miércoles, 27 de enero de 2016

LA DEMOCRACIA ES COSA DE PERSONAS

No salimos de un caso de corrupción y nos metemos en otro, y así vamos, de sobresalto en sobresalto. Y seguro que no se sabe ni la mitad. Hay que tener en cuenta la cantidad de años que ciertos partidos llevan gobernando... o como se diga. Andalucía, Valencia, Cataluña, Castilla, Extremadura... Sin duda las alfombras deben esconder mucha, pero que mucha, basura.
Pero no nos vamos a rasgar las vestiduras. En cuanto a corrupción, haberla hayla, en todas partes. En eso no somos diferentes.
Lo que sucede es que los españoles éramos tan ingenuos, tan novatos en estas cosas de la democracia, que creíamos que iba en serio, y suponíamos que la honradez, como el valor en el ejército, era algo que se suponía. Ese es nuestro gran desengaño. Creíamos que era algo íntimamente relacionado con la democracia; que sin honradez no hay democracia. Por eso algunos, desengañados ya, nos quieren presentar la democracia como una cuestión exclusivamente matemática. Gana la mayoría y punto. Pero se sigue estafando, engañando, robando... etc. Hemos despertado tarde y mal.
De ahí que en otros países, al menos la gente se manifiesta en las calles, sale a protestar, pues no queda otro remedio que hacerlo así. Pero nosotros estamos aborregados, y tan sólo nos mueven a protestar cuando lo hace un grupo determinado y con un fin muy concreto, que generalmente no tiene nada que ver con la democracia, ni la honradez, ni con la justicia. Como si esto de la corrupción fuera cosa de colores o de partidos. Es cosa de personas, capullos. Los golfos se esconden tras las siglas de los partidos.
Por eso, para acercarnos más a la democracia de otros países, necesitamos elecciones directas a las personas, no a los partidos.

1.- Votar directamente a nuestros representantes. A las personas, no a los partidos. Y poder pedirles explicaciones de sus actos.

2.- Votar al presidente directamente los ciudadanos. Él se apañará para formar gobierno.

3.- Separación de poderes ya. Que ningún político nombre jamás a un juez para nada. Que sea el mismo poder judicial quien nombre y controle la honradez y eficacia de sus jueces.

4.- Planes de estudios que duren decenios, por lo menos, y que no sirva para construir el imaginario colectivo ni en la escuela primaria, ni secundaria ni universidad. Léase la clásica e interesada división del mundo en buenos y  malos. Los buenos y los malos no son los partidos, son las personas.

5.- Fomentar los valores democráticos responsables y la honradez. Que no se vea como algo ajeno. 

6.- Que nadie se esconda detrás de las siglas de un partido, ni de unos colores, ni de ninguna ideología, ni de ninguna toga, ni de ningún cargo. Todo eso es puro escenario, de modo que no demos oportunidad a los golfos para que se escondan en ellos.

7.- Penas máximas a quien engañe con dinero público. Nos roba a todos, y eso debe ser considerado como delito gravísimo.

8.- Democracia con valores ya. Honradez, eficacia, transparencia, lealtad, nobleza...

Todo aquello que pensábamos, ingenuos, que iba asociado a la palabra democracia.


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