martes, 21 de octubre de 2014

UN EXTRAÑO VIRUS

Qué hastío, qué cansancio, cuánta gente hipnotizada e idiotizada por los nuevos hechiceros. Qué ansia y qué necesidad de creer en algo en estos tiempos de crisis. De crisis total. Cuántas horas y esfuerzos dedicados a la independencia mientras aquella Cataluña emprendedora se viene abajo. Qué empeño en destruir lo que tanto nos costó a todos. Es indudable que la crisis ha agudizado esa necesidad de salir de un sitio y entrar en otro, aunque sea desconocido. A eso se le llama huir. Y qué astutos estos mediadores de las almas perdidas que enseguida ofrecen el cielo de sus remedios. Fuera de España todo será maravilloso. Es simple pero efectivo. La mentira es la única verdad que hay en la boca del necio.
Si yo fuera Presidente, haría ya un referéndum nacional. Por supuesto, dijera lo que dijera ese referéndum se la refanfinflaría a los independentistas. Es evidente. Por eso la pregunta del referéndum no debería ser si los españoles quieren una España federal, rota, remendada, confederal o lo que quieran decir. La pregunta debería ser si los españoles todos deseamos que Cataluña siga en España o no. Si es que no, fuera y cerrad la puerta. Y si es que sí, pues tomen nota y sigamos con la vida.
Pero claro, eso sería hacerle el juego a los independentistas, que seguirían con la cantinela sin descanso alguno. A ellos todo lo que no sea la independencia les importa un pito. Sostenella y no enmendalla.  ¿Qué cierran fábricas? Qué más da. ¿Qué hay gente que se marcha? Qué nos importa. ¿Qué deja de llover? Bueno, y qué. No hay más que verles la cara y se descubre que nada les importa. A los independentistas, los ciudadanos que viven en Cataluña les importan un pimiento. Quieren la independencia a toda costa. A toda costa. Y la independencia son ellos y para ellos.  Aquel rey francés, Luis XIV, que decía el Estado soy yo, pues ellos dicen Cataluña somos nosotros. Nadie más. Aquello se llamó absolutismo y esto otro… ¿cómo habría que llamarle? Para eso se han apropiado y modificado a su capricho la historia, la bandera y la lengua catalana, con tal de hacer del asunto una cuestión mística, que lo místico siempre conmueve, tiene su clientela,  es atractivo y arrastra. Tiene su aquel. Y debe ser que «conmover» es mover con… ellos, naturalmente. Así han buscado todo lo que nos puede hacer diferentes, para agrandarlo y hacerlo irreconciliable. Qué afán, el suyo, oiga. Ya saben: la supuesta cultura catalana, que, oh dioses, debe ser muy diferente del resto de España. Allí el pan no es pan ni el vino es vino. Recuerden: es pa y vi. Ya ven que enorme diferencia. Tiene razón Junqueras, ya no es cuestión de hablar. Es hora de actuar.
Así que si yo fuera Presidente, habría mandado ya a unos cuantos que se hicieran cargo de la administración autonómica y juzgaría por sedición y todo lo que hiciera falta a todos los engañabobos. Porque Cataluña no es de los independentistas. Es de los ciudadanos que viven en Cataluña, que, oh sorpresa, son también, y por eso mismo, ciudadanos españoles. Ya saben aquello de la teoría de conjuntos y subconjuntos. Y comenzaría a limpiar, descubrir y hacer público todas las redes de mamandurrias y engañabobos que hay. Que son muchas. Un tribunal para eso. Solo para eso. Por supuesto la cosa llevaría su tiempo. Hay mucho tinglado montado en Cataluña, y eso debe ser uno de los motivos de desear la independencia. Porque lo cierto es que están de podridos hasta las cejas pero no se habla de ello. Hay un pacto de silencio. La omertà de la mafia siciliana, la ley del silencio, a su lado es cosa de monaguillos. Han muerto estos días 10 personas por el virus ese de los aires acondicionados y apenas se ha dicho nada. ¡Diez! Si llega a ser en Madrid se comen en todos los programas de TV, las radios y la prensa a todo el PP sin freírlos siquiera. Pero en Cataluña nada de nada. De modo que desmontar todo el tinglado golfo, liberar a una sociedad secuestrada por estos manipuladores de la historia, que llevan ya años, varias generaciones, décadas de manipulación es lo primero. Hay que emplear técnicas de desmanipulación, y eso consiste en escarbar y sacar a la luz los innumerables trapos sucios y la pésima administración de todos ellos. Pero no solo el gobierno debe ser sustituido, sino cerrar y limpiar todos los medios de comunicación manipulados, comprados o rendidos al poder. Mucha pasta debe haber de por medio. Mucha. La familia, el jefe de «La cosa nostra» que ya saben ustedes quién es, alma máter y páter del tinglado es una muy buena muestra de ello. De ahí el enorme interés por la independencia.  «Dehamme zolo» dicen los toreros. Claro. Dejadnos solos que nos forremos más y más sin dar cuentas a nadie. Lo de los Eres en Andalucía debe ser una bagatela con lo de Cataluña.
Pero tenemos otro problema. ¿Están los partidos políticos de acuerdo a la hora de actuar? Pues no. Los grandes no. El PSOE es parte importante en la España de hoy de todos los nacionalismos. Cosa curiosa, pues los nacionalismos suelen ser de derechas. Y mira tú por dónde…  La lastimosa historia de la España moderna no se entendería, ni se entenderá, sin la asombrosa, sorprendente, esquizofrénica y camaleónica actuación de esa cosa que llaman Partido Socialista Obrero Español, caso singularísimo en toda la izquierda europea. Que no es nada socialista, ni obrero ni español, lo viene demostrando desde hace años.  Y no vayan ustedes a pensar que criticar a esta llamada «izquierda» es alabar a la llamada «derecha», cosa muy propia del maniqueísmo de la izquierda. Nada de eso. La derecha no juega ningún partido.  No tiene ideales ni política. Solo aspira a la economía. Que España funcione… Dicen ellos. Económicamente, claro. Ni se les espera. Vean, si no, al Presidente. A la derecha le sucede lo mismo que a los independentistas, que no les importa nada porque con ellos no va la cosa. Si esa cosa funcionara bien económicamente… ¿qué más daría llamar a esto España, que Finca los Rosales?  Si a esa dejadez unimos que de natural la derecha es cobarde, igual que el dinero, pues… ya tenemos un panorama político complejo. ¿Quién tiene pelendengues para ponerle el cascabel al gato? «Naide, ni denguno», dirían mis buenos amigos murcianos.
¿Y las gentes? ¿Qué decir de las buenas gentes de aquella tierra? ¿Podrían ponerle el cascabel al gato las gentes de Cataluña?  La respuesta nos la da nada más y nada menos que el ministro de la propaganda nacionalsocialista de la Alemania nazi y amigo de Hitler: el señor Goebbels. «Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad». Y ha calado, vaya si ha calado: «España nos roba, luego estamos en crisis por culpa de España». Un silogismo perfecto.
Ah, Cataluña, Cataluña, quién te ha visto y quién te ve. ¿No habrán oído alguna vez los ciudadanos catalanes aquel proverbio chino… «La primera vez que me engañes la culpa será tuya, la segunda será mía»? ¿Ni siquiera que la mentira es la única verdad que hay en la boca del necio?

Qué extraño virus hay allá.

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