría ser más bien un observador. Fíjate que si realmente una inteligencia superior hubiese querido intervenir en la evolución, lo hubiese hecho sin más, pero aquí interviene un elemento, que es desde mi punto de vista el auténtico favorecedor del cambio: el hueso, convertido en herramienta. Y efectivamente, son las herramientas, a diferencia del resto de animales, lo que os ha distinguido y aun os distingue. El uso de herramientas es el que ha favorecido todos los cambios físicos e intelectuales. Tenéis herramientas para todo. Sin las herramientas... no sé yo donde estaríais, hasta el punto de que la dependencia de ellas os ha esclavizado. Y lo que es peor, le tecnología, como no pongáis remedio al asunto, acabará con vosotros, que es lo que intenta decir en la peli con la cuestión del superordenador, que el pobre se pregunta:¿pero para qué quiero yo a estos individuos si me basto yo solo para todo? Ni siquiera pueden viajar sin estar dormidos. Así que decide acabar con ellos. Simplemente cree que no le hacen falta. En cambio la lúcida decisión del astronauta, y con un simple destornillador, acaba con su vida, algo que Hall no podía ni imaginar.
     Por lo pronto date cuenta de la cantidad de puestos de trabajo que se pierden cada día porque la “modernidad y eficacia” han traído máquinas que lo hacen mejor; no piden vacaciones, ni pagas extraordinarias, no tienen sindicato ni hacen huelgas. Trabajan, esto es, producen riqueza a su poseedor las 24 horas al día… Es un invento que lleva a la autodestrucción. Pon ejemplo de una gasolinera actual. Un solo individuo lleva la gasolinera, la tienda, cobra, vende el pan, pone gasolina… Ni qué decir de las cadenas de montaje, donde los ordenadores lo hacen prácticamente todo. Así que creo yo que si bien la tecnología es la que os ha hecho progresar, también va a ser la que os destruya. De ahí que en la película el protagonista contemple su propia muerte y vejez. En ese momento él encarna a toda la humanidad, y está viendo como desaparece  convirtiéndose en un ser inútil devorado por la tecnología. De modo que hace falta el nacimiento de un nuevo ser, y esa es la parte final de la peli, cuando un niño, el niño de las estrellas, liberado al fin de las limitaciones humanas, alcance el verdadero progreso, que no es la búsqueda desesperada de la riqueza, sino otra cosa más bien. Es el nacimiento de un hombre nuevo. El hombre de la luz, el de las ideas, el de los sentimientos, el hombre que al fin verá al otro como su prójimo, no como a su enemigo, ni su esclavo, ni el productor de sus bienes.
     No sé cuando el hombre se dará cuenta de que la humanidad es una, y que o se salva la humanidad, o perece.
¿Tú qué dices?



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