jueves, 31 de julio de 2014

DE LOS LÍDERES

Liderar o ser liderado, he ahí la cuestión.

Los animales que viven en libertad (salvajes, tiene mala connotación) juegan de pequeños entre ellos, prueban sus fuerzas, valentía y decisión y aprenden de esta forma cuál va a ser su posición dentro del grupo al que pertenecen. Los más activos serán los líderes y los segundos el pueblo que camina junto al líder por los caminos que el bienestar y el sentido común aconsejen. No hay líder sin pueblo ni pueblo sin líder.  El líder es el que toma las decisiones, se supone que buenas, para la supervivencia del grupo y sabe aprovechar los valores de cada uno para la comunidad.

Hay buenos líderes y malos, evidentemente. El liderazgo es tan común a la humanidad como al resto de animales, de modo que  luchar contra ello es poco menos que una pérdida de tiempo; es ir contra natura; es algo que nos va en los genes y no podemos ni debemos evitar, simplemente debemos procurar buenos líderes, como procuramos buenos ciudadanos, buenos artesanos o buenos médicos. Y esta es la cuestión.

La cultura llamada «progresista», que en la escuela fiel reflejo de los valores sociales se ha extendido durante decenios, decía a los niños,  por maestros convencidos y bien pensantes, que la competitividad era mala. Que los niños compitieran por ser el mejor en fútbol, o en dibujo o en lectura, o en lo que fuera, no estaba bien visto, porque en la cultura «progresista» la igualdad es más sagrada que la libertad, el esfuerzo o el deseo de superación. Pero como no es posible igualar por arriba, se iguala por abajo. De ahí la insistencia en lo malo que es la competitividad. Pero lo cierto es que una sociedad, o tan solo un grupo de personas sin líderes, se viene abajo, porque no hay objetivos, ni unión, ni ánimos, ni capacidad de esfuerzo, ni orden, ni preferencias, ni firmeza… Los grandes imperios han caído muchas veces porque los líderes que los sustentaban dejaron de serlo. Seguramente cuando nuestros ancestros salieron de África en busca de mejores condiciones de vida, lo hicieron guiados por líderes, que fueron los que dieron al grupo las estrategias de supervivencia y los objetivos y ánimos necesarios para hacerlo. Sin ellos no estaríamos aquí.

Ser líder es algo natural. Vaya usted a saber qué parte se explica mediante la ciencia y qué parte se explica por la cultura. El caso es que hay gente cuya tranquilidad, o lucidez, o buenas ideas, o sentido común, o simplemente la vehemencia con que defiende unos ideales provoca en los demás un corrimiento de estatus poniendo a ese individuo el primero entre ellos.

¿No se debería en la escuela,  esa primera lección en el libro de la vida en sociedad, fomentar el buen liderazgo? Puesto que es algo inevitable y natural, ¿no sería deseable que los líderes fueran mejor elegidos por sus méritos de honradez, capacidad de trabajo, ilusión contagiosa, ponderación y todos esos elementos deseables en una buena persona o un buen líder? ¿No se debería desde la escuela fomentar esa visión de los líderes? Fuera demagogias, fuera fuerza bruta, fuera maldad sibilina, fuera egoísmo… Muchachos, el buen líder ama a la gente, y quiere el bien para ella. Se pone al servicio de los demás con su liderazgo. A los líderes se les reconoce por su forma de enfrentarse a la vida: con nobleza, con valentía, con decisión, con orden en las ideas, templando el corazón. Un mentiroso o un estafador no  pueden ser líderes. Hay que distinguir. Al líder, primero se le reconoce; después, tal vez, se le elija. En nuestros partidos políticos no es así, por eso ocurre lo que ocurre con todo. Tenemos la alfombra nacional llenita de basura escondida y esperando los buenos lideres que comiencen la limpieza, porque la honradez, esa virtud del buen líder, es la gran ausente en la fiesta de la política Made in Spain. Ya somos un país de golfos. Olé. Y no podemos exportar. Oh, porras.

