miércoles, 1 de octubre de 2014

MULTAD, MULTAD, MALDITOS


Anda Nora entre risas y asombros, al oír a la gente en el bar, en la calle, la oficina, etc. hablar de lo mismo: las multas. Es el comentario general. Nos acosan por todas partes, resultando increíbles algunas de las situaciones por las cuales se multa. La policía ya no ayuda, sino que cada día sale en busca de dinero, apurando hasta el límite la legalidad. Todo por una multa que llevarse a la boca. Aquella policía que comprendía ciertas reacciones humanas, o situaciones imprevisibles y que te aconsejaban paternalmente que tuvieras cuidado etc. etc. pasaron a mejores tiempos.
No hay más que verles, cargados de cinturones, cartucheras, pistolas, botas, gorras y uniformes agresivos, las gafas Reyban de aviador, como un "Terminator" cualquiera, para darle un aire más peliculero… Por no decir ya de los coches o motos, en los que no cabe más lucecitas y parafernalia de colorines. Antes una simple sirena y un farolito rotativo era suficiente, ahora, parece que es un ejército invasor, más que un policía encargado de la seguridad de los ciudadanos. Nos parece que todos somos sospechosos hasta que ellos demuestren lo contrario. A veces los disparates que se producen son de película. Resulta inquietante ver a un o una policía, plantado en la calle, o en las cercanías de un colegio para facilitar supuestamente el tráfico de coches y niños, plantado, digo, con las piernas abiertas, botas negras, aspecto más que agresivo, las manos en el cinturón, repleto de cartucheras, esposas y no sé cuantas cosas más, con sus Reyban aunque no haya sol. A uno le dan ganas de pasar a su lado con las manos en alto y el carnet en la boca. Yo no he sido. Yo no he hecho nada. Creo.
Me contaba hace poco una amiga que en Alicante, cerca de una conocida pero alejada playa, hay un descampado de toda la vida junto al mar, con algunos matorrales y piedras, nada más, donde desde hace siglos la gente va a tomar el sol, el baño o a pescar, y deja el coche aparcado en aquel descampado, llegar la policía y ponerles a todos una multa por estar aparcado “en lugar protegido por ser paraje natural”. Es como prohibir aparcar en el desierto por ser “paraje natural”. La gente no acababa de creérselo y no valían argumentos. Se iba por la pela. Unos decían que llevaban 50 años o más pescando allí, varias generaciones, de abuelos, padres e hijos dejando el coche allí, en el descampado, sobre las piedras, para pescar. Qué cómo es posible que ahora dijeran que era un paraje natural protegido... tantos años después de que generaciones de alicantinos hayan estado allí, haciendo lo mismo que ellos.   Las respuestas de la poli no fueron convincentes, claro. Decían que si las caravanas aparcaban allí… Pero allí no había más que la gente de toda la vida, en su utilitario. Nadie que, pasadas unas horas, no volviera a su casa en su coche después de una buena jornada al aire libre. No hubo contemplación. Las multas de varios cientos de euros estuvieron al instante servidas.
A otros les paran sin más en la carretera, y miran, buscan y rebuscan con el afán de encontrar algo para multar. Lo que sea. El último que me lo hizo, como no encontró nada, me dijo que era un control de papeles. Pero media hora parado en la carretera, como si mi tiempo no valiese nada, no me lo quitó nadie. O esas multas automáticas que una máquina infernal te hace, sin que tú lo adviertas y no te enteres de nada. Y añadimos los polis que se camuflan, o esconden en la carretera, en busca de la multa del día.
Antes, ver a la poli en la carretera te daba seguridad. Incluso les saludabas. Eran signo de respeto, de ley y orden. ¿Qué son ahora?
Aquello de… “perdone usted, señor guardia, no me había dado cuenta”, dejó de existir hace tiempo. Ya el lema es todo por la pasta.
Los ciudadanos hemos perdido aquellos famosos “ángeles de la guarda” de la carretera, o los guardianes del orden en la calle. Ahora tenemos otra cosa bien distinta, de aspecto agresivo, amenazador, pero no para los delincuentes, que siguen campando a sus anchas, y más que nunca, sino para el ciudadano común y corriente.

Quiero, queremos pensar muchos, que no son los propios agentes quienes actúan de esta manera por decisión personal, y que son los que mandan los que pervierten esa imagen que teníamos de los “agentes del orden”. Ya no son agentes del orden, ni en las calles ni en la carretera. Ahora son recaudadores de impuestos vía directa. Aquí te pillo, aquí te mato. ¿A quién habría que pedirle explicaciones?

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