No salimos de
un caso de corrupción y nos metemos en otro, y así vamos, de sobresalto en
sobresalto. Y seguro que no se sabe ni la mitad. Hay que tener en cuenta la
cantidad de años que ciertos partidos llevan gobernando... o como se diga.
Andalucía, Valencia, Cataluña, Castilla, Extremadura... Sin duda las alfombras
deben esconder mucha, pero que mucha, basura.
Pero no nos
vamos a rasgar las vestiduras. En cuanto a corrupción, haberla hayla, en todas
partes. En eso no somos diferentes.
Lo que sucede
es que los españoles éramos tan ingenuos, tan novatos en estas cosas de la
democracia, que creíamos que iba en serio, y suponíamos que la honradez, como
el valor en el ejército, era algo que se suponía. Ese es nuestro gran
desengaño. Creíamos que era algo íntimamente relacionado con la democracia; que
sin honradez no hay democracia. Por eso algunos, desengañados ya, nos quieren
presentar la democracia como una cuestión exclusivamente matemática. Gana la
mayoría y punto. Pero se sigue estafando, engañando, robando... etc. Hemos
despertado tarde y mal.
De ahí que en
otros países, al menos la gente se manifiesta en las calles, sale a protestar,
pues no queda otro remedio que hacerlo así. Pero nosotros estamos aborregados,
y tan sólo nos mueven a protestar cuando lo hace un grupo determinado y con un
fin muy concreto, que generalmente no tiene nada que ver con la democracia, ni
la honradez, ni con la justicia. Como si esto de la corrupción fuera cosa de
colores o de partidos. Es cosa de personas, capullos. Los golfos se esconden
tras las siglas de los partidos.
Por eso, para acercarnos
más a la democracia de otros países, necesitamos elecciones directas a las
personas, no a los partidos.
1.- Votar directamente
a nuestros representantes. A las personas, no a los partidos. Y poder pedirles
explicaciones de sus actos.
2.- Votar al presidente
directamente los ciudadanos. Él se apañará para formar gobierno.
3.- Separación
de poderes ya. Que ningún político nombre jamás a un juez para nada. Que sea el
mismo poder judicial quien nombre y controle la honradez y eficacia de sus
jueces.
4.- Planes de estudios que duren decenios, por lo menos, y que no sirva para construir el imaginario colectivo ni en la escuela primaria, ni secundaria ni universidad. Léase la clásica e interesada división del mundo en buenos y malos. Los buenos y los malos no son los partidos, son las personas.
5.- Fomentar los valores democráticos responsables y la honradez. Que no se vea como algo ajeno.
6.- Que nadie se
esconda detrás de las siglas de un partido, ni de unos colores, ni de ninguna
ideología, ni de ninguna toga, ni de ningún cargo. Todo eso es puro escenario, de modo
que no demos oportunidad a los golfos para que se escondan en ellos.
7.- Penas máximas
a quien engañe con dinero público. Nos roba a todos, y eso debe ser considerado
como delito gravísimo.
8.- Democracia con
valores ya. Honradez, eficacia, transparencia, lealtad, nobleza...
Todo aquello
que pensábamos, ingenuos, que iba asociado a la palabra democracia.
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