Los viejos nativos americanos, vemos en las películas que eligen siempre a un grupo de ancianos para dirigir al pueblo. Sabia elección en aquellos entonces. El viejo era al menos un protector de los suyos; ya había pasado por la experiencia de tener hijos y cuidarlos, y sabía de peligros y complicaciones, y la edad le daba una visión amplia del mundo y sus cosas, además de saber dónde estaban las mejores praderas para pasar el invierno o los mejores bosques para el verano. También las elefantas lo hacen, como es sabido, y otros muchos animales. Nosotros, en cambio, nos dejamos seducir por jovencillos vehementes, guaperillos de televisión, más deseosos de lucimiento y pasta, de fama y protagonismo que de ser realmente útiles a la comunidad. Nuestro concepto de líderes debe cambiar. Deben pasar un mejor examen y, por supuesto, desde pequeños nos hemos de acostumbrar a ser honestos si queremos manejar el mundo. Es la primera condición del líder.

Así pues, dejar que en el colegio los niños se agrupen para hacer trabajos, y que de entre ellos salga alguien con la capacidad de ordenar el grupo sería un buen ejercicio en el que debería valorarse no tanto el resultado del mismo como el ejercicio de agruparse y ordenarse alrededor de un líder. Y que cada niño pueda tener repetidas experiencias y oportunidades a lo largo del curso con distintos grupos, y que en cada uno fuera poniéndose en su lugar y conociéndose a sí mismo, no para conformarse, sino para luchar para ser más y mejor. Es lo que se llama superación. No debe reprimirse, pues.
En las grandes empresas, por ejemplo, se fomentan los líderes. Son los que transmiten las ideas, la sangre, la energía, la voluntad por mejorar, el empuje vital necesario para crear y ser competitivos. La ilusión. No es mala idea. Una buena empresa tiene buenos líderes, forzosamente. Y todo en la vida es empresa.

En España, cuyo retraso cultural en esta materia por culpa de la demagogia y las falsas pedagogías, como en otras,  es patente, nos han salido unos líderes políticos tan nefastos,  que no han hecho más que retraer y complicar el desarrollo social. Lo han corrompido todo. Son todo lo contrario de un líder. Y en la vida esta que llevamos, no dar un paso adelante, es darlo hacia atrás, porque el tiempo corre y nos pasa y atropella, porque todavía no tenemos el pasado claro, ni el presente, ni, mucho menos, el futuro. Hay países que al menos el pasado lo saben, o al menos no reniegan de él; el presente… pues ahí están, en la lucha; y el futuro… se gana ahora. Nosotros andamos perdidos en el tiempo, confundiendo conscientemente nuestros líderes el pasado con el presente y entorpeciéndonos a todos el futuro. No tenemos buenos líderes. Está claro.

Estas frases sacadas de Internet nos dicen algo de lo que puede ser un líder. En estos tiempos de escritura breve vienen bien para captar la idea del liderazgo. Dicen así:

Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo». Esta es una cuestión que tenemos a diario, habiendo creado escuela y, tanto de un signo político como del otro son innúmeras las “irregularidades” de todo tipo cometidas. Cada día nos despertamos con un nuevo caso de corrupción.

.«Muchas personas tienen poder, pero pocos tienen poder para llegar a las personas; esos son los verdaderos líderes». Los líderes que no son de izquierdas, en España tienen verdadera incapacidad para llegar a la gente y encantarla con sus propuestas. No hay batalla de ideas. Desde el punto de vista ideológico, solo la izquierda existe.

.«Un hombre con ideas es fuerte, pero un hombre con ideales es invencible». Que se lo digan a nuestros políticos que han sido presidentes estos años. El menos capaz, pero que aparenta ideales, se lleva a la tropa de calle.

Líder no es mandar, es saber servir y dirigir a los demás con propósito y amor». El propósito en estos lares es el poder, para torcer la sociedad a su gusto y seguir sirviéndose de ella para mantener el poder… Y así sucesivamente.

.«Un líder es el menos conformista de un grupo». Si esto es así, en España no hay líderes, salvo aquellos Podemos, por ejemplo, que adornan su ideología de control total de la población con el inconformismo sobre la política de derechas o izquierdas. Desde el punto de vista del líder, el jefe de Podemos es bueno porque es un hábil negociador de esperanzas, como en su tiempo lo fue Felipe González. Aunque luego pasó lo que pasó.

Y para terminar un buen consejo para los profes, y no profes, que fomenten el buen liderazgo:

.«Las tres C del liderazgo son Consideración, Cuidado y Cortesía. Sea educado con todos”.

En fin, querer es poder, y para eso hay que despertar, pero España está dormida.



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