Mientras contemplamos con sonrojo la actividad política de podemitas,
carmenitas y demás, vivimos un verano
sofocante y lleno de noticias que auguran
un otoño complicado. España y yo,
señora, somos así. Nos encanta vivir en la zozobra y prolongar la agonía. Al
contrario que muchos, nunca acabamos de ser. Se atribuye a Bismarck la
siguiente y descriptiva frase: «España
es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentado destruirlo
y no lo han conseguido».
Amén.
Tenemos de una parte la avanzadilla de las clases dirigentes catalanas,
dispuestas a dar la batalla, pase lo que pase y pese a quien pese. Están
deseando tener mártires para que refuercen su causa y el «molt honorable», en su papel de pequeño
Moisés, ayudado por su Josué de turno, léase Junqueras, pensando que bien
podría él ascender al cielo de los mártires, ya que no al de los dirigentes que
han sabido desarrollar a la sufrida Cataluña, que entre paros, desobediencias,
fracasos, robos, mentiras, estafas, corrupciones y engaños, sobrevive a base de
ese suero artificial que es la idea de la independencia. No hay más política en
aquel, otrora, privilegiado lugar.
Recuerdo una frase de Aldous Huxley: «Cuanto
más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve
la nobleza de su lenguaje».
Y es realmente efectivo el asunto. Recuerden
políticos y verán. El actual presidente del gobierno español, en cambio, nuestro
Ramsés, no es poseedor de ese lenguaje pomposo. Un problema. No hay verbo
contra verbo. Solo cifras, y las cifras no alcanzan el corazón.
Y bien sabido es que estos lodos vienen de todos los años que entre
unos y otro, izquierdas y derechas, han confraternizado y condescendido con
estos individuos, ya desde Madrid, ya desde la propia Cataluña, dándoles todo
tipo de privilegios y mirando para otro lado cuando no respetaban las normas.
Ellos, y sólo ellos, son culpables de
esta situación. Se les ha dejado ir demasiado lejos. Hay que recordar con especial
amor a Zapatero I el Destructor.
Ahora llegaremos al 155, que ellos sin duda están deseando, para forzar la situación y
presentarse como víctimas. Y una sociedad secuestrada, como aquella, será
lógicamente incapaz de abrir los ojos a la realidad. Llevan años viviendo en un
mundo de fantasía. Lo más parecido a aquel Mundo Feliz, de Aldous Huxley. Esto
es lo que pasa por pensar más en el partido que en el país, más en sus
intereses personales que en los ciudadanos a los que representan. La «Cosa Nostra» debió nacer ahí.
Y ese es otro problema. Los
políticos españoles han creado escuela estos años, y de ahí la corrupción. Lo
que demuestra que el compromiso para la famosa transición no fue honorablemente
aceptada por parte de muchos de ellos. Ya entonces juraron en falso. Nadie les
ejemplificó que la política consiste en
servir a los demás y no en servirse de
los demás. Una simple preposición cambia sustancialmente el asunto. No nos
extrañe pues que haya acudido a la política tanto tahúr, mentiroso, estafador y
revolucionario alucinado.
Son innumerables los personajes de izquierda y derecha que han ido a la
política a tocarse los webs, y a trapichear con influencias y dinero público
para forrarse. Ahí está la prensa. Y lo que faltará por descubrir. A ver cuándo
hacemos nuestra Alcatraz en el Islote de
Perejil, una cárcel para meterlos a todos, porque la enfermedad es contagiosa
dada la impunidad de sus actos. Hay que aislar el virus. Y por supuestísimo,
menos políticos, menos sueldos y más honradez, transparencia y eficacia. A estas alturas, cuando a
cualquier profesional se le somete a auditorias en su trabajo, siendo miles, ¿cómo
no es posible auditar a 200 ó 300
diputados y senadores? Claro que sí. Saber qué ha hecho cada uno de ellos en
cada legislatura, en qué ha gastado los fondos utilizados, etc. etc. La ley,
que nos pone sus manos encima cuando cometemos una faltita levísima, ir a 60
donde pone cincuenta, debe ser menos cándida con los políticos. A la política
sólo los mejores y más honrados. Es decir, elección de candidatos directa, por
los electores, y que esta gente no se esconda detrás de las siglas de los
partidos. Y esa es otra cuestión.
Demasiados políticos, demasiadas
prebendas, demasiada carta blanca, demasiados coches oficiales. Demasiado todo.
Resulta escandaloso que más de doscientos políticos catalanes cobren el doble,
el doble, del sueldo del presidente del gobierno. Escandaloso. Y los habitantes
de la sufrida región a dos velas.
Los españoles de infantería no comprendemos por qué un señor diputado, o senador, o ministrillo
de autonomía, debe viajar en coche oficial hasta para mear, darle un dinero
extra para pagarse una vivienda en los mejores
hoteles, viajar con todo pagado y vivir así como un pachá, cuando los
demás debemos coger nuestro vehículos para ir al trabajo, pagar con nuestro sueldo
el alquiler y vivir con lo que queda.
Demasiada buena vida llama continuamente a los vividores, y han ido todos a la
política, claro. ¿Dónde mejor? ¿Dónde se vive con más privilegios? A la política
se va a servir y no a ser servido, señores. Hace falta mucha cárcel ejemplar.
Menos radares en la carretera y más en los políticos. Y que no nos vengan con
que somos el país que inventó la picaresca.
Cada político es y debe ser un pedagogo
y debe ser ejemplo con su vida de todo lo que predica, como el
sacerdocio, o la medicina, de lo contrario que se dedique a otra cosa. Que un
sacerdote nos hable de tal o cual mandamiento pero que él no lo cumpla, no
resulta ejemplar. Que un médico nos diga que no fumemos pero saca un cigarrillo,
no se sostiene. La coherencia, señores, la coherencia.
Todos los pecados contra la sociedad deben ser considerados muy graves.
Robar un banco es grave, pero robar el dinero público es gravísimo de necesidad
extrema. Robar cien millones a un banco es grave, pero robar un millón de
dinero público es grave en extremo. El dinero público debe ser considerado como
sagrado, por eso su gasto debe ser bien medido y controlado. La conciencia laxa
se introdujo en la política precisamente por la creencia de que el dinero
público no es de nadie. Por dios, de nadie.
Por tanto, los valores, señores, es la más grave de nuestras cruces.
Todo viene de ahí. Cuando la honradez no
forma parte de nuestra vida, cuando la seriedad, el trabajo, la responsabilidad
no es moneda de uso cotidiano... la podredumbre y la desidia se apoderan de la
vida toda.
Nos hemos creído que estos de los valores es cosa de curas. No. No sólo
de ellos. Hay muchos valores sociales que deben ser de todos, compartidos por
todos, creyentes o no. La honradez, el espíritu de servicio, el trabajo bien
hecho y muchos valores más son flores de jardín que deben cuidarse por todos,
ya desde la más tierna infancia, para tener una sociedad lo más sana posible.
Debemos exigir que la revolución social auténtica, parta desde la
escuela, y desde las familias, con una vida de valores que nos orgullezca como
ciudadanos y como pueblo. Debemos exigir que el sistema educativo sirva a las
personas individuales para que la sociedad recoja el fruto y nos liberemos de
una vez de tanto miserable. Entonces sí, esto será un juego de patriotas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario