martes, 4 de agosto de 2015

JUEGO DE PATRIOTAS


 

Mientras contemplamos con sonrojo la actividad política de podemitas, carmenitas y demás,  vivimos un verano sofocante y lleno de noticias que auguran  un otoño complicado. España  y yo, señora, somos así. Nos encanta vivir en la zozobra y prolongar la agonía. Al contrario que muchos, nunca acabamos de ser. Se atribuye a Bismarck la siguiente y descriptiva frase: «España es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido».
Amén.
Tenemos de una parte la avanzadilla de las clases dirigentes catalanas, dispuestas a dar la batalla, pase lo que pase y pese a quien pese. Están deseando tener mártires para que refuercen su causa y el «molt honorable», en su papel de pequeño Moisés, ayudado por su Josué de turno, léase Junqueras, pensando que bien podría él ascender al cielo de los mártires, ya que no al de los dirigentes que han sabido desarrollar a la sufrida Cataluña, que entre paros, desobediencias, fracasos, robos, mentiras, estafas, corrupciones y engaños, sobrevive a base de ese suero artificial que es la idea de la independencia. No hay más política en aquel, otrora, privilegiado lugar.
Recuerdo una frase de Aldous Huxley: «Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje». Y es realmente efectivo el asunto.  Recuerden políticos y verán. El actual presidente del gobierno español, en cambio, nuestro Ramsés, no es poseedor de ese lenguaje pomposo. Un problema. No hay verbo contra verbo. Solo cifras, y las cifras no alcanzan el corazón.
Y bien sabido es que estos lodos vienen de todos los años que entre unos y otro, izquierdas y derechas, han confraternizado y condescendido con estos individuos, ya desde Madrid, ya desde la propia Cataluña, dándoles todo tipo de privilegios y mirando para otro lado cuando no respetaban las normas. Ellos, y sólo  ellos, son culpables de esta situación. Se les ha dejado ir demasiado lejos. Hay que recordar con especial amor a Zapatero I el Destructor.
Ahora llegaremos al 155, que ellos sin duda están  deseando, para forzar la situación y presentarse como víctimas. Y una sociedad secuestrada, como aquella, será lógicamente incapaz de abrir los ojos a la realidad. Llevan años viviendo en un mundo de fantasía. Lo más parecido a aquel Mundo Feliz, de Aldous Huxley. Esto es lo que pasa por pensar más en el partido que en el país, más en sus intereses personales que en los ciudadanos a los que representan. La «Cosa Nostra» debió nacer ahí.
Y ese es otro problema.  Los políticos españoles han creado escuela estos años, y de ahí la corrupción. Lo que demuestra que el compromiso para la famosa transición no fue honorablemente aceptada por parte de muchos de ellos. Ya entonces juraron en falso. Nadie les ejemplificó  que la política consiste en servir a los demás  y no en servirse de los demás. Una simple preposición cambia sustancialmente el asunto. No nos extrañe pues que haya acudido a la política tanto tahúr, mentiroso, estafador y revolucionario alucinado.
Son innumerables los personajes de izquierda y derecha que han ido a la política a tocarse los webs, y a trapichear con influencias y dinero público para forrarse. Ahí está la prensa. Y lo que faltará por descubrir. A ver cuándo hacemos nuestra Alcatraz  en el Islote de Perejil, una cárcel para meterlos a todos, porque la enfermedad es contagiosa dada la impunidad de sus actos. Hay que aislar el virus. Y por supuestísimo, menos políticos, menos sueldos y más honradez, transparencia  y eficacia. A estas alturas, cuando a cualquier profesional se le somete a auditorias en su trabajo, siendo miles, ¿cómo no es posible auditar a 200 ó  300 diputados y senadores? Claro que sí. Saber qué ha hecho cada uno de ellos en cada legislatura, en qué ha gastado los fondos utilizados, etc. etc. La ley, que nos pone sus manos encima cuando cometemos una faltita levísima, ir a 60 donde pone cincuenta, debe ser menos cándida con los políticos. A la política sólo los mejores y más honrados. Es decir, elección de candidatos directa, por los electores, y que esta gente no se esconda detrás de las siglas de los partidos. Y esa es otra cuestión.
Demasiados políticos, demasiadas prebendas, demasiada carta blanca, demasiados coches oficiales. Demasiado todo. Resulta escandaloso que más de doscientos políticos catalanes cobren el doble, el doble, del sueldo del presidente del gobierno. Escandaloso. Y los habitantes de la sufrida región a dos velas.
Los españoles de infantería no comprendemos por qué  un señor diputado, o senador, o ministrillo de autonomía, debe viajar en coche oficial hasta para mear, darle un dinero extra para pagarse una vivienda en los mejores  hoteles, viajar con todo pagado y vivir así como un pachá, cuando los demás debemos coger nuestro vehículos para ir al trabajo, pagar con nuestro sueldo el alquiler y  vivir con lo que queda. Demasiada buena vida llama continuamente a los vividores, y han ido todos a la política, claro. ¿Dónde mejor? ¿Dónde se vive con más privilegios? A la política se va a servir y no a ser servido, señores. Hace falta mucha cárcel ejemplar. Menos radares en la carretera y más en los políticos. Y que no nos vengan con que somos el país que inventó la picaresca.
Cada político es y debe ser un pedagogo  y debe ser ejemplo con su vida de todo lo que predica, como el sacerdocio, o la medicina, de lo contrario que se dedique a otra cosa. Que un sacerdote nos hable de tal o cual mandamiento pero que él no lo cumpla, no resulta ejemplar. Que un médico nos diga que no fumemos pero saca un cigarrillo, no se sostiene. La coherencia, señores, la coherencia.
Todos los pecados contra la sociedad deben ser considerados muy graves. Robar un banco es grave, pero robar el dinero público es gravísimo de necesidad extrema. Robar cien millones a un banco es grave, pero robar un millón de dinero público es grave en extremo. El dinero público debe ser considerado como sagrado, por eso su gasto debe ser bien medido y controlado. La conciencia laxa se introdujo en la política precisamente por la creencia de que el dinero público no es de nadie. Por dios, de nadie.
Por tanto, los valores, señores, es la más grave de nuestras cruces. Todo viene de ahí. Cuando la honradez  no forma parte de nuestra vida, cuando la seriedad, el trabajo, la responsabilidad no es moneda de uso cotidiano... la podredumbre y la desidia se apoderan de la vida toda.
Nos hemos creído que estos de los valores es cosa de curas. No. No sólo de ellos. Hay muchos valores sociales que deben ser de todos, compartidos por todos, creyentes o no. La honradez, el espíritu de servicio, el trabajo bien hecho y muchos valores más son flores de jardín que deben cuidarse por todos, ya desde la más tierna infancia, para tener una sociedad lo más sana posible.
Debemos exigir que la revolución social auténtica, parta desde la escuela, y desde las familias, con una vida de valores que nos orgullezca como ciudadanos y como pueblo. Debemos exigir que el sistema educativo sirva a las personas individuales para que la sociedad recoja el fruto y nos liberemos de una vez de tanto miserable. Entonces sí, esto será un juego de patriotas.

 

 

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