viernes, 8 de enero de 2016

EL TIEMPO ENTRE ENVOLTURAS


Hasta el gorro de la política, oiga. Que si PP (Mariano tiene carita de acongojadito en las fotos) que si el PSOE (Snchz cada vez más cara de invadir Polonia) que si Podemos (cada vez más cara de... más cara), que CUP, CAP, POC, JUNts pel sí pero no revuelts, Tal vez pel No, Cadascu a la seva casa, Tres Per Quatre, Cinc Per Sis, etc. No tenim remei. Mientras en España el odio sea hereditario, no habrá manera. ¡Y punto, leches, que dije que no quería política y me desayuno con una cucharada gorda!

De lo que quiero hablar es del plástico. Los envases de plástico.

Recuerdo aquella infancia feliz, en que unos garbanzos, un trozo de carne, unos embutidos, un paquete de arroz, una pescadilla, un ¡cucurucho de pipas!... todo estaba envuelto con papel. Veo aquella resma de papel parafinado, y del otro más vasto, sobre el mostrador donde el charcutero, el tendero de lo que fuese te envolvía el asunto. Llegabas a casa y zas, lo abrías y allá estaba la suculencia de turno, recién comprada, que iba directamente al puchero, así, sin más. Rápido y seguro. ¡Nadie se ponía enfermo de nada! ¡No teníamos tiempo ni ganas de ponernos enfermos! Había que jugar mucho, subirse a los árboles, correr, saltar, el fútbol, escalar la montaña o meterte en el agujero aquel que parecía llevarte a otra parte del mundo y estabas a veinte metro de tu casa. Tiempos felices. ¿Por qué? Muy sencillo. Chssst, mírenme a los labios: no había plástico. ¡No había, leches! ¡Todo papel! Llegabas a casa lo abrías y zas, ya estaba todo allí, a la vista. O, en el peor de los casos, costaba un raaasss, y descuajeringabas el papel en un ves y no ves.

Pero ahora no. Ahora está el plástico... plástico. De la piedra al cobre, luego al bronce, luego al hierro... y de pronto, después de siglos construyendo en acero, abriendo minas, fundiendo metales, altos hornos, metalurgia, siderurgia, obreros, sindicatos y tal y... pumba, la era del plástico. A tomar viento todo. Menos los sindicatos, que ahí siguen, en la edad del hierro.

¿Y qué cogno es el plástico? me preguntas clavando tu pupila en mi pupila azul. Pues no, no eres tú. Es petróleo. ¿Y qué es el petróleo? ¿Ein? Los restos de millones de plantas y animales enterrados a muchos metros que con los millones de años se cocieron in situ transformándose en una cosa negra. Que arde.

Y ahora todo viene envuelto en plástico. Que sepan todos ustedes que nos envuelven las cosas del condumio en los restos fosilizados de millones de cadáveres.

Al principio los plásticos eran fáciles de romper. Y venía una bolsita para cada cosa como antes un papelito. Llegabas a casa y ras, rompías, o deshacías el nudo... Y esto me lo guardo para el bocadillo del niño para el cole. Que bien.
Pero ya no. Ahora los plásticos son duros, correosos, flexibles, difíciles de romper. Te agarras a uno con toda la mala milk que puedes, lo estiras, y estiras, y estiras, y aquello se estira y estira... Y el jodío no se rompe. Y tu empiezas a cagarte en los hilicos de la luz.

Entonces coges la bolsa por otro sitio, y estiras... y estiras... y estiras ¡y no se rompe!

Finalmente, cuando la sangre te bulle, cuando miras esa ensaimada que te acabas de comprar en el súper, que no puedes llegar a ella porque la bolsa de los coj... da de sí sin romperse, entonces es cuando viene la transformación. Y una leve risilla me asoma maliciosa bajo la nariz, y un jeje, jiji, jojo se deja oír en la cocina. El gato que huye por aquello de que esto no es normal... Y es cuando saco un cuchillo del cajón de la cocina, con sierra mejor, que hace más daño, le arreo un puntazo, y otro, y otro, y como disfruto oye... Y lo reviento, sale el aire a presión y lo desgarro a lo bestia como si fuese un tiburón blanco zampándose un tierno cachorrito de león marino.

Pero entre tanto, con los estirones de antes y el desgarro bestial, también la ensaimada ha sufrido la malicia de la guerra, la desesperación y el hambre. Es entonces cuando maldices, ¡y maldices! ¡¡y maldicessss!! ¡¡¡ye te cabreas, y cabreas y cabreaaas!!! ¡Y arrojas al suelo la put... bolsa, la ensaimada y la madre que los parió a todos! ¡¡¡Hijos de la gran putanaaaaaa!!!... Mabeis matao la ensaimada...

Lloro como un niño lo que no supe resolver como un hombre. Por eso ahora, amigos, llevo siempre un cuchillo en el bolsillo. ¡Una navaja de Jarbarcete! Una de aquellas que llevaban muelles y que al abrirla hacía, clac, clac, clac, clac... Muchos clac. Y asomaba una hoja medio curva, con su canalillo pa que corra la sangre... Y alaaaaaaaa, que jolgorio me doy, oigan. En cuanto llega la bolsa saco la navaja y me lio a zaaaaacas a diestro y siniestro y me quedoooo ooooohhhh como me quedoooo. Desfogadito, suave, feliz.

Pero atacan otra vez. El enemigo es tenaz. Ahora las cosas no llevan una bolsa, sino que cada objeto, u objetito, lleva su propia bolsita, y luego todos los objetos juntos llevan otra, y todos estos llevan otra con la marca, los colorines, etc etc.
¡¡Maldito sea el plástico!!

Así que me he comprado una navaja multiusos, de esas del ejercito desollador más salvaje del mundoooo... Jiiiijijijiiiiii... Unas tijerassss... ahhh sí... Una navaja con mucho filo... jejeje, una sierra... jua jua jua jua... un punzón revienta ojos... jejejeje... y unas cuantas cosas más, que no sé pa que sirven pero la consigna es destruir al enemigo. Ya no abrir. Ya no romper. Ya no desgarrar. Destruir. ¡Soy el comando destructor de plásticos más eficaz del mundoooo...!  Plástico que veo, saco la navaja y le aplico la cirugía estética inmediata. Jaaaajajajajajaaaaaa

Ustedes... ¿piensan que me estoy volviendo loco?
Nooooo chssssstttt, sólo estoy al acechooooo. Y cuando pasa una bolsa de plásticoooooo ¡¡la reviento a cuchilladas!!
Qué órgia oigan, qué desénfreno, qué maravilla ver la elástica telilla vencida, arrugada, desgarrada, desminunnffxrrfizndadaaa. Jodida, vamos.

Imagínense la suerte que hemos tenido los que vivimos tiempos antaños. Que encontramos las momias envueltas en telitas. Que al cabo de los siglos hemos podido desenvolver y encontrarnos esas momias... tan momias, ta requetemomias... Y las hemos visto allí, en sal, amojamadas, que parece que podemos cortar la carne y servirnos un bocadillo de costillas del faraón Tut Ank Amón. Que quiere decir, estoy como el jamón. No me digan que no hemos tenido suerte...
Imaginense ver las momias envueltas en plásticos...
Aaaaaaaagggggrrrrrrrrffffffff.



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