Volvimos del paseo cansados. Se había hecho de noche y la
propia Nora, en cuanto me distraía cogía el rumbo de la calle para volver a
casa, pero yo la obligaba a pasear un ratito más. Nos conviene a los dos, que
echamos barrigota con facilidad. Pero al fin entramos en el refugio de nuestras
almas, con la idea de cerrar la puerta y
no salir ya hasta el nuevo día. Doy por descontado que los perritos también
tienen alma, faltaría más. Sería un descuido imperdonable del Creador.
En la tele ponían una película de chinos y se inflaban a
leches, así que Nora prefirió embarcarse en lecturas profundas. Yo veía la tele
con desgana. Generalmente la tele me sirve para dormir. Dormir una buena
película es estupendo. Nora de vez en cuando me mira y si oye que hago un amago
de ronquido me suelta un chssstttt… Luego me pregunta:
―¿Cómo puedes dormirte viendo una película? A ti te gusta
el cine.
―Uy, Nora, es estupendo. Si la pones flojito, es como si te
arrullaran, y como además los temas que tratan no requieren mucha atención,
pues… en fin, que da gusto. Además es de esos sueños que comienzas a babear, de
puro dulces que son. A veces me molesta levantarme para ir a la cama porque se
me corta el sueño.
―La verdad es que entenderos a los humanos es difícil.
Nosotros los perros tenemos un carácter más previsible, con menos variaciones,
pero los humanos…
―Ahhh, los humanos… Nora… El factor humano es decisivo para
tantas cosas... Y lo peor es que pocas veces se cuenta con ese factor.
―Qué es el factor humano?
―Pues… es algo difícil de explicar, pero a fin de cuentas
es el conjunto de valores, aspectos, decisiones, simpatías, antipatías etc. y
todo lo que tiene que ver con la conducta especial humana, tan llena de
variables. Somos una ecuación con muchas incógnitas.
―Explícame eso.
―Veras. Los humanos nos dejamos llevar más por la
emoción que por la inteligencia, (asunto que aprovechan algunos para
manejarnos), y eso que pasamos por ser los seres más inteligentes del planeta.
Pero mira, es así. Las emociones, los sentimientos, son como el cristal de
color que se pone el cerebro ante él y que transforma la realidad,
haciéndonosla ver de forma distinta. Y la misma cosa la podemos ver de diferente
manera según el momento, porque ese cristal depende de sentimientos, emociones,
valores, estados de ánimo, etc. No
solamente cada uno los tenemos distintos, sino que el mismo individuo los puede
cambiar a lo largo del día muchas veces. Así que nuestro carácter maneja
muchísimas variables, de ahí que el factor humano sea algo que hay que tener en
cuenta en muchas cuestiones vitales. Por ejemplo, los astronautas pasan exámenes
sobre estas cuestiones. Estar encerrados en una pequeña nave, en el espacio,
siempre con las mismas personas, con la falta de luz natural, haciendo las
mismas cosas cada día, puede llevar al tedio y al cambio de carácter. Eso puede
provocar rencillas y el desastre de la misión. Los astronautas deben tener un
buen autocontrol, buen humor, estables psíquicamente y otras cualidades humanas
además de ser inteligentes, buenos ingenieros, pilotos o expertos en lo que
sea. Eso es el factor humano. Cada uno tiene unas variables distintas, así que
ante una misma situación los humanos respondemos de maneras diferentes y no
siempre muy inteligentemente. Pero no vayas a creer que eso es malo. No señor.
A veces eso es precisamente lo que salva la cuestión.
―¡Qué difíciles sois!
―Complejos, sí. Somos un misterio para nosotros mismos.
Pero te digo más. Hubo una famosa partida de ajedrez entre el campeón del mundo
y un ordenador capaz de hacer no sé cuantos miles de cálculos en un segundo. Tenía
en sus memorias no sé cuantos miles y miles de partidas y jugadas. Cada
movimiento del ajedrecista era evaluado por el ordenador en un instante, y tenía
a su disposición las mejores jugadas para responder y, de entre ellas, todos
los posibles movimientos que haría a continuación el hombre y de nuevo cual
podría ser su respuesta. Es decir, la máquina tenía un control absoluto del
juego. Pues bien, la partida la ganó el hombre, porque actuó fuera de toda
lógica, al contrario que la máquina y en un momento de la partida arriesgó e hizo
un movimiento de piezas inesperado, ilógico, y el ordenador, sorprendido, no
supo responder correctamente. Jaque mate. Ganó el factor humano.
―Fantástico.
―Sí. Por eso el factor humano es un factor sorpresa, capaz
de ayudarnos o… sacrificarnos ante una necesidad.
―La verdad es que no sé si cada día os entiendo más o…
menos. Sois una sorpresa tras otra.
―Eso es el factor humano. Un día oyes una música y te
embarga la emoción y te hace soñar. Otro día la vuelves a oír y te parece un
tostón. Así somos. Hay empresas que ya comienzan a tener en cuenta el factor
humano a la hora de diseñar sus artículos. Las formas, los colores, los
tamaños, la facilidad para manejar algo, el peso, incluso el ruido posible…
Todo eso se debe tener en cuenta para que la cosa en cuestión sea aceptada
mejor que otras, o sea más segura, etc. Se sabe por ejemplo que las operaciones
repetitivas llevan al cansancio y al despiste, y eso, manejando una máquina
puede ser peligroso, luego a esa máquina hay que dotarla de elementos que
ayuden al individuo en su concentración, su seguridad y su comodidad. Eso se
hace ahora en el diseño industrial.
―Pues sí que es decisivo el factor humano.
―Sí lo es. Incluso ha cambiado el concepto de inteligencia.
Se habla de inteligencia emocional.
Antes, en las escuelas se hacían cosas atendiendo
precisamente a la emoción que en los niños despertaba. Había un técnica que se
llamaba el “método de proyectos”. En el centro de una clase, expuesto, había un
plan, que era el centro emocional que encauzaba el trabajo de los niños. Les
hacia ser participativos, ilusionados por ver crecer cada día el proyecto.
Imagina, por ejemplo, la construcción de una casa de campo a escala. Fíjate
todo lo que hay que estudiar, construir, medir, cortar, dibujar, calcular,
conocer… Todo eso se hacía con la ilusión permanente de ver crecer esa obra que
entre todos construían. La enseñanza tenía un sentido y aprender era divertido
y útil. Eso es enseñar a través de la emoción. Fuera apatías, fuera tedios,
fuera monotonías, fuera largas explicaciones sin sentido para ellos… El maestro
actuaba teniendo en cuenta el factor humano.
En cambio ahora, Nora, los maestros están sumidos en mil
burocracias, papeleos, reuniones, registros, registros de registros, gráficos
de registros, programaciones, objetivos, transversalidades, competencias y
tantas y tantas cosas que, ahogadas en ellas… mataron “su factor humano”.
Porque también ellos tienen factor humano. Jaja. Nadie se ha preocupado por el
factor humano de los maestros y por tanto han convertido su vida profesional en
un infernal y aburrido sistema, monótono, ingrato, inútil… Y eso, claro,
influye en el ánimo de los maestros, que cada día están pagando más con su
salud física y mental un esfuerzo que ellos saben inútil. Encima eso.
―¿Cómo es posible que no se den cuenta?
―Uuyyy Nora… si yo te contara… Han pasado de la escuela
donde enseñar era un arte, a la escuela industrial. La escuela hoy es una
industria, solo faltan las máquinas, los robots que sistematicen el trabajo. De
ahí tanto control en las “piezas de recambio” que deben ser los alumnos. Hoy
una clase se parece más a un trabajo en cadena industrial, que a un arte, que
es lo que debiera ser. Los profesionales han pasado de ser maestros, a ser
profesores y después a ser obreros de la industria social de la incultura, la
mala educación y el desánimo. ¿No crees tú que los llamados NINIS son el fruto
de ese sistema? Pues debes estar segura de que entre los maestros también habrá
NINIS. Ni trabajan bien, ni tienen ganas de hacer, ni tiene motivación, ni nada
de nada. La palabra hoy es subsistir, aguantar, como sea.
―Qué pena.
―Efectivamente, querida Nora. Ya ves pues como el factor
humano es más decisivo, para bien o para mal de lo que se cree.
Creo que me he pasado con las explicaciones. No he hecho
más que añadir un punto a su angustia vital. Me acerco a ella y la acaricio. Nora
no tiene factor humano, a dios gracias, así que siempre quiere a su familia,
siempre desea jugar, siempre está dispuesta para recibir una caricia, siempre
desea aprender… Si fuera una niña humana tendría que ir al cole y allí
aprendería a sobrevivir siendo una contestona, maleducada y apática criatura.
Gracias, dioses de la fortuna.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario